Cuando Florencia Davidovich improvisó esta posición por su decisión y voluntad, yo le informé que Naomi Campbell tenía una similar. Es una imagen de uno de los grandes de la fotografía mundial del siflo XX, de gran incidencia en la imagen de la moda y la idea de la belleza femenina en la moda, Richard Avedon, según recuerdo en el post anterior. Del refinamiento de Avedon nunca nadie ha dudado: es más, siempre fue su rasgo de distinción, tanto que es el autor del célebre retrato del Duque y la Duquesa de Windson, de 1957, ya en su vejez de suprema elegancia británica. Florencia Davidovich, gatuna ella, seductora, compradora, a la que yo recuerdo ahora con humor la chica de las calzas a rayas, es una personita abierta, libre y «descarada» en su trabajo como modelo de desnudo, siempre alegre, ingeniosa, divertida, serena aunque activa. De sus aventuras de vida privada quizás alardee, quizás no; conmigo, después de las horas de sesiones de natural desnudez ha sido una muchachita pìcara y hasta con algo de aprendiz de dama «calculadora» pero, en el fondo, previsible, frágil, asustadiza, atemorizada, y también llorosa si se la reclama con rigor cara a cara un poco más que cotidiano y normal. (AMILCAR MORETTI)

«Los viejos hábitos tardan en morir
Los viejos soldados simplemente se desvanecen
Los viejos hábitos tardan en morir
Tardan tanto como la lluvia de noviembre
Los viejos hábitos tardan en morir
Los viejos soldados simplemente se desvanecen
Los viejos hábitos tardan en morir
Tardan lo suficiente como para sentir el dolor».
http://www.songstraducidas.com/letratraducida-Old_Habits_Die_Hard_23104.htm
«OLD HABITS DIE HARD
OLD SOLDIERS JUST FADE AWAY
OLD HABITS DIE HARD
HARDER THAN NOVEMBER RAIN
OLD HABITS DIE HARD
OLD SOLDIERS JUST FADE AWAY
OLD HABITS DIE HARD
HARD ENOUGH TO FEEL THE PAIN»
(MICK JAGGER)


ACLARACIÓN Y DISCULPA
Escribe AMILCAR MORETTI
La imagen publicada en segundo lugar de la modelo Davidovich (foto en color) figura ahora en su justa, verdadera y original versión, tal como la registré, sin modificación alguna por edición, ni siquiera de colores, luces ni tonos. La primera versión, que acabo de eliminar y sustituir, apenas la reví me produjo una imperdonable sensación de vergüenza conmigo mismo. La había «censurado», «sobreadaptado» con un editor para difumar una parte sustancial en la fracción de las hermosas nalgas de Florencia. Lo hice por temor, por miedo, por un pudor innecesario y estúpido en mi concepción de la fotografía y la existencia humana. Me reproché el acto limitador y cobarde. No por coraje sino por vergüenza -o para dejar de sentirla- sustituí la foto arreglada por el original que registré, sin cambios en su sentido y expresividad (salvo un pequeño corte en el lateral izquierdo al que me obligó un defecto del obturador de la cámara, y que había dejado por simple olvido y distracción). Si la «oscuridad» de alguna línea afecta al pudor de algún internauta tiene siempre el derecho y la libertad -además del sobreaviso que siempre doy sobre el carácter de mis fotografías- de no verla, pasarla por alto, no ingresar a EROTICA DE LA CUTURA. No engaño a nadie sobre lo que hago en las sesiones, todos lo saben, más aún las modelos que participan en ellas, hasta ahora sesenta, setenta, no lo sé. Fuera de los horarios de sesión es siempre mi vida vida, siempre dialogo y siempre planteo mediante propuestas habladas y consensuadas, nunca obligo ni abuso en principio por la simple razón de que no me produce ningún goce ese ejercicio de poder. Dentro y fuera de las sesiones de fotografía siempre hablo todo. En el caso de la posición adoptada para la foto por Florencia Davidovich, semejante a la de Naomi Campbell con el maestro Richard Avedon, repito que fue algo que surgió de ella, por su iniciativa y voluntad, sin que mediara sugerencia o propuesta alguna mía. No lo recuerdo, pero es probable que en ese momento -su momento espontáneo- la alentara o elogiase, en especial porque Florencia hace todo con un humor contagioso, con el ánimo del juego como asunto lúdico, más allá de su innegable, permanente, inocente, ingenua y a la vez calculada y sabida (por ella) repercusión de poder y sometimiento del otro, al menos del fotógrafo. Esta actitud siempre me ha resultado deliciosa en cualquier modelo. No me refiero a «mostrar» más o menos su cuerpo, sino al ánimo festivo, con ingenuidad y malicia, que muchas mujeres tienen o manejan conocedoras del poder de su belleza y atractivo. La belleza femenina es un poder, una de las formas del poder de la mujer ejercido sobre el otro, con uno u otro fin, a veces disfrutable y sano, a veces utilitario, histérico y a efectos de dominación insalubre.