El desnudo asusta, aún hoy. Digo, el género del desnudo produce temor si no guarda ciertos rasgos precisos propios de las convenciones. En un extremo está lo porno, que en realidad puede incluir o no la desnudez. Lo porno duro entra en lo escatológico. El porno suave y porno chic, muy en uso de los 90 y primeros años del 2000, incluso en la publicidad, y hoy tapado por la “corrección política” de los feminismos, atemorizan e inquietan en la medida en que se corren de su ámbito específico de privacidad, juego o estímulo sexual.
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Junto a la censura democrático-autoritaria y puritana de algunos feminismos y evangelismo prolifera en libertad una pornografía familiar, “la de la nena de la familia”, que en un subgénero que denomino “culo-tetas” se ha apoderado de las principales redes sociales. En algunos casos pueden suponerse ofrecimientos de otro tipo, pero muchísimas apariciones, socialmente legitimadas, son las selfies con espejo en la variante citada de nalgas y mamas. Así como en un momento se “filtraban” los videos caseros de actos sexuales de figuras de la farándula con el objetivo de cazas matrimoniales con futbolistas u otra clase de nuevos enriquecidos, hoy está a pleno el selfismo nalguero-pechero en refacción con el espejo del baño o dormitorio.
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Por último, en el lugar más incómodo está el desnudo -en general de cuerpos de mujer- que se practica como modo expresivo o de arte. Es antiquísimo y puede observarse en las grutas prehistóricas. Aquí también cierto feminismo se anima a hablar, con espíritu punitivo, de erotismo del cuerpo femenino como consumo en tiempos de mercantilización. Se pone más énfasis en el cuerpo que en la causa: el capital, el mercado, el dinero, la acumulación de capital. Queda así coercionado por otra forma de puritanismo que puede asemejarse al de cualquier dictadura clásica.
En cierto contexto o escenarios socialmente aceptados, galerías de arte y museos, el desnudo masculino o femenino es aceptado, exhibido y vendido. No se lo cuestiona aquí desde la moral puritana abstinente en heterosexualidad gozosa, pero sí en cambio se lo vende en el mercado. Estos desnudos expresivos suscitan curiosidad, tal vez alguna púdica excitación. Todo queda explicado no desde lo estético, artístico o expresivo, dramático y conflictual, sino desde el negocio. Lo dicho, el desnudo causa temor y malestar, aún hoy, cuando la gente anda casi en bolas -hasta ahora- en las playas. Lo cierto es que el desnudo como género de arte o expresividad siempre pujará, aún con intermitencias. Puede que desaparezcan los cuerpos, sobre todo de placer hetero, pero sin duda crecerá lo virtual digital 5G,6G y así a 900G…
AMILCAR MORETTI