El machismo es un derivado de la acumulación de bienes. Las brujas, cuando surgieron en el siglo XIII, eran mujeres que habían huído con sus bebés a los bosques y amamantaban comunitariamente tras ser despojadas de sus parcelas de tierra. El mercado, el capital. Así como en Argentina se produjo la concentración de la tierra en pocas manos tras el arrasamiento genocida de los aborígenes, niños, mujeres, hombres. Los acumuladores de la Edad Media tenían esposas, que no se identificaban con las brujas, así como los militares de la Conquista del Desierto se casaban con niñas de Buenos Aires que despreciaban a las chinitas. Esta acumulación de bienes traducida en machismo -la ley del más fuerte- impuso también reglas de belleza, para mujeres y hombres. La belleza femenina era -es- un capital, a explotar, si se desea. Y a ser controlado y vigilado, si se lo posee.
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Hasta hoy, las mujeres que no responden a esa canónica corporal -dentro de la cual habita la lucha y diferencia de clases- son menos objeto que las que sí han tenido esa suerte, lo que no garantiza de por sí nada. Es el capital el que genera la patrilinealidad, que no el patriarcado, que no existe.
AMILCAR MORETTI
