Lo adelantó Luciano y le aclaré de inmediato: «No hago ese tipo de fotos». Se encogió de hombros, Luciano. Ella me lo confirmó la primera vez que nos encontramos. Me dijo de su interés en hacer películas pornográficas y que se había comunicado con dos productoras, una de ellas conducida por una chica. Era evidente que sentía curiosidad y a la vez pensaba ganar dinero extra de esa forma. Ninguno de sus dos contactos prosperaron. Leyó otra posibilidad en las convocatorias de la publicación Alternativa Teatral. Una tercera posibilidad, ERÓTICA DE LA CULTURA, pero al hablar le comenté que no hago porno, que no tengo nada contra el género pero que no es lo mío, no es mi modo (expresivo) y, en última instancia, no sé hacerlo ni es algo que me interese hacer. Circunstancialmente puedo ser espectador pero no está en mí ser realizador de pornografía.
(La imagen de Home fue compuesta por Amilcar Moretti en setiembre del 2023. Sobre un original sin procesar ni estrenar de abril del 2021. Buenos Aires).
Otros detalles en: https://amilcarmoretti.wordpress.com
Pareció entenderlo y creo que, en ese momento, quedó conforme, o así me pareció. Acaso puritano, agregué que no me parecía una práctica comunicacional conveniente o que se aviniera a su modo de vida de chica de barrio (humilde) de Florencio Varela. Me preguntó de inmediato porqué pensaba tal cosa: «Sencillo -le dije-, te humillarán». No pareció imaginarlo. Me explayé, en detalles: «¿Tu fantasía es estar con dos o tres tipos?», inquirí. No dijo nada pero mantuvo su mirada atenta. «Bueno, habrá diferentes situaciones, distintas posiciones, ya las conocés, y entre dos o tres participantes, en especial hombres, creo que se producirán situaciones de incomodidad. De humillación. Quiero decir que no te va a hacer sentir bien. Hay una distancia larga entre la fantasía erótica y la acción sexual. Te sentirás sometida, invadida, violentada. Al menos eso creo».

Tras casi dos años de trabajar juntos, yo autor, ella modelo, irrumpió una mañana de modo brutal para decirme que no fotearía más conmigo sino que, además, había decidido no verme nunca más. El anuncio, inesperado, bruto, insultante fue algo que no comprendí durante bastante tiempo. Una actitud feroz, intempestiva y de crueldad inusitada por la cual nunca había pasado. Al menos yo, estaba convencido que nos vinculaba una línea de afecto cierta y sostenible, y eso ella lo había alimentado con gestos y conductas. Para colmo, me vomitó el anuncio por teléfono, con esa prescindencia que otorga la lejanía indiferente, que no sabe de ojos y miradas, de tonos cara a cara. Una actitud la suya tan huidiza como terminante e irreversible pero más que nada expuesta con brutalidad e implacable y subrayado rechazo que advertí elaborado durante largo tiempo. Nada improvisado ni producto de alguna iluminación, por así decirlo. Ante mi desconcierto, todo lo dijo con insultos, estudiadas procacidades, obscenidades recalcadas, un discurso desconocido y puesto a su habitual voz telefónica suave, calmada, angelizada y, ahora lo comprendo, de engaño desconcertante. Una táctica muy desagradable para los vínculos sociales y personales dotada de un apabullante grado de enfermedad.
Utilizó primero ingenuas e inverosímiles -en ella- afirmaciones moralizantes y de pudor herido. Había escuchado de su boca historias de promiscuidades, intimidades desbordantes de confusiones, mezclas e indiferenciaciones. Algunas requerían de una surtida verdulería y casa de juguetes. No recordaba la cantidad de partners en pocos años desde su adolescencia, de cualquier género, orientación o número, pero arriesgó un número: noventa, 90, de la mayoría de los cuales no recordaba el rostro o directamente nada. Me sentí anonado por esa avalancha que difícilmente podía imaginar en siete u ocho años de vida.
También, aludió por primera vez al dinero de sus honorarios, que nunca dejé de pagarle ni vez alguna cuestionó en el curso de las quince sesiones que hicimos juntos, que multiplicadas por dos o tres días cada una da como resultado un total que ronda los 40 o 45 días juntos haciendo fotos de desnudo. Siempre acordamos los pagos y montos y nunca había mostrado interés por el dinero a cambio de su modelaje. Más aún, las veces que insinué que su motivación era el dinero -algo natural, lógico y necesario, claro- y no en cambio el disfrute por la tarea creativa juntos y el sentirse halagada en su belleza, insistió con que estaba dispuesta a trabajar gratis conmigo, de tan gratificada que declaraba sentirse. Por añadidura, tres veces me pidió dinero adelantado a cuenta del trabajo a hacer, a lo que nunca me negué. Cuando me lo pedía sentí que podía ayudarla.
En fin, su anuncio intempestivo y brutal, enunciado con rencor, mejor, con odio notable, resultó difícil de digerir y me obligaba a un inesperado cambio de expectativas y proyectos para lo cual, lo confieso, no estaba preparado. Ni siquiera había pasado por mi cabeza. No fue un balde con agua fría sobre mí. Fue un balde repleto de su mierda el que, por alguna razón oscura, me arrojó encima. Advierto que con deliberación, para causar daño.
