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Apabulla darse cuenta, bastante tiempo después, que lo negro no se ve. «En lo negro no se ve», es otro asunto. Digo que lo negro no se ve. Está uno frente a él y no se ve. Se ve todo, o todo lo que se quiera y pueda, pero lo negro no se ve, no se advierte. Desde allí pienso más allá de los individuos, me fijo en los colectivos, en los grupos, en la multitud. No ven lo negro porque lo negro es para no ver, para evitarlo. Cada uno, todos, o la mitad alcanzan el grado de verdad que pueden tolerar. Lo negro refuerza: no se ve.

Puede ser un tema ético, o político. Lo tomo como tópico estético: el subte con las luces apagadas un día de lock out patronal. En los últimos días, perdí mucha energía en femeninas de una nube blanca. Suponen estár acá pero están allá, en la nube blanca. La salud en ciertos casos se confunde con la estupidez. Melindres de femenina que supone estar en un más allá cuando se encuentra en un más atrás, supeditada al orden de las mediocridades y los temores. La esteticidad de lo negro radica en que no se ve, no puede dejarse ver. Es muy humano, y eso, en ocasiones, no se soporta. Como Edipo, cuando lo ve, queda ciego, se arranca los ojos.
AMILCAR MORETTI
