OTROS Y OTRAS

LA CARGA EN LOS BALDES DE LA MUCHACHA DE FLORENCIO VARELA. Por AMILCAR MORETTI

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         Si se anda por la vida con el deseo de muerte del otro, como casi siempre hace una piba de barrio, repitiéndolo una y otra vez, es probable que le hayan deseado la muerte  propia desde el útero y su primera infancia. Y si por una de esas, sintió o creyó sentir un afecto alegre y feliz, aunque más no sea poquito y mal, casi seguro entonces que añora esa ausencia y vacío internos dejados por un amor apenas insinuado, que no llegó a ser ni parcialmente bueno. Extraño eso de añorar lo que no se tuvo, aunque es cierto que lo no tenido pero necesitado suele dejar un hueco y grieta que supura. Inevitable así que el deseo de muerte sea transversal, cruce su ser, su modo existencial, su condición humana, la constitución subjetiva de muchacha casi criada en la calle.
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(La imagen de Home fue compuesta por Amilcar Moretti el 21 setiembre del 2023 sobre original digital no procesado e inédito de abril del 2021. Buenos Aires).

VER: https://amilcarmoretti.wordpress.com

Imagen por AMILCAR MORETTI. Imagen editada el 21 setiembre del 2023 sobre original digital  no procesado e inédito de abril del 2021. Buenos Aires.

Ese deseo de muerte va con el individuo y lo dispara aquí y allá con más saña cuanto más descuidado ve a su objeto del momento, porque nada en ella dura. Se trata de un odio y deseo de muerte -difícil uno sin el otro- sentidos y a la vez negados para no encaminarse derechito a un tabicado deseo de propia muerte, deseo este último que debe haberla arrinconado muchas veces a lo largo de la vida, despadrada y desmadrada como se desprende de lo confesado y  advertido. De lo contrario es difícil de comprender el viraje imprevisible y brutal desde los tonos suaves y modos “angelicales” de hablar y proceder, casi en el límite del simulacro, hasta una irrupción desbordante de obscenidades, lo procaz, lo más duro y crudo dicho como una confrontación rabiosa largamente elaborada y que explota en paso al acto sobre el otro que es tomado desprevenido.

                   Goza con la humillación del otro pero en la lógica del amo y el esclavo reconoce ciertos límites de poder que pueden impedirle escalar hasta  donde quiere llegar. Reconoce por desgraciada experiencia la implacabilidad de la ley de la calle, que puede recaer sobre sí y su ser querido. En tal sentido, su astucia no contradice su comportamiento y sabe hasta dónde llegar y cuándo callar, volviendo a su recreada serenidad. Es fácil de identificar cuando se desmadra en sus impulsos: se pone en evidencia ante todos. Actúa en el anonimato pero no le es posible mantenerlo. Y deja huellas, mensajes, audios, videos, llamadas, testigos por todos lados.

El riesgo allí recae en la descendencia, una criatura; no por nada las aprehensiones del ex compañero y su nueva pareja mujer, según lo confesado. Hasta puede llegar a pensarse en lo apropiado de informar a equipos de supervisión de medidas excepcionales de protección de derechos y de abrigo de niños. Sumado a todo eso la aparición de una madre que ha vivido casi siempre en condición de calle, que fue violada por el abuelo, que tuvo un primer diagnóstico de esquizofrenia y es principal sospechosa de haber intentado prender fuego la casa de su hija. Hay en todo esto algo muy denso, muy loco y que compromete en la duda de intervenir y dar cuenta a las autoridades correspondientes sobre una situación explosiva en la cual inocentes parecen corrrer graves riesgos. Una furia enlatada y comprimida siempre pasible de estallar, tanto que a más serenidad aparente cabe sospechar más peligro latente. Y en medio, lo privado, lo oculto, lo no hablado o hablado a medias, una situación en que la lucidez por momentos es persuasiva pero que no se sabe a ciencia cierta cuándo se inicia y cuándo concluye. 

Imagen por AMILCAR MORETTI. Imagen editada el 21 setiembre del 2023 sobre original digital no procesado e inédito de abril del 2021.

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        Goza con la humillación del otro pero en la lógica del amo y el esclavo reconoce los límites de poder que pueden impedirle escalar hasta donde quiere llegar. Por desgraciada experiencia propia, reconoce la implacabilidad de la ley de la calle, que puede recaer sobre sí y su ser querido. En tal sentido, su astucia no contradice su comportamiento y sabe hasta dónde llegar y cuándo callar, volviendo a su recreada serenidad. Sucede que es fácil de identificar cuando se desmadra en sus impulsos: se pone en evidencia ante todos, más aún cuando retorna la “serenidad”. Actúa en el anonimato pero no le es posible mantenerlo.

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                 Hablo de un deseo que se corre y desliza hacia ese típico subrayado amor por los animales y mascotas. Un amor subrogado. Por eso mismo, parece no caber el amor según se lo entiende en el típico modo de la regularidad neurótica. No se lo conoce y se lo busca a ciegas, de modo y metas dañinas en el fondo. Amor de revancha, amor oxímoron que se desmiente y contradice al final lo que ha imaginado y hecho creer al inicio. Un pozo ciego dañino, que supura el dolor y olor a daño. Que busca dañar. James Baldwin, el escritor afroestadounidense lo definió con gran claridad porque por su condición y época -además de pobre y negro, homosexual- se lo hicieron sentir desde que nació. Baldwin imaginaba que los humanos se aferran a sus odios con obstinación porque intuyen que si el odio desaparece indefectiblemente deberán enfrentarse, afrontar, confrontarse con su propio dolor, algo tan fuerte e insoportable que no quieren siquiera intuirlo ligeramente. Lo sospechan bien, lo han visto rondarlos y por ello se aferraron y siguen ligados al odio, un odio pura mierda que dispersan con  continuidad y hace estragos, en ellos sobre todo y en otros también, cada vez más profundos, sin reversión.

 

                  Por eso cuando veo caminar hacia mí a esos humanos, mujeres sobre todo, abrazados a animales y mascotas y no rodeados de personas amadas, de inmediato ingreso en estado de sospecha y duda, me pongo en guardia y comienzo a hacerme preguntas. Esto que digo le cuesta digerirlo a integrantes de algunos feminismos, dado que han operado con paradójicos, extraños y sorprendentes dispositivos psico-ideológicos-culturales que lejos están de la libertad y la igualdad de su territorio cultural y desde Judith Butler han tomado en transfigurada copia lo mariano como modelo abstracto, de estampita. En el fondo, como buenas puritanas en conflicto toman a la virgen católica como ejemplo intocable e incuestionable, sin poder salir, claro, del embrollo.

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