MIS TRABAJOS Y DÍAS

Mientras Nico pasa (Negro) de largo pistola en mano. Texto a imágenes por Amilcar Moretti

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               Las  imágenes, poco a poco, se hicieron oscuras; más negras y contrastadas las compuse hasta que me pareció deformidad, y Nico se pegó un balazo, en la cabeza, creo. No me dieron precisiones de cómo lo hizo. Era un tipo joven, algo más que 30. Ahora negro soy solo yo, sin Nico.  Escritor fantasma del Senado. Sé de otros negros de la escritura, en el ambiente los conocen. A mí, no.  A mí, creo que no.  A Nico sí. Bueno, también eso es lo que pienso. Ignoro cómo se movía, como era el contacto.

(La imagen de home o portada fue compuesta por AMILCAR MORETTI en enero-febrero del 2024. BUENOS AIRES-La Plata).


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AMILCAR MORETTI

                      Mis fotos de desnudo fueron poniéndose negras, oscuras.  Las fui oscureciendo, yo. Las quiero negras. Es un recurso muy usado, se sabe. Daido Moriyama (Japón, 1938) lo hizo siempre, perfecto, él subrayando lo exterior como crueldad social. La negritud, en lo que hago, tiene parte de censura (de afuera, y de mí). No hay «mí» sin afuera. Y brota otra parte de temor, claro. Miedo, le dicen, y hay quienes se alegran, los regocija mientras les suceda a otros la oscuridad. Así son, y hasta te desean la muerte, ya lo he dicho. En la misma red antisocial otra escribió este, su deseo: «Ojalá no tengas nunca más una modelo». No la conozco, no la vi en mi vida, y tiene su perfil en Instagram, y se brota con su pulsión de muerte como infantería que golpea con bastón y coraza y escudo en Plazas de Mayo y de los Congresos.

                  Ennegrecidas, como fotos para no ver. Imágenes que se miran para mostrar que no se ve. Miradas oscuras, chilladoras (no de charango). Berrean, dan bramidos, es probable que desafinen y seguro desentonan. Forzadas, sacadas del arcón a la fuerza. Forzadas. Se trata de ocultar, imagino. Ocultamientos sumativos. Las imágenes suman. La escultura sustrae, se sabe. Agregar negro, color de época. Me avisan que Nico se suicidó. Un tiro en la cabeza. Trabajó en casa en muchas ocasiones, años atrás. Un padre pegador; las discusiones o castigos se escuchaban desde el pequeño parque. Los gritos hacían mal, revolvían algo ancestral, como en los mitos de los clanes primitivos, antes de Edipo, según supone Freud. Encontraron su cuerpo casi una semana después, creo.

                        Este Nico escribía discursos en el Senado.  En realidad, los escribía yo. Nico los presentaba, no sé cómo. Un acuerdo entre nosotros, me pidió ayuda. Sobre el tema, antes de eso recuerdo una vez que un ministro me pidió que redactara un discurso sobre no sé qué cuestión, banal, algún aniversario o visita al interior de la provincia. Soy franco: he olvidado quién fue el tipo, me confundo entre dos. Tal vez uno que -lo digo muy en serio- se comía los mocos de la nariz, un tic. Mientras hablaba se introducía el dedo en las fosas nasales y se lo llevaba a la boca. Pero no sé si se trata ese voraz tipo. En cambio, quedó grabado que, para ayudarlo con un matiz de ilustración, en su exposición por ahí escribí «apocalípticos e integrados». Umberto Eco, cierto. Una pequeña petulancia en un texto convencional. Al día siguiente de la entrega le pregunté si estaba todo en orden. «Sí, sí», se apuró. «Solo que quité eso de apocalípticos e integrados. Temo que se entienda mal» (?). La mención de un título de libro arrugó al ministro. Cuando lo leyó en el acto no reconocí el texto, en verdad, no recordaba si lo había escrito yo. Sin Eco o con Eco, no lo sabía. Acaso una desmentida,  extraña como lo oscuro. Olvido como la oscuridad.

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI en enero-febrero del 2024. BUENOS AIRES-La Plata.

 

                     Entre eso, las imágenes, poco a poco, se hicieron oscuras; más ennegrecidas y contrastadas las compuse hasta que me pareció deformidad, y Nico se pegó un balazo, en la cabeza, creo. No me dieron precisiones de cómo lo hizo. Era un tipo joven, algo más que 30. Ahora negro soy solo yo, sin Nico.  Escritor fantasma del Senado. Sé de otros negros de la escritura, en el ambiente los conocen. A mí, no. A mí, creo que no. A Nico sí. Bueno, también eso es lo que pienso. Ignoro cómo se movía, como era el contacto.

                         Comenzaron a buscarlo cuando no respondió al celular por varios días. Intervino la policía y hubo silencio. Me informé de modo ocasional tres días después de difundido lo ocurrido. Buen pibe, apuesto, un primer matrimonio fracasado, un hijo/a, y luego, imagino, otras esposas o compañeras. Yo no preguntaba y él no contaba. Solo nos veíamos para el encargo. Lejos los tiempos en que hacía jardinería en casa. No obstante, en esos breves encuentros se me hizo cada vez más evidente que algo no funcionaba, algo que ya había percibido a sus 18 o 20 años, al llamarlo para  alguna tarea.

                           Alguna vez me hablaron de un padre golpeador. A la madre, seguro. A él creo que también. Como vecinos se escuchaban algunos gritos, discusiones. Pobres desgraciados, todos, los cuatro, porque había una hermana menor que Nico  (y no sé con precisión si también otra mayor que ya no vivía con ellos). Con su madre no tuve contacto, pero en las calles de barrio siempre se comenta, con buena o dudosa intención. Nico me impresionó como un chico noble, pero -dije- algo lo empañaba. Tal  el ser testigo de la violencia, o víctima, en cualquier caso víctima. Algo de pena en su ánimo, como una pesa que arrastraba o cargaba pesaroso. A las señoras del barrio convocaba a ampararlo. Malicioso, advertí más el costado de seducción de esa pena, que tal vez le permitiese acogerse al regazo de esas mujeres maduras con orientación maternal. Bueno, ya se sabe.

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI en enero-febrero del 2024. BUENOS AIRES-La Plata.

 

                            No se me apareció nunca el costado dramático, al final trágico, de Nico. Un Werther de estos tiempos, no enamorado, sí rechazado pero sin siquiera un amor insufrible. O acaso sí -ya que he dejado de entender algunos aconteceres-, digo, y en ese caso podría ser un amor insufrible no porque es rechazado sino porque tampoco se puede dar. Las golpizas familiares, la inhibición para dar amor, ese muro impenetrable y áspero, violento, debe sentirse intolerable. Más aún en soledad, sin poder contarlo, o animarse a hacerlo. Da para un estallido, o el suicidio, el «único y verdadero tema de la filosofía», repito la definición, en la cual no creo pero siempre me resultó fuerte, sólida, hace tambalear.

(Modelo: Maca (Aylén Macarena Ramírez, Chiruza.tango, modelo fotográfica, body paint/erotica, asistente de director. Bailarina de tango).  

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