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qué les pasa a las minas (ficción por Amílcar Moretti, entre Buenos Aires y La Plata, más en la CABA que ahí)

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 Hay momentos como éste que no acaban de morir y a la vez no terminan de nacer, se repite a menudo, creo que tomado del maestro Gramsci. Nos involucra a todos. Las mujeres viven su propio proceso entre el fracaso de algunas utopías y el lanzamiento y discusión de otros reclamos que no siempre equilibran. Un momento delicado éste: es que si sobreviene una derrota, otra gran derrota política y cultural, el retroceso de las avanzadas nuevas y la restauración revanchista de las/los retardatarias/os en este caso también será fenomenal. Hasta es posible que el nuevo «capitalismo», si de eso se trata, imprevisible, invente una nueva absorción para la lucha de clases como lucha de géneros. La ciencias y tecnologías duras -tan inmersas en la «cuestión de los géneros» (sexuales)- no son modernas, ahora pueden contribuir a la medievalización supertecnologizada. (AMÍLCAR MORETTI)

(Aclaración: la foto con tres imágenes de Venus paleolíticas incluida hoy en el Home de Erótica de la Cultura fue tomada del blog de Ana Belchi)

 

 

 

Ficción

 

¿QUÉ MIERDA LES PASA A LAS MINAS?

 

 

Escribe
AMÍLCAR MORETTI

Lunes 7 octubre 2013
La Plata-CABA

 

 

 

               «Decíme, ¿qué mierda les pasa a las minas? ¿Tienen miedo que todos las quememos vivas en piras de alcohol de botiquín? Pero todos no somos así. Gran cantidad de minas no saben diferenciar. Van mal».  «No te entiendo», responde ella.  «¿Qué es lo que les pasa a las minas?», repregunta, y agrega:  «Sí, contame, yo te perdono», tranquiliza ella. «¡¿Cómo es eso del perdón?» «Sí, digo que hay cosas más importantes que los asuntos de esas pibas que ya imagino quiénes son. Después de unos cuantos años de amor te das cuenta que las cosas esenciales pasan por otro lado, ese lado por el cual el «perdón», así, entre comillas -hace gestos de entrecomillado con los dedos de ambas manos- es de los dos lados, y el amor fluye solo por un caudal de comprensión y sincronía y com-pasión (tener la misma pasión que el otro, «a-com-pañarlo, acompañarlo, que de ahí viene com-pasión. ¿Entendés?» «Sí, ¿te parece?». «Sí, me parece», confirma ella mientras sirve mate en la cama.

                       «Pero seguí», apura ella: ¿Entonces qué es lo que les pasa a las minas, me decías». «Mirá, te cuento una, una sola, y otro día te cuento otras más porque hay historias a montones. Esta vez es así: la llamo a una, la morocha bajita, linda, muy vistosa, semivirgen y tal vez algo torta, digo, no sé, pero me parece que algo torta, sin asumirlo. Como una especie de huída de la pija, ¿se entiende? Por eso lo de semivirgen. Como ser torta como excusa, por comodidad, por oportunismo, moda, conveniencia, no sé. Algunas he visto que se hacen semitortas, coquetean como tortas porque un tipo es mucho compromiso y responsabilidad, hay que bancarlo, más aún si tiene mucha pija en sentido simbólico, ¿me entendés, no?».  «Sí, sí, bueno, pero hacéla más corta…, ya me dijiste todo eso varias veces». «Sí, disculpá. Sigo: la llamo por teléfono después de que varias veces las cosas habían salido muy bien, y en que había puesto todo por ella. Ella también puso mucho, pero la diferencia es que ella lo puso por ella misma y yo puse todo por ella. De cualquier forma, las cosas, varias veces seguidas, habían salido bien, marchaban…»  «¿Y?» «La llamo -hace como un año- porque era un domingo en que había habido un sol muy lindo, estupendo para tirarse en el césped de la plaza, nosotros no, porque tenemos esto que es mucho mejor. Pero ella no, es gente que vive encerrada en departamento y se tiene que cruzar a la plaza por un rayito de sol, o cocinarse en la azotea. Bueno, la llamo por teléfono y le pregunto cómo le lo pasaste en este día tan bello de sol. ¿Y sabés qué me contesta? Me dice: «Y a vos qué mierda te importa cómo me va a mí?»  «¿Cómo? ¿Eso te contestó?». «Sí, eso: ¿a vos qué mierda te importa cómo me va a mí con sol o sin sol? Y el día anterior me había pedido por favor que le corrigiera algo y estaba redulce, era el almíbar de la concha, conchita pura». «Jodéte. ¿Qué querés que te diga? ¿Vos te lo creíste? Jodéte, entonces». «Y sí, le creí. Pero esperá, que esa es solo una parte.»

 

 

               «Se aprovechan, especulan, manipulan..», interrumpe ella. «A mí me interesa por lo siguiente: para que no sufras», subraya. «¿Que no me lo crea decís vos, que no crea cuando me dicen esas cosas?» «Claro ¿sabés por qué? Porque te conozco y eso te hace sufrir. Y como te quiero no quiero que sufras. Si te veo sufrir, yo también sufro, no puedo estar tranquila si no te veo bien». «Gracias, dame la mano.»  Ella da la mano y pregunta: «¿Y cómo sigue?» «Bueno, me cayó como el culo todo, un bajón, unos días solamente, pero algo que no tiene porqué estar en mi vida, o que yo no prevía. El asunto se distancia, obviamente. Al tiempo, tiene un problema con el trabajo. Dice que necesita mi ayuda, llama llorando. Quiere que borre, que esconda todo, todo lo que hago siempre en meses y meses de esfuerzo y de trabajo, vos lo sabés muy bien. No es que chasqueás los dedos  y las cosas salen solas. Además, son décadas de acumulación de ideas, reflexiones, lecturas y sensaciones, y años de inversión de dinero, y así es como podés sí, de pronto, aunque en semanas duras, convertir todo ese proceso en un buen producto, con insomnio, fatiga, agotamiento, sin retribuciones, solo la retribución que te podés dar vos mismo al ver la cosa ahí fuera tuyo, ya hecha y mostrabable».

 

             «Bueno, sí, pero dale, seguí, no te vayas por las ramas. Todo eso que me decís ya lo sé, lo veo todos los días y me pregunto cómo miércoles hacés?» «Sigo: resulta que viene la mina esta, viaja hasta aquí aunque le pedí que no lo hiciera, llega y se me pone a llorar y rogar y hasta llega a prometer cosas que -en un orden de fantasía, si no la hubiera ya conocido- podrían haberme parecido creíbles, pero nada que ver conmigo porque yo no quiero nada así, no me interesa así. Es más, me produce rechazo. Le pregunto entonces desde dónde me pide a mí que tire a la basura algo muy importante para mí, con gran inversión de tiempo, trabajo, dinero, cuando ella ha sintetizado su sentimiento con ese «y a vos qué mierda te importa». Además, le dije -por experiencia- que a esa altura iba a tener problemas igual, que no la iban a perdonar, porque esa gente con la que ella trabaja, en ese barrio del norte, caceroleros todos, es una cagada. Una cagada moral y estética. Son macristas, pueden ser recorruptos y de ir al burdel seguido, pero los chicos a escuela religiosa. En fin, al final levanté solo un poco el asunto, aflojé y meses después volví con mi trabajo. Ella desapareció: mina grande, ¿qué carajo creía? Y si sabía que no iba a bancárselo ¿porqué no empezó a tratar mejor a aquellos a los que al final tiene que pedirles ayuda?  Por eso te digo ¿qué mierda les pasa a estas minas? Son buenas pibas pero algo no les funciona bien. ¿De dónde vienen? ¿De dónde salen?»

                 «¿Sabés qué pasa?», responde ella. «Primero que no saben lo que quieren. ¿Viste que casi nunca tienen padre, u odian al padre, o el padre eso…eso que me dijiste,  otra cosa peor? ¿Viste, no? Ellas mismas te han contado. Y después, segundo, otro asunto: en el fondo se sienten culpables. Lo hacen pero creen que están haciendo algo malo, como clandestino. Algo que tienen que ocultar. Y aún las que comienzan sin ocultarlo después toman conciencia de la repercusión de su actitud en esta sociedad de mierda, y más aún si querés consumir, vincularte con la gente de la parte norte. Ellas dicen que no, lo niegan, pero tienen una falsa libertad, endeble, frágil, porque el uso de la libertad -si va contra la media- requiere mucho coraje y decisión, y resistencia, coraje, valentía. ¿Me explico?» «Sí, sí, pero yo les dije a varias y a ella que las bancaba, y que me jugaba entero en eso aunque a mí no me concerniera, porque al fin y al cabo fue una decisión de ellas que asumieron a veces alardeando de su supuesta liberalidad. ¡Liberalidad un carajo!». «Sí, ya sé. Te conozco. Te hubieras metido a defenderlas y hubieras terminado en un quilombo gratis, que hubieras ganado al final, y también al final te hubieras enfermado. Ya te pasó varias veces, y además lo vivió uno mismo en otras épocas».

           «¿Y entonces?». «Entonces -cierra ella- no te involucres tanto en lo personal». «Pero lo mío es expresivo y personal, pongo todo lo mío personal, afectivo, existencial, ideológico, estético, moral, material. Pongo el cuerpo». «Ya lo sé, ya lo sé, ¿cómo no voy a saberlo? Pero te hace daño. Y eso es lo que quiero que no suceda, eso es lo que no debe pasarte. ¿Ellas te dieron algo?» «No, no me dieron nunca un carajo, nunca me dieron nada». «Bueno, entonces más a mi favor: hacé lo tuyo y no te involucres. Son minas grandes. No saben lo que quieren, viste que van de allí para allá, como bola sin manija. Bueno, entonces son ellas las que deben arreglárselas. ¿No es que dicen que son libres?» «¿Pero son libres?» «No, están confusas, tienen un matete bárbaro en la cabeza, como sus madres, como sus padres, que casi siempre las han dejado en banda. Sobre todo las madres, creo. Y ellas, de algún modo siguen el modelo de las madres, a las que no les fue bien y lo que es peor no se sienten bien nunca. Y así habrá de irles también a ellas si no revisan unas cuantas cosas».  

 

Amílcar Moretti. 2011-2013. Melissa. Argentina, editada en Buenos Aires, ahora casi más en la CABA que en La Plata.
Amílcar Moretti. 2011-2013. Melissa. Argentina, editada en Buenos Aires, ahora casi más en la CABA que en La Plata.

 

 

 

 

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