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“Y nunca, pero nunca, le pide que le chupe la pija”, el depredador sexual millonario Christian Grey, el de las 50 sombras. Por Marina Yuszczuk

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   “Los reproches de ella (1) son un compendio de las llamadas actitudes “de minita”, y el sexo es un compendio de consejitos eróticos estilo sexóloga de la tele: Grey (2) le baja la bombacha con delicadeza, se aparece con un vino blanco y dos copas, le desliza un cubito por el pecho hasta dejarlo en el ombligo, le pasa una pluma de pavo real por la pantorrilla. Y nunca, pero nunca, le pide que le chupe la pija.” (MARINA YASZCZUK (Las12, suplemento del viernes 13 de febrero del diario Página12 de Buenos Aires)

 

Dakota Johnson en un momento de descanso durante la filmación de "Las 50 sombras de Gray".
Dakota Johnson en un momento de descanso durante la filmación de “Las 50 sombras de Gray”.

 

 

 

OTRA VEZ SOPA

Por Marina Yuszczuk

 

Las12. Viernes 13 de febrero 2015

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-9503-2015-02-13.html

 

Fantasías de cartón, sexo sin genitales y la monogamia como la zanahoria de toda mujer de bien son parte del catálogo que despliega la versión cinematográfica del best seller 50 sombras de Grey.

 

             “En los últimos años la saga Crepúsculo le dio forma de vampiro a las  fantasías pre-debut sexual de muchas adolescentes; ahora la saga Fifty Shades of Grey, salida de una máquina similar que tritura fantasías y las devuelve convertidas en estereotipos complacientes, se propone capturar un segmento del mercado que Crepúsculo había dejado afuera, el de las mujeres adultas que ya están listas para el sexo y pueden ir por más. Como una especie de Jane Eyre siglo XXI, la trilogía de novelas que destronó de la cumbre de los best sellers al mismísmo Harry Potter se convierte en película para contar el tortuoso debut sexual de Anastasia Steel, una chica con nombre decimonónico que resulta ser la presa elegida por el depredador Christian Grey, un hombre torturado que esconde un secreto.

 

                  “De un lado, la chica torpe y opaca que estudia literatura pero no lee mucho, trabaja en una ferretería y sigue virgen a los veintiuno. Del otro, el millonario avasallante y posesivo con una historia tormentosa, hijo de una mujer que era adicta al crack y adoptado por una familia de plata. Entre los dos, el lenguaje de las telenovelas del que no se corren nunca y un sexo sin olor, sin genitales. Pero la fantasía pasa por otro lado: cuando el magnate descubre a Anastasia, toda inocente con su suetercito y su costumbre de morderse el labio sin querer, no tarda en querer apropiársela. Y aunque se muera de ganas, como el vampiro de Crepúsculo, es un hombre de principios y no piensa tocarla hasta que ella firme un contrato donde se compromete a ser su esclava sexual y reconocerlo como amo. Por eso Fifty Shades of Grey es tan ambigua, porque superpone una supuesta aventura sexual que lleva a una mujer a explorar los límites del dolor y del placer, con la negociación sobre esos límites que se parece a cualquier matrimonio. Punto por punto, la película se preocupa demasiado por no herir lo que supone que es la sensibilidad femenina, y así es como Grey le propone a Anastasia una relación exclusiva, monogámica, les presenta a los padres y se refiere a ella como “mi novia”. Lo que no le cierra a la chica, más que la posibilidad de recibir unos cuantos latigazos, es que él no se abre emocionalmente: ¿Por qué no podemos dormir juntos? ¿Por qué mantenés la distancia? ¿A qué le tenés miedo?

 

 

                    “Los reproches de ella son un compendio de las llamadas actitudes “de minita”, y el sexo es un compendio de consejitos eróticos estilo sexóloga de la tele: Grey le baja la bombacha con delicadeza, se aparece con un vino blanco y dos copas, le desliza un cubito por el pecho hasta dejarlo en el ombligo, le pasa una pluma de pavo real por la pantorrilla. Y nunca, pero nunca, le pide que le chupe la pija. Si “LA” mujer estereotípica existiera, y si deseara todo tal como la sociedad se lo quiere vender, Fifty Shades of Grey podría ser la representación visual de las fantasías de ese robot-mujer: un millonario poderoso que hace deportes, salido de una propaganda de calzoncillos, la persigue, le regala autos y computadoras, se hace el difícil, le dice que no sirve para el romance pero le manda mensajitos que dicen “te extraño”, la pasa a buscar en helicóptero, sale de la cama para tocar el piano, melancólico, después del sexo.

 

                                “Los dos, Grey y Anastasia, son caricaturas del reparto más bobo de los géneros, ella como presa ingenua y él como cazador con una tara emocional que lo empuja al sadomasoquismo (y la película es bastante traidora al moralizar las preferencias sexuales de él). Y sin embargo Fifty Shades of Grey, despreocupada del lastre de todo realismo, casi consigue hacer con todo eso una historia divertida, sin culpas, un juego donde fantasear con lo más recalcitrante de los estereotipos que además conecta con el cuento del hombre poderoso que consumimos desde la infancia en Austen, en Brontë y tantas otras historias, ese que no quiere sentir pero cae rendido ante una chica a pesar de sí mismo. Lástima que a Anastasia, formateada para la monogamia, nos quiera aguar la fiesta con demasiados reclamos de pareja.”

 

Notas del autor de la Página:

(1) Anastasia Steel, una chica con nombre decimonónico…”. “La chica torpe y opaca que estudia literatura pero no lee mucho, trabaja en una ferretería y sigue virgen a los veintiuno”.

2) Grey, “depredador Christian Grey, un hombre torturado que esconde un secreto”. “… el millonario avasallante y posesivo con una historia tormentosa, hijo de una mujer que era adicta al crack y adoptado por una familia de plata”.

 

 

 

EL CENTRO DEL MUNDO

 

 

Escribe
AMILCAR MORETTI

                         Copia chica para pagina. Amilcar Moretti. Autorretrato. 2014. P2250093Hay una película del 2001, norteamericana del realizador hongkonés Wayne Wang, “El centro del mundo” que, a mi entender, fue subestimada. ¿Motivo? El sexo. O la sexualidad. Está basada en una novela de Paul Auster, también guionista de cine, que es algo para tener en cuenta. No tuvo éxito; se la “escondió”. En Estados Unidos fue calificada de “prohibida” o “inconveniente” en pleno desarrollo del neopuritanismo de Reagan y los Bush, simultáneo a las políticas neconservadoras de privatizaciones y ausencia de apoyo del estado a la educación, la cultura, la salud y la vivienda. Esto se tradujo, con los años, en una fenomenal crisis actual no solo económica y mundial sino en la desprotección, solo en Estados Unidos, de 50 millones de personas privadas de todo: atención en salud, escuela, trabajo y techo. Nada. Los pobres fueron corridos del centro de Nueva York, eso que tan bien retrata Scorsese en “Taxi Driver”. Fue la política de “limpieza” del (ex) alcalde “eficiente” Nueva York Rudolph Giuliani , el orador principal el otro día en San Juan durante la llamada “Cumbre de Inversión de Puerto Rico”, producida la empresa Adworks. Detrás del “corrimiento” de los pobres, sin techo y enfermos de drogas y alcoholismo hubo en verdad otra cosa: aprovechar esa antigua zona del centro de Nueva York para demoler todo e iniciar grandes negocios inmobiliarios y de construcción. Dos pájaros de un tiro: se “modernizaba” Nueva York y desaparecían los pobres. Y así fue.

 

 

 

 

                      Lo cierto es que un filme sin promoción sobre la cuestión sexual norteamericana no fue vista por casi nadie, ni siquiera en DVD, menos aún por el mismo público que se mata y hace cola para comprar las novelas sobre Grey y ahora ver su versión cinematográfica, apta para señoras casadas de clase media que desean posar de modernas y nunca se animaron ni pudieron, al menos del todo, a realizar algunas humildes fantasías en la cama. Allí está el ejemplo argentino de una víctima que es todo un símbolo de represión: el caso de Dora Dalmasso en el 2006.

 

 

 

 

                       La película de Wang, de bajo presupuesto, habla del poder del CENTRO DEL MUNDO: es decir, LA CONCHA, como todos saben. Él es un técnico informático que ha hecho buen dinero, una especie de hacker y de los primeros profesionalse expertos en computación. Ella (Molly Parker, poco conocida pero muy bella y sexy en ese momento, y aún ahora) es una streaper a quien el solitario contrata para pasar tres días en un hotel de Las Vegas. A cambio debe hacer para él todos sus números de calentamiento. La única condición que pone ella es no tener sexo. No tener sexo. Nunca concretar, nunca consumar. El dominio de la CONCHA, el Centro del mundo.

 

 

"El centro del mundo", de Wayne Wang sobre Paul Auster.
“El centro del mundo”, de Wayne Wang sobre Paul Auster.

 

                           El contrato se cumple: nunca hay sexo. Él se enamora, o se apasiona. Regresan. Ella fría sigue su vida de siempre. Él también. Algunos minutos de suspenso sexual de “El centro del mundo”, que refieren con crudeza la frustración sexual del norteamericano medio formado por Playboy y la compra-venta de sexo en burdeles o agencias de escorts,  desbordan por todos lados una película estúpida para asustar tontas como es “Las 50 sombras de Grey”. Nadie medianamente formado puede suponer que película o novelas tratan sobre los secretos del sexo sutil o duro, según se vea. La publicidad sola denuncia que se trata de un invento para best-sellerear con aquellas que tienen prohibido pensar -hablar, ejercer- el libre e imaginativo mundo del sexo recreativo y creativo. 

                       No vale mencionar ejemplos banales como “Nueve semanas y media” o “Bajos instintos” con una bella Sharon Stone que no usa bombacha y se cruza de piernas para que se le vea un segundo de conchita. Hoy lo hace todos los días la niña bobalicona Miley Cyrus, llena de plata y con la lengua siempre afuera como queriendo lamer todo, especialmente, hay reconocerlo, bocas y otras conchitas. También la modelo hoy en estrellato Cara Delevigne. Hace el payasito. Se come el mundo. Coge con chicas. Un universo frágil de sexo y calienta braguetas que coge con chicas. Vale más, en tiempos recientes, ver o repasar “9 canciones”, la película del 2004 del inglés Michael Witerbottom donde los actores aceptan tener sexo real frente a cámara,  Margo Stilley y Kieran O`Brien, que intercalan con igual cantidades de temas de rock que escuchan en un festival.  O la anterior, francesa, “Romance”, la película de Catherine Breillat con la actriz Caroline Ducey y el actor pornográfico Rocco Siffredi. O mejor aún: “Baise-Moi” (“Cogéme”) (2000) de la realizadora francesa Virginie Despentes que muestra violencia y sexo real en dos chicas -una que trabaja de prostituta- que deciden vengar a balazos al género femenino del dominio masculino. El filme, combina bien una extraña mixtura de atractivo erótico y rechazo. El público femenino, aunque se vea interpretado, no simpatiza. Necesita en cambio del “sado-masoquismo”  de “Las sombras de Gray” donde él la cuelga a ella y la ata pero nunca la coge. O nunca la coge bien: mucho malabarismo y escenografía pero poco cuerpo a cuerpo, poca caricia y franela, pocos besos aquí y allá, pocos juegos de que se mete y no se mete, se chupa y no se chupa, rápido y ligero, fuerte o suave y que te agarro y no te suelto y cuando llega casi el final paro y te dejo y empiezo de nuevo y así como es el juego recreativo y creativo del sexo entre hombre y mujer, sexo genital y afectivo, que no son asuntos incompatibles. Todo esto vale para ambos lados. La idealización europea del siglo XII aún perdura en la imaginación femenina, que la somete a ella misma, también creída por el varón, que perdió el camino: si hay genitalidad no puede haber afectividad, si hay fuerte sexualidad de caricias no hay genitalidad, si hay genitalidad no puede haber ternura. La gran frustración. La Gran Ilusión y la gran frustración.

 

 

 

Al fin algo en Las sombras (5, seis o 10) del Mr. Gray.
Al fin algo en Las 50 sombras del Mr. Grey.

 

 

                   Y una confesión final: desde el comienzo me negué a perder el tiempo en leer una sola línea de esas novelas femeninas que, como “Las 50 sombras de Grey” quieren pasar como “erotismo de autor” o “erotismo femenino”. Mejor: verso del erotismo. Menos aún quise saber algo de la versión fílmica, tanto que siempre creí que Grey era ella y no él. Eso, hasta que tomé contacto con vergüenza para saber de qué se trataba, o mejor, para confirmar lo que sabía. Es una película que miente. Es la versión “sado-maso” de “Sex and the City”, la película, porque los primeros capítulos de la primera temporada de la serie, para la televisión de la época, trajeron algunos atrevimientos, luego convertidos en consumismo de cosas, ropas, zapatos, novios que nunca conforman, etc. En fin, nada habla de sexo salvo lo serio y grave, como Lars von Trier y su “Ninfomanía” en dos partes con Charlotte Gainsbourg. Recordemos de paso que Gainsbourg se atrevió pero no  tanto, ya que al final se usaron dobles de cuerpo y salió a hacer aclaraciones ante el riesgo, calculado, que sufriera daño su carrera. No tan libertaria como la libertaria Jane Birkin, que nunca tuvo problemas en filmar todo.  

 

1 Comentarios

  1. AARON ROMERO

    Magnifico Ensayo sobre la ya olvidada película y libro las 50 sombras.

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