(La foto de tapa fue tomada del diario El País y pertenece a la Agencia AFP)
Escribe
Amilcar Moretti
(Esta nota fue publicada originalmente en la plataforma X (ex Twitter), el miércoles 18 de junio, a la noche)


Lo dicho, uno de los aspectos de la gran movilización del miércoles 18 contra el gobierno y a favor de Cristina F. de Kirchner es el señalado: el peronismo, que es un movimiento político-social y no un partido, parece haberse puesto en marcha. Dicen que meter presa a Cristina significó haber «despertado al gigante dormido»: el peronismo que -téngase muy en cuenta- data y subsiste desde 1945. Otro aspecto, mejor, detalle, es que la CGT no apareció. Se notó la ausencia de las grandes columnas obreras que estuvieron en la fundación y sostén del peronismo, por tradición. La CGT no declaró la huelga general. Los trabajadores no estuvieron, salvo de manera dispersa o individual. Otro detalle: el millón de feministas a la argentina, con mucha incidencia de una cúpula catedrática de teóricas de clase media blanca formada por ensayistas como la estadounidense Judith Butler y otras del mismo palo del Norte desarrollado, ese millón de feministas tampoco estuvo. No hubo grandes columnas de pañuelos verdes. Las feministas argentinas militantes no son peronistas, en general son progresistas social-demócratas, al estilo europeo o estadounidense, su inspiración. Y si son feministas y peronistas, en ese caso han sostenido la fantasía delirante y despropósito de suponer que constituían el «movimiento social de masas más grande de la Argentina», superando, claro, al peronismo. Así me lo enrostró, desafiante, una funcionaria y militante peronista, hablándome con la letra «e». Una notable y curiosa falta de conciencia de realidad, si no una traición al movimiento popular y nacional, según como se mire.
A mi entender, el tercer punto a destacar es en qué medida esta gigantesca movilización popular afectó o debilitó al gobierno de ultraderecha, que ahora ha legalizado el libre espionaje sin orden judicial sobre cualquier expresión de los ciudadanos en democracia, por ejemplo, lo que se escribe o publica en las plataformas digitales. La policía federal puede detener y allanar sin orden judicial, y encarcelar, según interpretaciones que hagan ¿quiénes?, y que como mínimo son opinables. Es antidemocrático. Es una acción propia de una dictadura, y el actual es un gobierno elegido por el 56 % en democracia. Vale acotar que gran parte de ese 56 % antiperonista visceral o directamente gorila, parece a esta altura haberse arrepentido de su voto dado que, si puede aún comer, tiene que pagar la comida diaria con tarjeta de crédito y no puede alquilar ni un rancho destartalado dado el bajo nivel de los salarios, casi congelado desde hace año y medio, y los desproporcionados montos de los alquileres.
El gobierno tiene que haber recibido un duro impacto, a lo que se suma que no puede manejar la economía y el mundo exterior ya desconfía también de su capacidad para mantener la gobernabilidad. La inflación se desaceleró, pero porque la gente no compra, no come. o come mal. Bien, si el gobierno ha resultado afectado por una movilización popular callejera que parece ha de continuar, cabe conjeturar que el Poder le suelte la mano, y lo deje solo, a la deriva. Versiones circulantes adjudican la decisión de condenar a prisión a Cristina K. a un político opositor de derecha, en algún momento aliado del gobierno, pero defraudado por este último al no cederle cargos de decisión. Según estas versiones, también actuarían «más arriba» corporaciones mediáticas. Cierto o no, y parece que lo es, el perjudicado directo del «despertar espontáneo del peronismo» popular y masivo en apoyo a Cristin K. , sería el gobierno.
Esta última cuestión se vería o resolvería en corto tiempo, para lo cual es necesario que la movilización popular se prolongue. ¿Cuánto tiempo puede durar un gobierno debilitado en lo económico y también en lo político si a ello se suma un descontento social activo generalizado?