¿Qué quiere decir Bergoglio con que la iglesia católica debe salirse de la autorrefencialidad? Que al pueblo hay que escucharlo. Hay que escucharlo, pero también reclamarle: reclamarle que entienda, exigirle en su justa medida. Macri habla en estilo lugar común de señora de barrio (¿paqueta?) para bajar el nivel de sus “subordinados” (pueblo); Cavallo hablaba en jerigonza de cifras y lograba que nadie se enterara de lo que en verdad hacía; Cristina Kirchner coloca conceptos y sintaxis que “exigen” al que escucha desde abajo, y le indica, como mínimo, que hay otros asuntos, otra forma de entender las cosas. Cristina se sale de la autorreferencia y le reclama al que escucha que actúe por lo suyo y por lo de todos.
Escribe
AMILCAR MORETTI
Domingo 22 setiembre 2013.
Argentina.
Creo que es ineludible hablar de Bergoglio papa. Forma parte de un proceso de transformación -y readaptación- integral durante el cual partes de la realidad tal como la conocemos no sobrevivirán. Y otras se reconstruirán con forma y sustancia impensadas. Mantengo la idea (inicial, preambular, de conjetura instrumental para iniciar análisis) de que Bergoglio es al Vaticano lo que Obama a los Estados Unidos.
Los dogmáticos ortodoxos, rígidos, replican que todo seguirá igual, que da lo mismo con gente como esta. Que no hay diferencias. Obama ha decidido atacar Siria -ahora en pausa por el límite advertido por Rusia, afortunadamente-, entonces, concluyen “Obama es igual a Bush o cualquier otro del estilo”. Es probable que Bergoglio no “legalice” la homosexualidad y menos aún el aborto, por lo tanto, los críticos con paradigmas de izquierda tradicional repiten que todo seguirá idéntico a cuando Juan Pablo VI fue el ariete para el desmoronamiento del la ex Rusia comunista. Y en buena medida es así, tienen razón. Pero en otra buena porción no es así, no es del todo es así. La realidad puede ser la misma pero no es igual. Heráclito, no Parménides. O Parménides (esto es así y sanseacabó) pero con buena parte de Heráclito (no te bañas dos veces en el mismo río, como su agua corre puede parecer igual pero no es la misma).
Los protagonistas encargados de la campaña masiva de Bergoglio -no es esto un desprecio sino el reconocimiento de que adoptan nuevas formas de prédica, sin que haga falta -al menos, no tanto- andar descalzo evangelizando por los caminos-, dicen (1) que Bergoglio plantea al menos “tres novedades”: su nombre, sacar a la iglesia de lo autorreferencial y reconocer el fin de eurocentrismo. Elegir el nombre de San Francisco (no hay antecedentes de esto) es un gesto nítido: el santo de los pobres, que venía de familia rica. Además, San Francisco en su momento no contó con la simpatía de la jerarquía. Es un gesto “simbólico”, dicen. Sí, claro que es lo es: plenamente simbólico, lo cual no significa que no vaya a incidir en la realidad o en la manera de mirarla. Un símbolo siempre contribuye a dar sentido a lo real, y viceversa. Es un cambio, falta esperar su repercusión. Nunca se sabe dónde germinan las semillas lanzadas en puñado. No será rápido, quizás, pero en algo habrá de incidir, fiel al origen, o distorsionado, cooptado, corrompido. No interesa. Habrá que ver.
Correr a la iglesia de lo “autorreferencial” (lenguaje de la semiología albergado por el habla popular, lo cual demuestra con conceptos de la “alta cultura” que Bergoglio ha captado el resultado valioso que a mediano plazo ya ha obtenido Cristina Presidenta con ese método criticado en su momento por “intelectual”.) Bien, ¿qué quiere decir Bergoglio con que la iglesia católica debe salirse de la autorrefencialidad? Que al pueblo hay que escucharlo. Hay que escucharlo, pero también reclamarle: reclamarle que entienda, exigirle en su justa medida. Macri habla en estilo lugar común de señora de barrio (¿paqueta?) para bajar el nivel de sus “subordinados” (pueblo); Cavallo hablaba en jerigonza de cifras y lograba que nadie se enterara de lo que en verdad hacía; Cristina Kirchner coloca conceptos y sintaxis que “exigen” al que escucha desde abajo, y le indica, como mínimo, que hay otros asuntos, otra forma de entender las cosas. Cristina se sale de la autorreferencia y le reclama al que escucha que actúe por lo suyo y por lo de todos.
Corrimiento de lo autorreferencial significa para Bergoglio y otros perceptivos como él que hay que escuchar no solo lo que dice el pueblo del común en la calle sino también -por sobre todo- percibir de modo integral significados y sentidos finos del lado en que soplan los vientos, y hacia dónde pueden dirigirse y qué circunstancias nuevas es probable produzcan. Dejar de mirarse el ombligo, de hacerse el poderoso y quedarse cada vez más solo o rodeado de los peores e impresentables, y ampliar bases con una nueva evangelización que encuentre parada en nuevo sitio fuerte o conveniente a la iglesia. Es un cambio, una readaptación, quizás. ¿Progresista? No lo definiría así. Si aún vale en algún terreno, el de progresista es un concepto que no tiene ningún rol aquí.
Se trata en todo caso de continuar al timón con tripulación y pasajeros intactos y en seguimiento de la orientación y meta sin perder el rol de poder e incidencia de la iglesia durante 2000 años. Habrá que ver, habrá que ver… el intento está, y aún así no puede asegurarse nada. El futuro no lo conoce nadie; hay sí una planificación mundial a corto, mediano y largo plazo; los resultados, tenebrosos o beneficiosos, están por verse (y no me refiero a la iglesia católica, sino al poder descentralizado mundial con su planificación a 50 y 100 años). Me animo a decir que la “hiedra” no es hoy la “conspiración” revolucionarista marxista, sino el poder de lo que hasta hace unas décadas podía visualizarse en la “alta burguesía mundial”.
Y en cuanto al fin de eurocentrismo su reconocimiento parece no solo de lo más evidente y prudente sino lo único atinente, lo único pertinente. Europa no sirve, o funge de museo. Tiene a una parte de los poderosos de veraneo en su territorio pero su poder continental no significa nada ante quien la manda, Estados Unidos, y tampoco hacia Rusia, a la cual desde hace siglos mira temerosa. En su decadencia ya reconocible y reconocida, la Unión Europea ha pasado a ser una ilusión o engaño por la falta vitalidad del continente, cuyo modelo está fuera de época. Buen nivel de consumo y museos con reliquias y buen buen gusto en el diseño de ropas no implican hegemonía imperial. Europa ahora es servil. Y cada vez genera más pobres. Y, acaso, resulta hoy más peligrosa en su desesperación. Ante el deterioro se acentúan los virajes, por ahora parciales, hacia la derecha fascista. Tiene buenas probabilidades ese autoritarismo, por lo demás inventado por la misma Europa. Y puede haber rebeliones y matanzas, e invasiones coloniales de rotosos con codicia. Así fue el “descubrimiento” (por los europeos) de América.
La decisión de elegirlo a Bergoglio, aunque con fuertes enemigos, es una más -central- dentro de una estrategia. Es el hombre razonable, intermedio, político hábil, buen consensuador, inteligente y de gran percepción, del Continente Nuevo y del Futuro (Sud y Centro América), sabe ser conservador y renovador (por no decir, “progresista”), sabe escuchar atento, conocer al otro y responder preciso, claro y a la vez con un margen de ambigüedad suficiente como para tener siempre espacio cualquiera sea el resultado. Parece saber lo que quiere. O se hace informar bien. En lo personal, no le interesa la riqueza. Y su poder, o el que pueda llegar a acumular es para la iglesia, es la de iglesia. Y si al subcontinente no le dejaran ser el futuro, igual es el territorio con más base humana de la iglesia en el planeta. Después, vienen los acercamientos a Asia y quizás más concretos a África, ya diezmada ante el silencio e indiferencia mundial.
Dos medidas importantes, por ahora, que marcan una dirección marcan a Bergoglio: poner al Vaticano bajo las leyes y normas internacionales con relación a las finanzas corruptas del Banco Vaticano (IOR, Instituto para las Obras de Religión) y otro tanto para los pervertidos psicópatas sexuales y pederastas miembros de la iglesia. Fijó distancias. ¿Se solucionarán ambos temas? Imposible decirlo; seguro, se moderarán, ingresarán en campo de control, no tendrán gestión absolutamente autónoma. Bergoglio se distancia así de ambas cuestiones internas, impresentables para fundar cualquier renovación, asunto imprescindible de sacar del medio para comenzar la expansión evangélica y el ensanchamiento de la base. Así ve él la estrategia para reposicionar a la iglesia en el contexto mundial ya trazado, que puede imaginarse oscuro e injusto por cierto. La opción por los pobres, más allá de lo caritativo, tiene que ver con esto: ya no los trabajadores y clase proletaria tendrán “curas obreros” sino que las masas de despatriados, migrantes y desesperados deben ser contenidos, ideológicamente, “espiritualmente”, por la iglesia. Allí estará la disputa principal para construir poder de abajo hacia arriba. Un riquísimo filón que la iglesia nueva querrá solo para sí. ¿”Anticapitalista”? No. Con suerte, regulado, compasivo.
Bergoglio, como toda la jerarquía, sabe que ya no hay un enemigo letal y frontal a la vista, como durante 100 años el comunismo, para disputarle a la iglesia no tanto el capital sino las conciencias. Los grandes obstáculos o adversarios son el descreimiento creciente desde 1989 (en especial, tras la caída del Muro) y la destrucción mundial, medioambiental de tal magnitud que haga imposible la vida de todos, o de la gran mayoría, lo que desbordaría en un desorden descomunal en todo el planeta, imposible de manejar. Dadas esas circunstancias, le arrebatarían el manejo los ultramontanos de la jerarquía, los neofranquistas y opoudeístas, los militaristas de cruz y espada, los “procesistas”, fundamentalistas.
Bergoglio es un “blando” para estos legionarios gerdarmeriles. Él ha elegido situarse en el lugar del mayor equilibrio posible dentro del desequilibrio global, interno de la iglesia y externo del mundo. Y prepara su ejército para el futuro, tarea que ya cumplieron los jesuitas como los “intelectuales con poder militarizado” en la colonización en reemplazo de la primera cruzada de rústicos e incultos frailes en contacto con el habitante original de América. Bergoglio sienta bases y ha comenzado la reorganización para otra época, que ya ha llegado, y ha de apostar por la paz y la moderación sin demoler cimientos, tarea que por otro lado ni desea ni le resultaría posible a la iglesia.
Por eso Bergoglio ha hecho oír su voz contraria a la invasión a Siria; no es oportunismo, al contrario, trabaja a mediano y largo plazo por ese aspecto crucial: la paz. La guerra, si se desmadra, no será controlable en sus consecuencias. Es probable, y es deseable, que Bergoglio grite aún más fuerte y más directo señale a los promotores de la guerra. Quizás lo haga y sorprenda a muchos. Se ganará, claro, enemigos poderosos pero es su única posibilidad de poder y continuidad sustentables. Y a la vez, ganará otros aliados. Le ha tocado a Bergoglio, y creo que tiene buenas posibilidades de lograrlo o acercarse bastante a la meta, preparar la movilización organizada de la iglesia para el futuro oscuro que se viene, a efectos de que ganen unos, ganen otros, pueda negociar en condiciones de fuerza. Si pierde, lo reemplazarán. Y si de igual modo lo desplazan, bueno, ahí habrá otra historia que nadie puede siquiera imaginar. Lo seguro es que “habrá más penas y olvidos”, como resalta el tango.
(1) “Novedades de Francisco”, sábado 14 setiembre, diario Página12, Buenos Aires.
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2 Comentarios
Excelente. Comparto plenamente tus puntos de vista y me precio de haber sido alguno de los primeros de este lado en entender este giro que mencionás. Te felicito
Te agradezco.
Un saludo cordial.