Mientras miro a Cata
Cuando le dije a Cata que me fascinaban los pequeños rituales íntimos de la mujer
hermosa -culpa de mamá-, me entendió enseguida. Sabía. No sabía, pero sabía. Así se define en psicoanálisis. Y yo me refería a las ceremonias de depilarse, ponerse las medias de «seda» negra a mitad de muslo, pintarse las uñas de los pies, delinearse los ojos, poner una boca especial para pintar los labios con un pincel, lavarse la cabeza, jabonarse en la ducha, en fin, esas cosas. Cata comprendió. Lo cotidiano, le dije, pero desnuda y en una mujer bella. Cuando lo hace, me quedo mudo. Miro. Hago ejercicio de mirada, como -supongo- Tiziano (el pintor renacentista, Escuela Veneciana, 1400-1500) previo a pintar la hoy llamada Venus de Urbino. Es que Catalina al día siguiente apareció con un cofrecito metalizado y me intrigó. Quedé como las dos empleadas de Venus en la pintura de Tiziano, que está en la Galería Uffizi, en Florencia, Italia. Venus está recostada, desnuda, mira al espectador, no se sabe si espera a uno de sus amantes o bien si hace un ratito que acabó con él. Mira. Se hace la que no se da cuenta, pero al fondo a la derecha dos empleadas revuelven en su baúl. Quieren ver cuál es el secreto de Venus, qué esconde, porque es una diosa, la diosa del amor, del sexo amoroso, o del amor sexual. Del amor. Pero no saben que en ese baúl puede haber desgracias o beneficios, que se pueden diseminar por el mundo. Ese no saber es lo que diferencia a Venus de las mortales: hacer creer que su milagro yace en un baúl. No, el milagro es ella. Por eso hace el amor con todos los que desee y nadie puede rechazarla. El secreto es la misma Venus. La incógnita, diría Freud, es la sexualidad humana. Por eso nunca está resuelta, siempre es un conflicto. Y ahí estaba el cofrecito plateado de Catalina, ya desnuda, sentada en el borde de la cama. Lo abrió y sacó un «utensilio» que nunca había visto. Tranquilamente puso atención en la terminación detallada de la depilación de sus piernas. Yo la fotografiaba: hacía ella una de las ceremonias que yo le había pedido. Entonces, sabía, me dije después al ver las imágenes. Sabía. Cada tanto, levantaba la cabeza y me miraba. Cien fotos, más, no sé. Levantaba la cabeza y me miraba, se sonreía a veces. Así una media hora, creo. Después dejó todo, pero dejó el cofrecito abierto. No miré dentro. No me animé. Me olvidé. Me miró y se sonrió, apenas. Casi un metro ochenta y no era Venus. Y yo no era Tiziano, pero sí me acordé de la larga cola que tuve que hacer para poder ingresar a Uffizi, en Florencia, antes de su restauración. Y ahí estaba la Venus de Urbino. Y ahora Catalina. «Soy afortunado», me dije. (AMILCAR MORETTI)
(ver también: http://www.eye4umodels.com/db/editorial/?model=amilcar)








Modelo: CATALINA MATUS WALSEN. Bailarina. 2014.

Ustedes saben que me gusta Oscar Peterson, el pianista de jazz canadiense muerto en el 2007. No pregunten porqué lo elegí en su «Blues for Big Scotia», porque no lo sé. Lo escuché y me dije «Catalina en ceremonia. Desnuda y en ceremonia, dueña de la ceremonia». Además, Oscar Peterson de espaldas a Michel Legrand, el gran compositor de música de películas y excelente jazzero en el piano. y un tercer pianista, Claude Bolling. Un lujo. Primero Oscar Peterson presenta a Legrand y al contrabajista Niels-Henning Ørsted Pedersen y al batero Martin Drew. Nada, te presenta Oscar Peterson. Es 1984. En Francia. Espalda contra espalda. Y comienzan con el blues. Y fue que dije: Catalina se depila.
EROTICA DE LA CULTURA agradece como siempre a YOUTUBE y sus colaboradores.
Oscar Peterson, Michel Legrand & Claude Bolling, «Blues for Big Scotia»
Publicado el 28 de mar. de 2012
Niels-Henning Ørsted Pedersen – Bass
Martin Drew – Drums
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