“Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos y los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y no vale nada, para aniquilar a lo que vale.”
(PABLO, apóstol de Jesús, pág. 622 de “Primera Carta a los Corintios“, Nuevo Testamento, La Biblia. El libro del pueblo de Dios. Versión aceptada por la Conferencia Episcopal Argentina. Editorial San Pablo, BUENOS AIRES, 17 de marzo del 2004)
“Hay metáforas tan fuertes en la vida que empozan el alma. Desollar… un golpe oscuro y negro para pensar la historia” (…) “Se desolla a un país cuando se le arranca una espesa recubierta que de una manera u otra es la que lo ha sedimentado históricamente. En ese ámbito bien o mal arropado se resguardan las antiguas y modernas efusiones de una sociedad complicada y con viejas desesperaciones, explícitas o contenidas”. (Están allí) “sus conflictos, sus imposibilidades, sus esperanzas. Desollarlas, en el mejor de los casos, es reemplazarlas por capas de frágiles palabras plastificadas, enfoques humillantes, estilos persecutorios, imposiciones intolerables, a veces públicas, a veces sigilosas” (…) “Decir esto no es un ataque artero; es una preocupación comprensible sobre si estamos marchando hacia una semidictadura”.
(Horacio González, ex director de la Biblioteca Nacional Argentina, en “La Argentina desollada”. Martes 14 de febrero del 2017, Diario Página12 de Buenos Aires. Pág.12
(Leer: https://www.pagina12.com.ar/20111-la-argentina-desollada )
Nombró a Shirley Horn, una cantante de jazz que tenía olvidada, injustamente, por esas cosas del tiempo, las rutinas de la escucha, los pasos tapados del pasado. Ella me nombró a Shirley Horn en el taxi que nos llevaba de mi casa hasta la terminal de ómnibus, para volver a Buenos Aires. Era invierno, sombras aún tempranas pero ya de noche. Shirley Horn, la había perdido sin darme cuenta. Una cantante de voz y suavidad excepcionales, alentada y preferida -lo repetía él- por el excepcional y aún no superado Miles Davis. De un cáncer y diabetes (le habían amputado un pie en los últimos años), Horn ya había muerto en el 2005 a los 70 años. Era setiembre y hacía frío y cuando yo le pregunté por sus cantantes preferidas no solo de jazz (ella comenzaba sus planes de convertirse en cantante, cosa que logró), además, claro de las esperadas Billie Holiday, Sarah Vaughan y otras, mencionó varias voces argentinas y ahí, enumeró y estalló en mí con sorpresa el nombre casi borrado de Shirley Horn. En la explanada de la estación ella se mostraba siempre inquieta, a pesar de haber representado durante horas desnuda para mi cámara, hace ya de ello seis años. No volví a verla. Interfirieron esas cosas crueles e inútiles de la vida como que la coaccionaran en el trabajo para que renuncie porque alguien había visto una de mis imágenes en la web. Se sumaron confusiones, malentendidos, juventud e impericia, añares que en mí fueron hiperestésicas dignidades heridas, y al final una madeja de tensiones y recelos de esos que se deshilvanan -en ocasiones, siempre tarde- solamente con el transcurso de las décadas, cuando se vuelve la cabeza y se percibe que hay piedras preciosas opacadas por lo irrepetible. Los años, la fisura de los años, los deseos fuera de curso e incumplidos, maldades ajenas, equivocaciones propias, los fracasos, los padeceres diarios, la fugacidad de todo, todo ese embrollo que hace que nada se pierda del todo y a la vez que no se vuelva a encontrar, o al menos sentir igual. Pasa con las personas, con las naciones, los períodos creativos, las opciones primero transitorias y al tiempo definitivas. Cuando estuve de regreso en casa busqué grabaciones de Shirley Horn, quien además fue una excelente pianista de formación clásica, y sí, allí estaban en viejos discos de 33 vueltas (“revoluciones”) por minuto. La marca queda. Mis memorias, la blancura en la voluptuosidad de ella, la voz de Shirley. Pocas veces, quizás nunca más, volví a estar cerca de presencias, voces, cuerpos, tersuras y dunas tan bellas. (AMILCAR MORETTI)
Escribe
AMILCAR MORETTI
Entre todos los temas de Shirley Horn, elegí “Verano”, “Estate” en italiano. Es un tema que me define. Porque es jazz, es bossa, es italiano, habla de algo verdadero. “Estate” es, seguro, la única canción italiana que integra el repertorio de estándares de los músicos de jazz. La melodía de Bruno Martino es bellísima y arrastra un tono pálido y doliente de melancolía. La letra de Bruno Brighetti destila un odio estacionado y estacionario, casi una fórmula de vida que no se disuelve nunca del todo. Capta algo de la evanescencia de la existencia humana. Habla de un amor que se presenta con los colores cálidos y fugaces del verano, esos estados de ánimo que se esfuman en meses, cuando llega el otoño o el frío del invierno. “Odio el verano”, es casi el estribillo del tema, y extrañamente guarda una mención a la nieve y el hielo que, al tiempo que congelan el amor no cumplido, hacen algo parecido con el dolor y, con frecuencia, con los sentimientos. El humano suele defenderse y precaverse de los desencantos y desilusiones mediante la distancia, el distanciamiento, una suerte de enfriamiento afectivo que puede lindar con lo impiadoso, la indiferencia y, no pocas veces, el cinismo, el daño al otro.
Tal vez, lo más desastroso de este mecanismo es la castración afectiva que sufre el que se pone a distancia para evitar el padecimiento y torna mezquinas a las personas. Allí es cuando se inmiscuye la sociedad de mercado que enfría corazones y los sustituye con consumos, con frecuencia inalcanzables. La frustración y el empequeñecimiento, al fin de cuentas, son mayores y sentidos. El valor de “comodidad” hoy de este último capitalismo de casino es que achicharra a las personas, las torna impiadosas y parcializadas. Este capitalismo afectivo es hoy muy común y tiene que ver con la eficacia utilitarista de los consumos, la fama, el “triunfo”, El capitalismo hoy guarda una simientre más siniestra que nunca: se dedica a producir subjetividades frías y mezquinas. El dolor es el principal síntoma del proceso de cura y des-alienación. Aunque no se vincula con episodios personales míos, “Estate” es una canción que relata algo que siempre me hizo presencia en “Un corazón en invierno”, la hermosa película del francés Claude Sautet. Ese sentimiento sobre la ficción y fantasía del verano y de su -a veces dolorosa- fugacidad la conocemos muchos, quizás todos. Es la fascinación y engaño del verano en vacaciones. Es extraño por su ambivalencia: al mismo tiempo, habla de lo que no puede durar y simultáneamente te ha hecho entrar en estado de hechizo. Las personas suelen emerger encallecidas, insensibles. E igual sufren.
ESTATE (VERANO, SUMMER)
Sei calda come i baci che ho perduto
Sei piena di un amore che è passato
Che il cuore mio vorrebbe cancellare
Odio l’estate,
il sole che ogni giorno ci donava
gli splendidi tramonti che creava
Adesso brucia solo con furor
Tornerà un altro inverno
Cadranno mille pètali di rose
La neve coprirà tutte le cose
E il cuore un po’ di pace tornerà
Odio l’estate,
Che ha dato il suo profumo ad ogni fiore
L’ estate che ha creato il nostro amore
Per farmi poi morire di dolor
Odio l’estate…
Odio l’estate…
Tornerà un altro inverno
Cadranno mille pètali di rose
La neve coprirà tutte le cose
E il cuore un po’ di pace tornerà
Odio l’estate,
Che ha dato il suo profumo ad ogni fiore
L’ estate che ha creato il nostro amore
Per farmi poi morire di dolor.
Odio l’estate…
Odio l’estate…
Shirley Horn – “Estate(Summer)” (Joao Gilberto) (Music:Bruno Martino, English. Lyrics:Joel Siegel)
Subido el 12 jun. 2009
Fan Post.
CD:”Here’s To Life: Shirley Horn With Strings”
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(c)1992 Verve Records
Categoría: Música
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“Summer (Estaté)”, de Shirley Horn (iTunes)