«Al desregularse todas las transacciones en lo social, no sólo se enloquece la economía, se produce un salto al vacío, se disemina una angustia inconmensurable en la sociedad, sino que se desregulan los pactos. Se desata el desamparo que trae toda pérdida de referencia y los discursos sociales se desanudan».
Semanas atrás mantuve una desafortunada e indeseada conversación con una modelo de desnudo de arte en torno a sus honorarios. Desinformado, me entero que los pagos acordados en una naciente asociación de modelos fueron fijados en $14.000 por hora, es decir, 14 dólares. Mis sesiones desde hace quince años duran un mínimo de seis horas. O sea, debo abonar $84.000, casi 100 dólares por jornada sin contar descansos, comida y pago de viáticos. Un periodista de diario -de eso he trabajado casi toda mi vida- gana, si tiene mucha experiencia, unos $500.000 mensuales, trabajando cinco veces a la semana (dos francos) como mínimo 8 horas diarias. No se pagan las horas extras, muy habituales. En síntesis, unos $25.000 diarios por veinte días mensuales, algo así como 3 dólares por hora. Hechas otras consultas, ya en el vértigo de la inflación incontenible de febrero y una devaluación catastrófica (se anuncia otra para estos días), me informo que ahora los honorarios de las modelos de desnudo y otras actividades oscilan entre los 20 y 30 dólares por hora. Resumo: entre $22.000 a $32.000 por hora. Repito: por hora. No cuestiono, describo. Y comparo: una sesión de psicoanálisis (45 minutos): ha sido fijada entre $8.500 y $12.000, promedio. Una maestra jardinera tiene un sueldo de $280 mil por 5 cinco horas diarias, más otras dos horas como mínimo para planificar clases y corregir tareas. Un médico director hospitalario tiene un adicional de cerca de $200 mil que totalizan unos $600 mil mensuales, con responsabilidad los 30 días del mes. Un «buen» sueldo de empleado común ronda los $250 mil por 8 horas diarias cinco o seis días semanales, pudiéndose extender a algo más de $300 mil. Cuando no hay regulación del Estado no solo enloquece la economía sino que se pierden todas las referencias, nada tiene relación con nada y en el «libre mercado» de desocupados se puede cobrar cualquier precio y pagar al empleado lo que al patrón se le antoje. No sin sorpresa, me di cuenta de lo inalcanzable de mi pretensión. Las sesiones que hago desde hace quince años se convirtieron en arte para ricos, «arte para la casta», dije copiando al desquiciado mandatario.
La respuesta, en tono de afrenta y aflicción fue desde desearme la muerte (literal) a que «nunca más pueda trabajar con una modelo». Además, claro, de «ingresar» en el rubro de machista y patriarcal si no explotador y negrero. Sé que las chicas modelos, como los actores, no trabajan todos los días, y con las tarifas mencionadas presumo que menos. Percibo que hay una situación desquiciada -muchas habrán votado a Milei- con situaciones personales de angustia y sensación de desamparo, según señala en la nota de abajo la psicoanalista Fabiana Rousseaux . También observo que en muchos intentos primeros de organización femenina hay una ostensible inexperiencia, un peligroso voluntarismo, una grave confusión sobre el enemigo y una ineficacia que, dada la situación general de Argentina empeorarán hasta vacíos, desgracias y padecimientos no imaginables en especial por los jóvenes. Los que venimos de los años 60 y 70 sabemos mucho de eso.
A.M.
La libra de carne y el kilo de carne
ACERCA DEL VALOR DE LAS SESIONES DE ANÁLISIS
La pregunta sobre los honorarios en el consultorio cuando ya no existe referencia alguna en el intercambio que regula y da una medida a lo social.
Por Fabiana Rousseaux
https://www.pagina12.com.ar/711066-acerca-del-valor-de-las-sesiones-de-analisis
Luego de una sesión de análisis, una paciente dice «¡todo aumenta! También se actualizaron los honorarios, ¿no? Seguro, porque si la cosa sigue así, dentro de poco un kilo de carne va a salir más caro que una sesión de análisis, va a ser impagable, ya nada tiene relación con nada«.
Efectivamente, muchxs colegas dan cuenta de una pregunta por la que estamos atravesados en estos días acerca del valor de las sesiones de análisis cuando ya no existe referencia alguna en el intercambio que regula y da una medida a y en lo social.
Sin embargo, el problema excede la cuestión del ámbito privado y también atañe a lo público, dado que a pesar de la gratuidad en los hospitales, sabemos que en un análisis siempre se paga de algún modo y es su condición intrínseca.
En este sentido, la situación que se ha desencadenado desde el propio discurso presidencial es algo que toca aristas muy distintas a las que ya instalaron gobiernos liberales anteriores y que merece pensarse en sus incidencias directas sobre el pago en los tratamientos. Veamos algunas cuestiones al respecto.
Quien asumió la presidencia de Argentina hace casi dos meses, en uno de sus habituales y desconcertantes comentarios, espetó que «el peso (argentino) no vale ni excremento». Además del desprecio formidable hacia la moneda nacional, en esa expresión borra de un plumazo todo valor de intercambio posible.
Simultáneamente, anunció la desregulación absoluta por parte del Estado, ya nada tiene una relación estable en el valor de cambio, todo puede valer cualquier cosa; “el Estado es el problema y no la solución”, y también de este modo el Estado renuncia a toda función protectoria hacia sus ciudadanxs, particularmente en lo tocante a sus derechos esenciales, entre los cuales la salud y la salud mental son algunos de los más afectados. No nos olvidemos que fue el mismo mandatario quien vociferó también, que la justicia social (dentro de la cual se inscribe lo referido a los servicios públicos de atención) es una aberración que se origina en un robo, para completar el despropósito de los neo-argumentos libertaristas –no le podemos conceder la ética de la tradición libertaria a estos fans de la financiarización de la economía y de la destrucción y del dolor social–.
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Quien asumió la presidencia de Argentina hace casi dos meses, en uno de sus habituales y desconcertantes comentarios, espetó que «el peso (argentino) no vale ni excremento». Además del desprecio formidable hacia la moneda nacional, en esa expresión borra de un plumazo todo valor de intercambio. Simultáneamente, anunció la desregulación absoluta por parte del Estado, ya nada tiene una relación estable en el valor de cambio, todo puede valer cualquier cosa; posible. Afirmó que la justicia social es una aberración que se origina en un robo. No le podemos conceder la ética de la tradición libertaria a estos fans de la financiarización de la economía y de la destrucción y del dolor social.
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Vemos entonces que las dos operaciones mencionadas arriba conllevan fuertes efectos simbólicos: 1-la operación discursiva «el peso argentino no vale ni excremento» pronunciada por un jefe de Estado en su propio país, 2-«el Estado es el problema y no la solución y ya no regula nada», que hace implosionar la propia estructura democrática.
Es determinante pensar en esos efectos, ya que el modo en que se plasmó esta situación desestructurante en la frase de una analizante puede abrir un debate sobre las implicancias que ambas operaciones introducirían tanto en los tratamientos privados como en los públicos.
El tema del pago en un análisis implica –en la singularidad de cada caso– la introducción de una relación con aquello de lo que está hecho lalengua. ¿Con qué se paga? ¿cómo se paga?, interrogantes inscriptos siempre en la transferencia. Al tratarse de una economía pulsional, ubicada entre el campo del sentido y la estructura libidinal, no coincide con las vicisitudes del mercado.
Jorge Alemán en su artículo “Sobre pulsión y dinero”[1], refiere: Freud supo encontrar algo más que avaros y sedientos de dinero. También encontró al que no soporta el dinero y se empobrece una y otra vez para garantizar su estar en deuda indeclinable, el que siente que tienen que pagar los demás el haber sido arrojado de este mundo, el que nunca más podrá separar el don, el regalo, los excrementos, al que se siente para siempre amenazado por una cuenta que le van a pedir, etc. Lo cual significa que en la experiencia analítica el dinero viene a introducir la función que lleva al límite su contingencia y su inconsistencia al tratarse de «pagar por el propio trabajo del inconsciente».
Es decir que el tema del pago, de acuerdo se inscriba en una determinada traducción monetaria en el ámbito privado o en la gratuidad del sistema público, no está exclusivamente ligado al dinero y al no existir justicia distributiva de goce, como afirma Lacan, debemos renunciar a ese ideal de homogeneización. Sin embargo, la trascendencia que toma el hecho de que las instituciones públicas estén reguladas por las políticas estatales dan una legalidad fundamental que puede incidir en el acotamiento del goce en los tratamientos y esto lo hemos podido corroborar en las distintas formas que ha tomado lo público a lo largo de los sucesivos gobiernos. Nunca fueron lo mismo los efectos en la clínica de gestiones que oficiaron de reguladores de esos goces que las que los profundizaron o desencadenaron. La clínica en lo público da cuenta de ello.
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Decir que el peso argentino es excremento y que el Estado ya no regula nada, hace implosionar la propia estructura democrática. Es determinante pensar en los efectos, el modo en que se plasmó esta situación desestructurante. Nunca fueron lo mismo los efectos en la clínica de gestiones (gubernamentales) que oficiaron de reguladores de esos goces que las que los profundizaron o desencadenaron. La clínica en lo público da cuenta de ello.
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En la medida que el goce prolifera en las instituciones, el lazo retrocede. Analizantes y analistas están en relación a una forma de regulación que viene al lugar de lo gratuito, sin lo cual sería muy complejo maniobrar con los diversos goces que se juegan en un análisis.
También debemos reconocer que este tema ha estado muy poco pensado en las instituciones estatales y quizás ello se vincule a la destrucción y difamación de lo público que durante distintos períodos neoliberales fueron erosionando el sistema y lo colocaron en no pocas oportunidades, más del lado de resto puro que del sostén de transferencias, habiéndonos posicionado en una relación de exterioridad respecto de las políticas públicas como si no fuéramos nosotrxs, en el acto de escucha, quienes encarnamos a la institución/Estado en ese lugar. En ese acto, la transferencia no es sólo en nombre propio. Está regulada por lo público y eso crea condiciones distintas para inscribir las consecuencias traumáticas del Sujeto del Inconsciente en ese dispositivo.
Sin dudas, el psicoanálisis cuenta con una larga trayectoria en materia de dispositivos públicos, según surge de las actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, donde se registra que en 1922 se crea el primer ambulatorio psicoanalítico para dar respuesta a los diversos sucesos políticos y sociales que se desarrollaron en el período que va entre la 1ra y 2da guerra mundial para asumir los tratamientos de quienes no podían pagar sus sesiones.
Es en la trascendental referencia de Lacan a la libra justa de carne, tomada de «El mercader de Venecia», donde refiere a lo inconmensurable de la deuda que hay en juego siempre en el Sujeto, a la vez que reconoce el valor significante que introduce una medida, como condición de una cura y sin lo cual la transferencia sería muy difícil de soportar. Podemos decir que en un análisis se paga con el cuerpo, con el nombre, con la angustia, con la división, con soportar el lugar, con la desposesión, con la pérdida de goce, con la confrontación a la deuda imposible, con el sacrificio. Se paga de muchas maneras.
La dimensión real del dinero en la experiencia analítica que desde los inicios freudianos tuvo el sentido de “atenuamiento del amor de transferencia” en su asociación con lo sexual y desde la perspectiva lacaniana se jugó en el tope a lo incalculable de ese “algo inerte, sacrificado, que es la libra de carne” donde el analista también paga con su cuerpo y su nombre haciendo de soporte a la transferencia, ubica al dinero (pago del paciente o pago institucional que recibe en nombre del Estado) como el operador que permite no responder a la demanda ilimitada de amor.
Muy lejos de la ecuación freudiana de pone al dinero y el excremento o heces, como equivalentes simbólicos, en su relación al don, a ceder algo al otro (el excremento constituye el primer objeto que ponemos en circulación en el mercado del intercambio, en este caso amoroso), la vociferación presidencial exalta el desprecio hacia lo propio, hacia lo que hace de encuadre en ese intercambio simbólico que requiere la gratuidad en lo público y da medida a lo privado, quedando identificados lxs ciudadanxs con el puro resto, y los analistas que reciben el infra-excremento que no entra en ninguna cadena simbólica, deben hacer algo con eso.
Al desregularse todas las transacciones en lo social, no sólo se enloquece la economía, se produce un salto al vacío, se disemina una angustia inconmensurable en la sociedad, sino que se desregulan los pactos. Se desata el desamparo que trae toda pérdida de referencia y los discursos sociales se desanudan.
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Lejos de la ecuación freudiana de pone al dinero y el excremento como equivalentes simbólicos, en su relación a ceder algo al otro (el excremento constituye el primer objeto que ponemos en circulación en el mercado del intercambio, en este caso amoroso), la vociferación presidencial exalta el desprecio hacia lo propio, hacia el encuadre en ese intercambio simbólico que requiere la gratuidad en lo público y da medida a lo privado. Al desregularse todas las transacciones en lo social, no sólo se enloquece la economía, se produce un salto al vacío, se disemina una angustia inconmensurable en la sociedad, sino que se desregulan los pactos. Se desata el desamparo que trae toda pérdida de referencia y los discursos sociales se desanudan. Estas determinaciones hacen no ya a la economía de un país, sino a la destrucción de un país por la vía económica. No se trata solo de no confundir las leyes del mercado con las leyes del inconsciente sino de leer ¿qué nuevos efectos trae aparejado el retiro del Estado de sus funciones, desregulando la economía real y simbólica?
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A pesar que en el contexto actual la lógica brutalmente mercantilizada de la abdicación presidencial en favor de la financiarización de la economía y en contra de la moneda nacionales un tema central, las personas que consultan a un psicoanalista están atravesadas por una deuda impagable como planteamos; pero no podemos sustraernos de las determinaciones que hacen no ya a la economía de un país, sino a la destrucción de un país por la vía económica. No se trata solo de no confundir las leyes del mercado con las leyes del inconsciente sino de leer ¿qué nuevos efectos trae aparejado el retiro del Estado de sus funciones, desregulando la economía real y simbólica? No es sólo un tema de precios u honorarios. Y quizás valga preguntarnos, ¿qué incidencias pueden existir sobre la clínica psicoanalítica si estas vociferaciones (presidenciales) no cesan?
Fabiana Rousseaux es psicoanalista. Coordina la Red latinoamericana Territorios Clínicos de la Memoria.
Nota:
[1] Alemán, J; Jacques Lacan y el debate posmoderno.