En su momento, mientras ocurría, festejaron en la Plaza la guerra de Malvinas. Los pibes iban al frente en bolas y sin saber a dónde. Y estos de acá -muchos argentinos- fueron a la Plaza de Mayo a festejar la Guerra. Estos de acá celebraron, se quedaron con su vida rutinaria. Buenos Aires, casi todo el país, permaneció con sus boliches abiertos. La vida nocturna, igual. Muchas madres acongojadas. Otras, orgullosas del sufrimiento del hijo. Cuando los chicos soldados volvieron nadie fue a recibirlos. Eran apestados. Nadie quiso hablar, digo, esos que festejaban. La oficialidad, casi enterita, también los había abandonado. Oscuro, obsceno. Pornografía moral y política. Y todavía estaba la misma dictadura cívico militar, la última. (Amilcar Moretti)
A estos le gustaba y les gusta la guerra, pero que la hagan los otros. Y más aún contra un ejército enemigo bien pertrechado y profesional, de igual a igual, o en resistencia permanente.