“Ojo que el asunto de la montaña de libros, diarios, revistas y casetes parece de una historia de ciencia ficción o de terror. Esa masa -la “Cosa” (1) – puede ir cercándote, apretándote y quién sabe si Cristina llega a tiempo. Mona (2) estará allí, mirando y pensando en lo tonto que son los humanos ¿no?” (CARLOS DE ROJAS)
El comentario por carta a un nuevo aunque repetido “accidente” que sufrí días atrás. Se vinieron abajo, desmoronaron, dos estantes de cuatro metros de una biblioteca. Cayeron sobre una montaña de diarios y revistas de dos metros por dos metros y una altura de metro ochenta produciéndose un efecto cascada de derrumbes que ahora me impiden abrir la puerta única de la habitación archivo. Es la tercera o cuarta vez que sucede con diferentes estanterías de mi hogar con sobrepeso de libros, revistas, diarios, miles de películas y devedés con música. Ahora al menos fue en un espacio circunscripto.
¡Qué bueno lo que decís, Carlos! Y qué bien dicho y escrito está.
Se me ocurre esto:
Tipo que se vuelve loco o desaparece, lapidado, atrapado por paredes de libros y diarios. “El corazón delator” de Poe. “El tonel del amontillado”, con el muerto y el gato detrás de una pared recién levantada para hacerlo desaparecer vivo o el cadáver. O el cuento del enterrado vivo de Poe que me parece recordarlo con Ray Milland (3) en una película de Corman. Tarantino lo repite en una de sus películas Kill Bill. El tipo que es lapidado -autolapidado- por paredes de libros, hasta que no puede escapar, o salir, o se hace su propia prisión o fortaleza. Y al que nadie lo escucha, aunque grite o escriba en una página web. O al que le temen o inquieta porque no pueden sortear el muro bunker-prisión de libros, diarios, revistas. Esto último ya lo he notado en varias modelos jóvenes, además de que no entienden de qué hablo, como si fuese chino. Les da miedo, aburrimiento, hastío, admiración, y al final huyen. ¡Está bueno! ¿Da miedo? No se qué da.
(Aunque peor es lo que ocurría en la última dictadura y siempre temo me suceda hoy con el 51%: venían de noche, tiraban todas las bibliotecas, destrozaban todo, te llevaban detenido (a veces algunos volvían vivos) y rompían y saqueaban hasta vaciar la casa. Le sucedió a figuras intelectuales muy importantes de La Plata y su universidad nacional: el doctor Schaposnik, catedrático en la Facultad de Derecho, o el doctor Floreal Ferrara, titular de Cardiología en la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata y ministro de Salud. Igual, con el destacado filósofo Rodolfo Agoglia, mi profesor en la cátedra de Lógica en la Facultad de Humanidades (Bahía Blanca) o el actor casi fetiche de Leopoldo Torre Nilsson, el grandísimo Lautaro Murúa).
(1) Hace alusión a “The Thing” (1982), aquí titulada “El enigma de otro mundo”, obra de ciencia ficción-terror del excepcional JOHN CARPENTER. Con Kurt Russell. Sucede en la Antártida. Hay una versión anterior del maestro Howard Hawks, de principio de los años 50 del siglo pasado.
(2) Mona, una gatita joven que ya falleció. Quedan con nosotros en mi hogar Nina Suricata , la madre de Mona, que recogí en la calle tras la gran inundación, y Susta Gómez, alguien así como la abuela.
(3) Me parece mejor Vincent Price, pero no tengo ganas de confirmar en mi archivo de videoteca. Una colección de 4.000 películas de cine arte y de autor en 1.000 casetes.