MIS TRABAJOS Y DÍAS

LAS ELECCIONES DEL 12 Y EL DESPUÉS QUE DEBERÍA VENIR. Escribe Amilcar Moretti

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«En la doctrina, la teoría y la misión está el germen de la organización peronista». «A la organización del Gobierno y del Estado siguió la del Pueblo. El justicialismo concibe al Gobierno como el órgano de la concepción y planificación, y por eso, es centralizado; al Estado como organismo de ejecución, y por eso es descentralizado, y al Pueblo como el elemento de acción y para ello debe también estar organizado. 
«Los tres factores, Gobierno, Estado y Pueblo, deben actuar armónicamente coordinados y equilibradamente compensados en la ejecución de la misión común. Para que ello ocurra, son necesarias una subordinación ajustada y absoluta del Estado al Gobierno y una colaboración y cooperación inteligentes de las distintas fuerzas del pueblo con el Gobierno y las instituciones estatales. Solo así la comunidad puede constituir un conjunto armónico para empeñarse a fondo en el cumplimiento de una tarea común. Por eso el Estado moderno no podrá cumplir su cometido si no realiza acabadamente su organización».
JUAN PERÓN
Pág. 234 de «Los Vendepatria» (1)
(1957)  

Fotografía del diario La Nación, de Buenos Aires.

Escribe
AMILCAR MORETTI

                El peronismo volvió a dar una sorpresa. El movimiento popular mayoritario de Argentina, con ocho décadas de vida, sorprendió al perder frente al partido nuevo que congrega a la derecha y a una diversificada franja conservadora, en general clasista, xenófoba y racista en especial con los descendientes de aborígenes, integrados o no (los «cabecitas negras» o «descamisados» de Eva Perón), convergentes del interior en la ciudad-puerto de Buenos Aires.

               La sorpresa fue tanto para los peronistas y aliados progresistas en el gobierno desde hace dos años, como para la conformación socio-política de la oposición de derecha que gobernó entre el 2016 y el 2020, dejando al país endeudado como nunca y con niveles de desindustrialización y desempleo altos.

                  Todos fueron sorprendidos, el gobierno peronista y los opositores mayoritarios, ya que ambos polos creyeron en las encuestas que preveían un amplio triunfo oficialista.  Parece que esta vez los encuestadores profesionales han vuelto a demostrar que esas estadísticas no son confiables y a menudo son arbitrarias y, en segundo lugar, que no siempre son pre-formativas de la opinión pública.

                      Otra sorpresa fue el bajo porcentaje de ciudadanos que acudieron a votar, en un país con larga vocación de cumplir con ese derecho-deber republicano. Votó el 70 por ciento del electorado, porcentaje -debe aclararse- que ya se había dado en algunas elecciones anteriores intermedias. No fue a votar el 30  por ciento de los electores.  Es una cifra alta de abstención, sumados los votos en blanco o por minorías políticas ínfimas que sólo actúan como dispersión. Aunque no tan alta como en algunas de las principales democracias, por ejemplo, Estados Unidos, donde suele votar solo el 40 por ciento, dato que no se difunde, un 30 por ciento de ciudadanos desanimados, aquí, es inquietante.

Fotografía de El Intransigente.

                          La abstención del 30 por ciento seguramente afectó principalmente al peronismo, que aún sigue siendo un movimiento político popular de masas, con tintes históricos nacionalistas. Dicho más claro, los pobres no fueron a votar. Se quedaron en sus casas por decepción, escepticismo, desgano, la Covid y un clima lluvioso que no ayudó. En especial los dos cordones urbanos (de tres que existen) más alejados alrededor del centro marcado por la ciudad de Buenos Aires, de alta industrialización en especial desde el ciclo del peronismo histórico (1945-1955) hasta décadas después. Esos sectores populares, en algún momento obreros industriales, y ahora desocupados o precarizados en trabajos circunstanciales y mal pagos, abrumados por la alta inflación (50 % anual), la pobreza y la miseria, desanimados, dejaron de aportar su voto seguramente  peronista.

                                    La del domingo 12 fue una elección intermedia, primarias, suele marcar tendencias. Si los resultados se repiten el noviembre próximo, cuando se cumplan las definitivas para renovar senadores, diputados y concejales, es muy probable que el peronismo deje de manejar o tener mayoría propia tanto en la cámara alta como en la de diputados. En ese caso, le sería muy difícil gobernar. Mucho más difícil que hasta ahora

                                      Las razones de este repliegue popular deben buscarse en la despolitización, uno de los grandes objetivos de la derecha triunfante a fines del 2015, que llevó a la Argentina casi el abismo mediante el desguace, el endeudamiento externo por un siglo para fugar el dinero ingresado y la pérdidas de derechos sociales, laborales y previsionales. Salvo notorias franjas politizadas que se mantienen aún como definidas o favorables al peronismo, movimiento único en el  Iberoamérica y el mundo, un porcentaje alto de la población ha sido interceptada por la despolitización, es decir, por la política de libre o anárquico mercado como nueva política. Se dice «apolítica», pero casi siempre votan a la derecha conservadora aunque, con el neoliberalismo de fines de los años 70 hasta hoy, casi nunca les toca nada en materia de distribución de riqueza y de trabajo digno. 

                                       Hubo un intento de recuperación del progresismo social y distribución de riqueza con estimulación de aparato productivo por parte del peronismo de los gobiernos de Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, desde el 2003 al 2015. De modo incompleto y parcial se advirtió una recuperación y redistribución productiva en esos doce años pero -primera sorpresa, dura por cierto- a fines del 2015 una oposición de integración reciente le arrebató el gobierno  y puso en práctica una política conservadora totalmente opuesta. El 51 por ciento que votó esta reacción inusitada, y aún no del todo explicada, al cabo de cuatro años quedó en bancarrota y decepcionado, con una clase media desorientada y defraudada (?) al ver que sus valores conservadores no les aseguraron mayores beneficios sino al contrario, en la mayoría de los casos, una notable y desesperante regresión.

Imagen de Posición Adelantada.

                                         El peronismo, desde 1945, es un movimiento -no tanto un partido- de masas caracterizado siempre por su capacidad de movilización en las calles y la consiguiente motivación en la conciencia tanto de los activados como en la de los más pasivos. La despolitización de los últimos treinta años obró en contra de esta capacidad de motivar muchedumbres organizados en las calles, a lo que contribuyó el creciente desempleo generado por las dictaduras militares, el peronismo conservador de la década del noventa y el remate de los cuatro años (2015-2019) de endeudamiento maníaco improductivo, deliberado y solo dirigido al enriquecimiento de unos pocos que fugaron los préstamos. Tras ello, y la promesa de recuperación del peronismo del 2020, la epidemia Covid.

                                                     Desempleo, enclaustramiento y muerte ambulante en todo el mundo (100 mil fallecidos en Argentina) hicieron notar primero la desmovilización casi completa. El feminismo proveniente del Norte, muy activado sobre todo entre mujeres jóvenes blancas de  clase media, logró derechos civiles y liberales, pero al no estructurarse como organización política con objetivos económicos y sociales para toda la comunidad, no reconoció al peronismo como principal corriente de masas y, aunque se integró a él individualmente, falló al no inyectar su energía en el encuadramiento político más importante del Continente. No basta con atarse un pañuelo verde y gritar contra el «patriarcado» mientras hay diecinueve millones de pobres y hambrientos que no se sienten convocados por esos clamores, ni se interesan en la corrupción, el cambio climático o siquiera la injustificable deuda externa. No se trata de tirar todos los días un macho por la ventana. Si se es peronista se defienden los derechos de las mujeres. Y se acabó.

                                                  El ritmo de una inflación provocada por formadores de precios más la devaluación de salarios o sueldos «en negro» (sin cobertura social) en el entre 40 y 50 por ciento de los «afortunados» que aún conservan alguna ocupación, parecen haber terminado de configurar un cuadro de desánimo colectivo inmovilizador. Tanto la falta de mística y pasión como la ausencia de dinero en los bolsillos de los humildes, los más desamparados y una clase media baja que no ven ni sienten repunte a la hora de comer, vestirse, asistirse en salud y llevar los chicos a la escuela, claves básicas del peronismo histórico, pese a las medidas paliativas del gobierno en pandemia con país endeudado, lograron, al menos hasta hoy, el sentimiento de que la cosa no funciona, que nada ha de cambiar para ellos. Rondan el desengaño. Situación peligrosa en muchos sentidos.

Imagen de Agenda 365.

                                    Se supone que el 30 por ciento que no fue a votar puede concurrir a las urnas en noviembre para votar a su peronismo que los identifica o histórica e internalizadamente los llama en el plano de los sentimientos. Para que ello ocurriera, más otros votos «protesta» o «bronca» que ahora optaron por la derecha con la que empeorarán sus cosas en lo social, el gobierno debe generar empleo o activar notablemente el aparato productivo en solo dos meses, poner dinero en los bolsillos de los pobres, carenciados, marginados y desocupados, al tiempo de activarlos con la intervención de una militancia movilizadora total y callejera, trabajando intensamente en el boca a boca y el codo a codo, al tiempo que se  presentan resultados inmediatos básicos como servir la mesa con un buen bife y llenar la heladera que sean sentidos como producto del trabajo y la acción. 

 

(1) Pág. 234 de «LOS VENDEPATRIA. PRUEBAS DE UNA TRAICIÓN». JUAN PERÓN. Editorial Freeland, Buenos Aires, setiembre de 1972. Sobre el original de 1957.     

Imagen de Radio Cooperativa.

               

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