ENTRE EL CONSUMO Y LOS QUE NOS «VENDEN»
Lo que expongo lo pensé desde el principio, cuando comenzaron los primeros resultados de mejora social-laboral del ciclo de recuperación productiva del kirchnerismo. Presentí un desajuste, una falla en la cultura masiva. Por allí no hubo integración colectiva, aún en los sectores populares beneficiados con trabajo y servicios educacionales y sanitarios.
Aún con notable movilización de pensadores y activación de nuevos artistas de reproducción masiva, no se llegó, no se alcanzó, no nos escucharon. No acertamos a hacernos escuchar en cultura e información para integrar el colectivo nacional. Acaso nos escuchamos entre nosotros. Sí, se logró allí algo importante, mediante la politización silenciosa y a la vez en voz alta (a veces, discursos y actos de Néstor Kirchner y Cristina), y eso se transformó, silente, sorpresivamente, en una cultura con politización y emocionalidad.
Brotó en la desgracia: durante las exequias de Néstor Kirchner. Germinó una nueva juventud. Mucha juventud de clase media y también mucha de clases pobres. Todos unidos por la fiesta de Kirchner, aún en luto: el peronismo siempre fue una fiesta en sus concentraciones para llenar Plaza de Mayo. No eran luchas obreras contra fusileros policiales, sino celebraciones para gozar de lo obtenido, de lo dado y de lo absorbido en silencio.
Anteriormente, había solo la «negrada». El mestizaje, en verdad. Los «grasas». A lo sumo, últimamente, «la grasa militante», dijo un ministro de finanzas del círculo saqueador proveniente él mismo de la grasa del populacho de clase media alta enriquecida. Advenediza, rústica, ignorante, grasa. Contadores de cuentas propias y de contabilidad en alquiler de grupos. Sin ilustración. Sin saber siquiera que la consolidación de una clase dominante a consolidar solía requerir la ilustración de la cultura «culta», libros, arte, etc.
AGRUPAMIENTO DE RICOS, NO BURGUESÍA
(¿qué es si no un sojero adinerado?)
Está sugerido: cabe preguntarse si este agrupamiento de ricos en Argentina que intenta dominar ahora requiere de la consagración de la cultura ilustrada, tipo siglo XIX y burguesía época de oro. Es muy probable que no: la cultura es consumo, primordialmente, hoy. Lampedusa y Don Fabrizio príncipe de Salina, hijos de tres príncipes, los dos nombrados más Luchino Visconti, ya son criaturas de la memoria.
Allí está la marca del modelo de clase que no vimos. Allí se equivocó el Nosotros frente a los Ellos creadores-seguidores del consumismo. Cultura para los ellos es «consumismo» caro, lo que se llamaba «estatus», diferenciación por marcas y formas (limitadas) de hablar más ropa y autos caros. Consumos para altos ingresos. Y sus imitadores de las clases medias en degradé, medio-altas, menos altas, profesionales, y advenedizos provenientes de las corruptelas. LA CORRUPCION GRANDE (no la más grande, planetaria, abstracta, impensable) ES SOLO PARA LOS ELLOS.
EL DILEMA SIN RESOLUCIÓN AÚN
La gran contradicción, el dilema, el cruce difícil de sortear, aún sin respuesta, es el siguiente, pienso desde el 2001-2003. (Nunca quise exponerlo para no hacer «contra». Los íntimos lo saben. Los he fatigado exponiéndoselos.)
No hay dudas. Hay que distribuir y conservar lo nacional territorial. No solo la superficie sino las riquezas de adentro y por crecer, temporada tras temporada de cosecha. Hay que hacer soberanía: fábricas nuestras que den trabajo. Universidades nuestras que generen producción científica y tecnológica nuestra y nuestra acoplada. Científicos de un proyecto industrial fabril y de campo nuestro. Principal escollo: los intereses de los muy ricos, de los bancos y de lo que se reúnen ahora para juntar un capital y plantar soja para los chanchos chinos.
Bienvenida China, la queremos y necesitamos. Debemos aliarnos, concederles, comprarles lo que pactamos en negociación. La política es también transacción para intercambiar entre mi conveniencia y la del otro. Y bienvenida, sobre todo, Rusia. La necesitamos imperiosamente. Con Rusia y China, más Brasil y el Mercosur balanceamos la penetración de Estados Unidos. Negociamos con Estados Unidos, también, por supuesto, pero desde otro peso de poder. Te doy, me das. Argentina se reparte para todos porque tiene para todos si todos los del poder nos dan a cambio. ¿Qué nos dan? ¿Qué tenés para darme? Eso es soberanía. Poder propio por decisión propia.
LO IMPREVISTO: LA BATALLA CULTURAL PERDIDA
Y aquí el límite, la oscuridad, la reacción no prevista. La batalla cultural la ganó -en el mundo entero- el consumo como principio. El consumismo. Claro, es necesario consumir para producir. Pero consumimos según los Ellos. La globablización es mental, de valores. Es norteamericanización convertida en amorfa planetarización. Peor: es miamización. Para la grasa, la rusticidad del populacho rico Miami es Versalles y Florencia Renacentista no existe. Podemos visitar Chicago, la cuna de los edificios en torre, pero guarda, atención, hay que estar precavido contra el «minimalismo» arquitectónico de cartón para ricos.
Es la televisión. La cultura del consumismo televisivo. La grasa del consumo fabricado como engaño por los ricos. La adaptación engañosa de los centros de poder de USA. Es la cultura del consumo para la des-concientización de parte de los investigadores y estudiosos del MIT y los departamentos de Defensa y Estado, y la Secretaría General de Inteligencia. En Libia y Siria, destrucción completa con bombas. En Paraguay con beneficencia social de fundaciones privadas. En Argentina dominio de la cultura mediática. Consumir los medios de comunicación. La sustancia, «el mensaje» son los medios, el diario y la televisión grasa, rústica, primitiva, sin lenguaje, no con vocabulario ampliado sino reducido. 140 letras.
En resumen: ¿qué no vimos? ¿Qué hicimos mal? ¿En qué nos equivocamos? ¿Qué no atinamos a hacer a nuestra manera y que compitiera bien? El llamado consumo. Generamos trabajo y hospitales y educación y de rebote los beneficiados se formaron en el «consumo», en una infectada idea del consumo, de la cual es imposible desligarse en nuestro contexto, hoy.
Y el que consume tiene el pecado del consumismo. La adicción del consumismo. Quiere más. Deja del pensar en el otro, se centra en sí mismo y vota por un auto nuevo o un colegio privado más caro para los hijos. Se olvida de la «cultura ilustrada». No existe. No reflexiona, no piensa. Pesa según el consumismo. Esa idea de consumo se opone a la idea de trabajo, a la de salario, a la de la anterior plusvalía y la anterior forma de acumulación de capital.
La plusvalía (lo que se sobrerroba el patrón) es otra hoy. La plusvalía hoy es de casino, de especulación. De lavado bancario de dinero, narcotráfico y tráfio de personal e ilegal de armas. De sobrefacturación e infrafacturación de exportaciones e importaciones. No hace falta el trabajo. No hacen falta fábricas argentinas. No hace falta el trabajador. Sin exagerar demasiado: alcanza con el campo de soja y el banco que saca afuera, al extranjero, la ganancia no declarada. Y además, pido dinero, miles de millones de dólares prestados y todos pagamos altos intereses. Con eso mantenemos un tiempo. Al comenzar a pagar, cuando se agote la capacidad de devolver con usura, pronto, habrá que entregar territorio y riquezas, petróleo, gas, campos, glaciares, mar, riqueza ictícola, y los más grandes reservorios de agua dulce no contaminada del mundo.
No hacen falta trabajadores. Hacen falta Muros, largos Muros, levantados ya en numerosos lugares del mundo. Arrojar del otro lado a los que sobran, porque todos no cabemos. Reducir la clase media. CONVERCERLA PARA QUE SE SUICIDE O SE AHOGUE EN DEPRESIÓN. Crear ejércitos, ya en formación, para fusilamientos masivos (si es posible, ejércitos privados), encarcelamientos masivos, acaso nuevas desapariciones. Ahora la atrocidad será visible y es probable se gane la aprobación de gran parte de la población, mientras otra parte se pelea entre sí divida en grupos.