Este domingo, a las 22, la invención del cine. La invención de Martin Scorsese. «LA INVASIÓN DE HUGO CABRET», por Cinecanal .
Escribe
AMÍLCAR MORETTI
(fragmento adelanto de la nota que publica el diario EL DIA, de Argentina, en La Plata, este domingo 22 de setiembre)
“La invención de Hugo Cabret” tiene como idea central la recuperación del sentido lúdico, de juego que manejaba a los primeros creadores del cine, los que construyeron instrumentos mecánicos y simbólicos e imaginarios novedosos. La gente como Meliés y Lumiére no tenían en mente el negocio sino el acto de jugar explorando sin saber muy bien dónde terminaban. Poseían una idea “abstracta”, dar movimiento a las imágenes y sus representaciones visuales de la realidad, un poner afuera –en una pantalla- lo que sus ojos registraban a través del tiempo, como observación en el momento y como memoria. Construida la maquinaria, una parte del espíritu de invención herencia de la revolución industrial, restaba el “qué hacer con ella”.
Ahí es donde brota lo imaginario y lo simbólico, esto es, el lenguaje propio de una nueva tecnología. Un nuevo lenguaje que registra e inventa a la vez, que cuenta cuentos tomando imágenes en movilidad de lo que está fuera del sujeto. Un poco la idea de dominar la llamada realidad y a la vez, de manera contradictoria o duplicada, crear, inventar, imaginar. Y eso es lo que logra Scorsese con su aventura: “La invención de Hugo”. En una estación ferroviaria de París cuenta un cuento de aventuras de un chico solitario y solo que se rodea de nuevos instrumentos (el robot no terminado, los relojes que miden el tiempo) y compensa sus faltas con anécdotas, acciones, travesuras, peligros, tensiones, suspensos que componen su propia historia de vida fantaseada y a la vez relata la historia del cine, de sus orígenes, de su “espíritu” pura magia y circo que es lo crucial del lenguaje nuevo del cinematógrafo.
Cuando la imagen deja de proyectarse, el cine no está, desaparece. Se recrea cada vez que se pone en funcionamiento la máquina de proyectar, cualquiera sea. De ahí los personajes extravagantes e ingenuos de Meliés en su viaje a la luna, el tren que arrolla a los presentes “a la Lumiére”, ese rostro del robot idéntico a la de la reconocible figura femenina de “Metrópolis”, la gran película que habla de la civilización industrial imparable e irreversible, que nos alegra y nos llena de miedo.