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TENGO EL CORAZÓN AL SUR, SIEMPRE

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Maestro de escuela argentino. Foto de CTA (Central de Trabajadores Argentinos)
Maestro de escuela argentino. Foto de CTA (Central de Trabajadores Argentinos)

 

 

 

 

EL CORAZÓN MIRANDO AL SUR. Rubén Juárez

Nestor Ravazza

Publicado el 8 jun. 2013

El Negro Juárez canta a Eladia Blázquez. Con imágenes de Avellaneda y del Sur de la Ciudad de Buenos Aires.

Categoría: Música

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“El Corazón Al Sur”, de Ruben Juarez (iTunes)

 

 

 

 

EL CORAZON mirando al sur

laudesarmaysangra

Subido el 17 feb. 2008

BS AS ARGENTINA.

REMEDIOS DE ESCALADA

Categoría: Música

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“El Corazón al Sur”, de Mercedes Sosa (iTunes)

2 Comentarios

  1. JUAN SANCHEZ

    Y POR ALLI NACI Y VIVI HASTA EL´73 (LOMAS, BANFIELD, TEMPERLEY, NACIONAL DE ADROGUE…).
    Y LA “SOMBRA DE MI VIEJA, AUN LA VEO EN EL JARDÍN, EL PIBERIO JUGANDO AL PICADITO CON “LA PULPO DE GOMA” EN LA CALLE, LOS BARRILETES DE PAPEL DE DIARIO Y ENGRUDO QUE TERMINABAN ENGANCHADOS IRREMEDIABLEMENTE EN LOS CABLES, LA CALESITA Y LOS CIRCOS QUE AÑO TRAS AÑO COMO APARECÍAN UN DÍA NO ESTABAN MAS, LAS BOLITAS Y FIGURITAS. NOSTALGIAS…
    UN ABRAZO
    JUAN (66 PIRULOS)

  2. Amilcar Moretti

    Juan, como aliento, debo decirte que sos un pibe. Yo jugaba (mal) al fútbol antes de la de goma, con pelota de trapo (como la película de Armando Bó), hecha con una media que ya venía toda zurcida. Incontables circos, que como en alguna otra posterior película de Favio, se aparecían una mañana para fascinación de todos y así se esfumaban también con su carpa, sin que yo pudiera olvidar hasta el año siguiente a “la chica del circo”, esas muchachas bellas que hacían equilibrio en una cuerda o tomaban el brazo del Kirk Douglas de turno en el doble salto mortal de trapecio a trapecio, a veces sin red. La sortija, la sortija de la calesita, que se instalaba en el baldío de la esquina justo al lado de mi primera casa. Los foquitos amarillos, las murgas del corso del esperado carnaval que llevaban largas galeras a rayas blanco y negro de lata o cartón y vestían chaqué con doble cola en punta, y las mascaritas, y la bella chica en malla enteriza que aparecía dentro de la ostra o en la boca de una gran ballena, en el medio de una de las carrozas.Las últimas serpentinas, que -¡lo juro!- yo las ví muchas veces cómo cruzaban desde el galán a la chica intocable. Y sí, las bolitas de vidrio (hace poco, este que sufrimos ahora, obligó a cerrar la última fábrica de bolitas que quedaba en Argentina, creo que en Santa Fe). El bolón y la cachuza del más hábil y legendario que te daba siempre quema definitiva (ganador impiadoso de pleno, implacable) y nos dejaba el bolsillo sin tesoro de redondas.Aunque te parezca mentira, como dos siglos después, no había olvidado: yo le hice a mi nieta un barrilete con cañas comunes de baldío, con flecos y cola, y la máquina agarró una terma o una afortunada brisa que vino a ayudarme y tuve que soltarle todo el rollo de piolín de algodón que tenía como cien metros, y mi nieta quedó tan impactada por el Mago Moretti que, años después, llegó a confesarme que “creía que vos eras millonario, papá”. Y yo le corregía: “Sí soy medio mago, un poco solamente, pero no soy millonario ni nunca quise serlo, y tampoco soy tu padre, soy el abuelo. ¿Y sabés qué, princesa? Yo solo soy Mago Total cuando consigo hacer brillar los ojos de las princesitas como vos”. Y eso, se ve, me quedó, porque en primavera cuando una princesa que se me anuncia a puro taconeo como en película francesa de Truffaut o muestra los primeros pies antes del verano, soy de esos últimos que se paran en la vedera y cuando ya pasaron como ilusión a mi lado me las quedo mirándolas como se alejan y se pierden con sus ondulaciones y serpenteos que, ya lo sé, nunca volveré a verla pasar salvo en la próxima princesa, otra y tal vez la misma, qué se yo. Me digo, ya debe ser medianoche (aunque sea pleno mediodía) y deben fugarse apuradas hasta que logre cumplirle el sueño de la sandalia de cristal. Me acuerdo de todo, y más que nada, me cruzó lo que vino después, los 30 mil, que aún vagan hasta que venga Cruz y les repita: “¡Ah, carajo, así no se mata a un hombre!” y medirse en el entrevero, si les da el cuero, en el mano a mano. Ya sé que son todas pérdidas, fantasías, sueños e ilusiones, y debe tener razón el Shespir inglés que dice con su Hamlet que todo es tan fugaz que se confunde el dormir, soñar, morir, que al fin de cuentas todo no es más que un sueño que debemos haber inventado para poder ponerle cara al vendepatria de turno, hoy aplaudido por 12 millones entre 24 para que me (nos) amargue la década. ¿Querés que te diga, Juan, y a vos Carlitos también? ¿Quieren que les confiese? Entre todos los naipes de este mazo que me (nos) tocó para jugar me parece que solo vale la pena el de aquella Muchacha del Circo que sin duda a mí no me miraba y solo tenía ojos para el Tarzán del trapecio. Yo a ella, y eso que siempre me acompañó la Sabia de la Tribu, miembro del Consejo Internacional de Sabias, la misma, a ella es a la única que le creo, la única que me parece Sueño. Todo lo otro, como me dijo una piba hace poco, es “de puro bardear”. Ella creyó que me insultaba pero, sin saberlo, me elogió: solo bardea el bardo, el poeta, y el Poeta, el Bardo, el único Bardo verdadero es el Shespir que les decía, que los que saben aseguran que es el más grande contador de libros de toda la historia, junto al manco de Cervantes con su Quijote. Pero te juro, les juro, que si me toca como el último de la cola, y estoy solo, me quedo para siempre con mi sueño de Dulcinea en la primera posada que encuentre en el camino hacia la nada. Dulcinea, la Piba del Circo, siempre estará para mí solo en el trapecio o en el equilibrio de la cuerda, sin red, esperándola mis brazos. Y de ahí me quedaré, me perderé para siempre, como los circos aquellos.
    Gracias, Juan.
    Amílcar

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