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A los compañeros y colegas del diario, los que me han conocido y los que no me conocen en persona, los que ya estaban y los nuevos. Por AMILCAR MORETTI

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Sugerencias mínimas a compañeros de trabajo y colegas periodistas del diario, ex o no, que conozco y que no conozco, que me han tratado en lo personal y que no lo han hecho, adultos jóvenes, adultos de mediana edad o adultos mayores, y aún adultos mayores de edad tardía (uno mis mastros, Vega Segovia, periodista y escritor de discursos de un célebre gobernador, me corregía y me consultaba, todo al mismo tiempo). También me dirijo a colegas adolescentes  (algunos estudios alargan la adolescencia hoy hasta cerca delos 28 años, lo cual indica, a mi entender de lego o lector voraz de sociología y teoría de la cultura), una involución. Pero todo en el humano está marcado por la historia. Hubo miles de años en que la niñez y la adolescencia no existieron. Se trata de conceptos relativamente nuevos. Uno de ellos con menos de 100 años, creo con bastante certeza, y en este momento no voy a consultar mi biblioteca para confirmarlo. Disculpas.

 

 

Autorretrato. Amílcar Moretti, set. 2015. Argentina
Autorretrato. Amílcar Moretti, set. 2015. Argentina

 

 

Escribe
AMILCAR MORETTI

 

 

 

                Leo el “The New York Times International Weeky”, en su versión impresa en español en Argentina (también puede buscarse en internet) (1) y me encuentro con una selección de vocabulario y designaciones, palabras y categorizaciones para referirse de manera políticamente correcta, no discriminatoria, ofensiva ni anacrónica a situaciones, etapas, usos, costumbres, estados, edades, color de piel, trabajos y otros asuntos y esferas del ámbito humano.

        Fue entonces cuando me acordé de mis (¿ex?) compañeros y colegas del diario en el que transcurrieron más de cuatro décadas de mi vida, salvo unos pocos años en el medio, en tiempos de la última dictadura militar. Pensé en los que me conocen, en quienes traté (salvo uno o dos, hoy todos más jóvenes que yo) y en quienes solo han escuchado mi nombre o ni siquiera eso y me desconcen y yo ignoro quiénes son -salvo Virginia; Andrés; Sergio (en Sueldos); Gisella y Teresita, siempre tan jóvenes y Raúl (otro “anciano sexagenario”)-. Sólo sé o leo cómo escriben, a veces, algunos muchas veces.  Y entonces  me dije, estas formas de mencionar situaciones o cosas humanas de The New York Time en su resumen semanal les vendría estupendo, a varios. Por ejemplo no se dice “anciano” a un tipo o mujer de 65 años. Eso hoy es ofensivo, o desinformado, o muestra un notable grado de falta de actualización conceptual, lo que con simplicidad y claridad se define como ignorancia o “carencia o vacíos de cultura ilustrada”. No se dice anciano y menos “viejo” a un tipo de 65 años porque es jubilado o no, se dice “adulto mayor”. Eso si damos por hecho que los de 25 años, hoy, son adultos, o mejor, maduros.

                Cuando alguien de 25 años o menos se refiere o me incluye a mí entre los “ancianos” le respondo con “pendejo”. Por ejemplo, “¿Qué decís pendejo culo sucio?” o “pendeja (de 20 a 26, más o menos, si no ya es otra categoría) que aún te hacés pis en la cama si dormís con un hombre de verdad?”. Se sabe, quien duerme con niñas (o niños) amanece mojado. A los 86 años, los 79 o los 70, los 62, los 58 años, aquí poco importa. Suelo confesar  últimamente que tengo 84 años, pero aún entreno hora y hora y media de trote y caminata por día o día medio, más ejercicios de yoga y pesas, y práctica de box, que hago desde los 8 o 9 años, con bolsa, sombra, diferentes tipos de golpes, soga, movimientos de piernas y pies, amagues, semigiros de cintura. Todo junto unas tres horas. Y después de la ducha puedo escribir una nota sobre la situación actual en Siria y el ISIS, ISIL o supuesto Estado Islámico. De hecho, ayer domingo, después de esas tres horas de ejercicio físico, redacté una carta pública dirigida al gobernador Scioli (ver esta misma Página Web) sobre la situación en La Plata del cineasta Néstor Paternostro, de los pocos supervivientes del mejor cine renovador de los años 60 y 70. Ya lo he dicho, en broma y en serio, puedo probar con un pibe periodista de 25 años y 70 kilos a dos vueltas de 2 por 1. Un poco de guantes, suave o mediano, no a muerte. No se trata de “El club de la pelea” de Chuck Palahniuk (2). Y si me dan dos meses de entrenamiento, tal vez hacer un poco más.

                            Bueno, voy a lo mío de aquí, al centro de lo que quiero decir:

(1) No se escribe “anciano” cuando se menciona a un jubilado de 65, 70 y algo mayor: se dice “adulto mayor”. Hoy ya la “tercera edad” ha quedado atrás y no es la última etapa de vida; hay una “cuarta edad”, de 90 años, por ejemplo. No pocos intelectuales lúcidos y creadores y artistas talentosos en plena actividad tienen 80, 85, 90 años de edad. El otro día se murió el dramaturgo y psicodramatista Eduardo Pavlovsky: tenía 81 años. Dos meses antes atendía en el consultorio como siempre, escribía obras de teatro y artículos periodísticos a full y subía al escenario del Teatro de la Cooperación, en Buenos Aires Ciudad, frente al Teatro San Martín de avenida Corrientes. Stephen Hawking tiene 73 años y anda paralizado en su silla de ruedas: ¿Es un “viejo choto” que lo “tiramos a la mierda”? Cuando Hawkins dice cosas como “Las mujeres son el misterio más grande” o “No hay ningún dios. Soy ateo”, ¿qué hacemos? Lo calificamos de “viejo verde” y lo lanzamos por el balcón o le proporcionamos todo para que siga pensando. ¿A ver si adivinan que hacen con Hawking el  Centro para Cosmología Teórica de la Universidad de Cambridge o el Instituto Perimeter de Física Teórica de Waterloo, Ontario, Canadá. A ver, ¿qué suponen que hacía hasta abril pasado, en que falleció, Manoel de Oliveira, el excepcional director de cine portugués a los 97 años? Seguía dirigiendo películas en silla de ruedas y a todas les daban un lugar privilegiado en los mejores festivales del mundo. Nunca hizo películas para cualquiera. Y en 97 años hizo muchísimas. Me gustaría ver con un crítico de 30 años una de De Oliveira.

(2) Cuando alguien muere por ingestión de drogas, ilegales o legales, no se dice “drogadicto” o “por buso de drogas”. Se dice “abuso de sustancias”. “Drogas” son tanto el ácidoacetilsalicílico (aspirina) como la heroína, que es diacetilmorfina o  DDI, droga semisintética derivada de la morfina que se extrae de la planta adormidera, de la cual se hace el opio, de consumo antiquísimo. Drogas son todas, las de origen natural y las de origen químico, de laboratorio o sintéticas. Las que usa la medicina y la farmacología son todas drogas. Pero decir “drogas”, así al boleo, es un uso y abuso desbordante de valoraciones morales negativas, lo que no tiene nada que ver con la química ni con el “periodismo objetivo”. Se dice “sustancias” y no “drogas” a secas; después se aclarará o no si eran sustancias legales o ilegales. Y aún en esto último hay grandes diferencias entre las diferentes naciones. Es decir, es debatible o discutible hacer una valoración moral, y es un eror o mala intención usar palabras que vienen con sobrecarga moral-ideológica. No es lo mismo “zurdaje”, como dice la señora Legrand, que “izquierda” o proclividad hacia la izquierda política. Porque si no, algunas cosas que dice Bergoglio son “zurdas”, lo cual es una paradoja, oxímoron o, en cristiano criollo, una boludez o ser jodido para calificar al hombre del Vaticano, que no tiene nada de “zurdo”.

(3) Si alguien convive con alguien, de cualquier sexo que sean ambos o más miembros, y no están casados, se dice “pareja romántica” o “unión romántica”. “Pareja” (si se trata de dos personas) no está mal, pero es incompleto. ¿Pareja en o de qué? El otro día me hablaron  de un gran cantor folklórico de la ciudad y me dijeron que había sido pareja de tal funcionario que era del mismo sexo. No me quedó claro si era pareja en el canto y la música o en su vida privada amorosa. Pregunté y me dijeron, con respecto al amor, “no, si era casado y con hijos”. ¿Y eso qué tiene que ver?, no dije por no poner en evidencia a mi interlocutor. Entonces, o se es cónyuge o se es “pareja romántica” o en “unión romántica”, transitoria, pasajera o duradera, sucesiva o única en la vida, quién lo sabe y qué importa si se trata de informar sobre otro asunto. Novio o novia hace tiempo que no lo dicen los jóvenes; dicen mi “chico” o mi “chica”. No digo que deba escribirse así (muchos no entenderían, podrían creer que está referido a un hijo) sino que ya no hay novios o novias. En todo caso hay “amigos”, que es más ambiguo, impreciso y abarcativo. Y en ese caso, ¿amistad con o sin derecho a roce, toque, intimidad corporal? En lo personal, me sorprende que aún hoy haya chicas de 20 que digan “no, es amigo (o amiga)”. O es una evasiva o es un anacronismo, doblemente incomprensible en un semiadolescente.

(4) Hasta no hace mucho se escribía “trata de blancas” para referirse al proxenetismo organizado o tráfico ilegal de personas como sistema económico para acumulación de lo que después podía ser capital (no todo montón de dinero es capital). “Trata de blancas” es la designación de la prostitución organizada según conceptos sanitarios y legales del siglo XIX. Un concepto “racista”. He corregido hace pocos años a varios veteranos del periodismo: “trata de personas”, se dice, les he advertido no sin pudor. “Trata de blancas” proviene de épocas de la esclavitud por secuestros masivos en el Africa. Las africanas, las “negras” no podían ser prostitutas, ya que eran esclavas y como esclavas podían ser esclavas también para el sexo no consentido. Los esclavos no eran humano y, menos ciudadanos. Bueno, ahora se aprendió y suele escribirse “trata de personas” para explotación sexual, aunque aún por allí, en diarios del interior, he leído hace poco “trata de blancas”.

                 Y “racismo” no debe decirse porque alude a algo que no existe: no hay razas. “Raza” es un concepto del cientificismo pisitivista del siglo XIX. Hace tiempo que la genética ha demostrado que todos los humanos, con cualquier color de piel o características físicas, son iguales. Sólo varía la exterioridad y algunas otras características por incidencia del medio ambiente y la naturaleza y la alimentación durante miles, decenas de miles y cientos de miles de años. Y todos los años se descubren restos de nuevos homínidos o antepasados cercanos al humano como es hoy. ¿De cuál derivamos? ¿O de cuál deriva el habitante original de cada continente, si es que los continentes tenían la forma que tienen hoy?

(5) Yo viví una época, la última parte, en que en las crónicas policiales (solo en ellas, porque en el resto del diario estaba prohibido referirse a la situación, opción u orientación que menciono a continuación), decía, tiempos postreros en que en las crónicas policiales se decía “fueron detenidos tres invertidos”. Peor aún: si no eran “invertidos” se los llamaba “pervertidos”. Eso para referirse a la homosexualidad, generalmente la de los pobres y callejera. “No había” homosexuales o lesbianas de clase media o alta. Hace unos 25 años surgió aquí la palabra “gay”, que aligera la sustancialidad, lo sustantivo de “homosexual”. Pero “homosexual” sigue siendo válido, aunque según el contexto y cómo se lo escriba.

                     Lo único que me produce gracia (amarga) en este y en otros sentidos, es que he vivido tiempos más recientes con deformaciones aún peores, años en que no se podía escribir “orgasmo” o “coito”. Para la palabra “coito” solo existía por excepción el lugar de la noticia sobre alguna situación delictual. Como si la relación genital, el coito (no importa los géneros intervinientes) fuese un delito, y como si todo -o el solo hecho de mencionarlo- fuera un…”pecado”. En fin, coger era un pecado. Y para algunos y algunas sigue sientiéndose así, aunque Ud. no lo crea. Siempre hay una especie de carga de culpa, sobre todo en la parte femenina.

 

(1) http://www.clarin.com/tema/the_new_york_times.html

(2) “El club de la pelea”, de CHUCK PALANIUK. DeBolsillo, Buenos Aires, 2012. Hay también una versión para cine de David Leo Fincher (el de “Pecados capitales) con Edward Norton y Brad Pitt.

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