Las ganas de ayudar. Es por eso que me dirijo al compañero Daniel Scioli, próximo presidente de la Argentina y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. A seis cuadras de la casa de gobierno, ha decidido residir en La Plata el realizador de cine Néstor Paternostro. Es una gloria y superviviente casi único de un momento histórico crucial del cine argentino. «Pater«, como gusta que lo llamen y así lo hacen sus conocidos, necesita una mano: trabajo. El infame macrismo lo ha olvidado y ninguneado en la ciudad de Buenos Aires, el parodójico centro del simulado imperio de esa tendencia. Paternostro, un adulto mayor, es el autor de una película clave del cine nacional del último medio siglo: «Mosaico» (1970).
Yo no pido caridad ni beneficencia para Pater. La beneficencia no es peronista: la justicia social sí es peronista. El trabajo es peronista. Ya sabemos, compañero Scioli, como Evita detestaba la beneficencia, que dejaba para las damas del patriciado ocioso. Pater es hoy, en la ciudad de La Plata, el talento que más conoce y sabe cómo se hace una película y un publicitario de segundos: cómo se los filma, se los produce, compagina, musicaliza. «Mosaico» es una obra que se adelanta en décadas en el cine y relato audiovisual argentinos, y quizás por eso no fue comprendida en su momento. Hoy casi es un secreto en clave para los jóvenes que se inician en la creación y negocio del relato en imágenes.
Pater integró en su momento el llamado Grupo de los Cinco, un quinteto de realizadores -no se trató de un grupo orgánico- «unidos» por provenir de la publicidad, que en esos años se instalaba en Buenos Aires tal como la conocemos hoy, con moda, venta de productos, bellas modelos. Paternostro fue propietario de una agencia de publicidad que funcionaba con uno de los estudios de realización más grandes, modernos y completos. Hizo fortunas y a él se le debe el célebre documental de vino de mesa Crespi, con el actor Hugo Arana como joven padre de familia que recibe la noticia del próximo nacimiento de su primer hijo, en la ficción. Fue muy popular en momento, masivo. Nadie que lo haya visto en esos años lo ha olvidado. Tal vez ella no lo recuerde, pero Paternostro fue quien sugirió el nombre de la (aún) desconocida Susana Giménez para otro siepre presente clip publicitario de televisión de Cadum, un jabón de Palmolive, conocido como «Shock!». Bañarse con ese jabón, se sugería, era un «shock de frescura», que Giménez hizo conocido con un simple semigiro de su cintura para mirar a cámara en la bañera. Era un shock, sí, ella era un shock.
Néstor invirtió toda su fortuna en lo que hacen los artistas, los creadores: las obras personales que desean hacer. No resultó precisamente un buen «negocio». Perdió todo, y deben sumarse algunas malas inversiones, como corresponde a un hombre de la cultura ilustrada. Al menos en la Argentina, no hay intelectuales adinerados, salvo por herencia. Parternostro no es peronista. Paternostro no es gorila. Más bien lo veo como una persona centrada en su creación: lo político, sus ideas, su pensamiento sobre la sociedad deben leerse e interpretarse en las metáforas, metonimias y elipsis de sus películas, tal como suelen hacer casi todos los grandes creadores. La política es inevitable, pero no siempre se advierte su enunciado y verdad en superficie.
Después de vivir medio siglo en La Plata y dedicarme al cine y la cultura desde el periodismo escrito, puedo asegurar que no hay otra figura en la ciudad tan conformada en conocimiento y experiencia en la realización de cine y publicidad televisiva como Paternostro, porteño, negado por el macrismo. No hay otro como él que pueda dictar clases magistrales sobre su materia. No hay aquí otro de su nivel que pueda hacer docencia práctica en cine y relato de publicidad. Nadie como él para escribir un guión con tal rapidez e ideas sorprendentes que, por ejemplo, podrían ser parte de una campaña política. El justicialismo es humanista y cristiano. Y el cristiano al que tiene hambre le da de comer y de beber al que tiene sed, como recordó hace poco Bergoglio, quizás sin ser escuchado del todo. Y más que nada, el peronismo da trabajo en condiciones dignas. El peronismo dignifica y reconoce a la persona mediante el trabajo.
Estoy seguro que cuando Pater se entere de esto que escribo y le pido, compañero Scioli, se refugiará en el pudor y la modestia de su vergüenza. Hace décadas que conozco su obra pero hace poco que me he enterado de su estancia aquí y de su situación. Los peronistas -en mi caso, también socialista, librepensador, algo yrigoyenista por parte de mi padre- no necesitamos erigir estatuas con la figura de Perón. Los peronistas cumplimos, hacemos: damos trabajo y salarios dignos. Ese es nuestro objeto y nuestro monumento. Nadie nos va a enseñar a ser peronistas, y en mi caso tampoco al menos desde 1963.
En la seguridad de que Ud., compañero Daniel Scioli, ha conducir pronto a nuestro país desde la Casa Rosada, le hago llegar mi modesto acompañamiento. Hago extensivos el deseo y la acción a Nora de Lucía, directora general de Cultura y Educación, y a Jorge Telerman, presidente del Instituto Cultural.
No es el mío el teléfono que debe sonar, aunque se me pueda encontrar muy fácilmente por cualquier consulta sobre el tema de este texto.
El que debe sonar es el número 221-15 3066094.
Hasta la victoria, compañero.
AMILCAR MORETTI
La Plata, domingo 11 de octubre del 2015