Estoy cansado de tanto joven de veintipico que aún solo puede mencionar a Kusturica como (supuesto) renovador alternativo-subversivo-antihollywood y anti-Crepúsculo. O Jarmusch, que lo intenta siempre. Pero deben remitirse urgente a 24 años atrás y ver al maestro David Lynch en sus mejores y más logradas incursiones en un cine diferente que a la vez pudieran ver todos, aunque (casi) todos no quisieron ni quieren verlo por la sencilla razón de que no entienden. En estos últimos meses a la televisión de cable se le ha dado por recuperar “CORAZÓN SALVAJE” (1990), una de las más locas y mejores historias de amor juvenil, cuando es tan apasionado que nadie puede destruirlo salvo sus propios protagonistas. Al amor-pasión, el amor-loco-fou no hay con qué darle. El encierro o la lejanía obligada de nada valen porque ese amor no transitado termina por convertirse -aún como sentir escondido, sobre todo somo sentir negado- en la frustración que invalida con el tiempo la vida de cualquier humano, por superadaptado que logre estar. Si es que hay alguna posibilidad de rozar esa invención humana llamada “felicidad”, la ruptura interna del amor operada por otros -madres, familia, entorno, intereses- se convierte en el vacío desasiego que ni siquiera nunca se deseará llenar. Si el amor de pareja tal como se ha prolongado entre los siglos 11-12 y principios del 20, más aún -a duras penas- entre principios del siglo 19 y el 2000, es solo una ilusión, entonces, cortarlo, impedirlo desde afuera de sus protagonistas apasionados es la fórmula más segura y exitosa de arruinarle la vida a cualquier sujeto humano, al quitarle aún la esperanza última de poder remediar aquello que no se pudo concluir para probar que el amor es posible (o imposible). (AMILCAR MORETTI)
“En el origen de la película, una novela de Barry Gifford de intriga estilo anémico y minimalista. Para obtener un largometraje de ella, David Lynch se sumará más que restar: referencias al Mago de Oz y películas de Elvis Presley, que ponen de manifiesto la sencillez del conjunto, y la omnipresencia de fuego. Sailor y Lula, como cualquier cuento de hadas que no ha sido blanqueado por Disney, sólo podía tener lugar en un mundo oscuro, donde la ultraviolencia y la sangre derramada flirtea con las discusiones infantiles poscoitales y jóvenes amantes y los milagros. Los enemigos de la ruptura de todo huyen porque esta película no ofrece nada más. Una escena lo resume: donde la heroína, disgustada por la violencia siente la necesidad de desahogarse con el que ella ama. Bailan un poco heavy metal, que da paso a la música clásica calmante. Una mirada y todo está dicho: que el amor es un sentimiento que nada ni nadie puede intimidar, salvo los mismos amantes.
“Esta película se baña por igual en agua de rosas como baila en la sangre y no puede ser recomendada sino como por su románticismo un poco loco. Menos controlada que “Carretera perdida” y “Mulholland Drive” (1), Sailor y Lula –sus protagonistas- sin embargo también siguen vivos en una película tan loca que acecha entrañablemente.”
(1) Ya no recordada como “El camino de los sueños”, título con que se estrenó en Argentina.
(Mark Chopper en mayo del 2012 en el sitio digital francés Mad-Movies. Ver:
http://www.mad-movies.com/forums/index.php?showtopic=33306
LA HISTORIA DE AMOR DE SAILOR Y LULA