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CRISTINA + CURAS = POLÍTICA. Argentina no está enferma de violencia. Sí hay agresividad cultural, tensiones y violencia delivery por encomienda

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 «…Gobierno e Iglesia, se ocupan hoy de cuidar las relaciones institucionales. Cuando en una y otra vereda se pregunta por el estado de la relación  la respuesta reiterada en «buena». Se agrega, «cordial» e «institucional». No se desborda en entusiasmo, pero tampoco hay preocupación. Hay quienes también se interrogan  acerca de cuánto incide en esto la presencia de Jorge Bergoglio como papa Francisco en Roma». (WASHINGTON URANGA) (1)

(del diario La Nacion.com.ar)
(del diario La Nacion.com.ar)

 

 

 

 

 

Escribe
AMILCAR MORETTI

La Plata.
Argentina, domingo 18 mayo 2014.

 

 

 

 

                7 a Amilcar Moretti. autorretrato. Blog. P2250134No es que vaya a producirse un choque frontal entre gobierno kirchnerista e iglesia católica argentinos. Tampoco se producirá, en el corto y mediano plazo, una intensificación notoria de las coincidencias generales transmutadas en cambios fácticos -hechos- profundos y, menos aún, de raíz. Es probable solo que continúe el lapso de relaciones cordiales, cordialmente explícitas, deliberadamente explícitas, con un matiz -en términos escénicos o comunicacionales- de sobreactuación cuidada, medida. Ambos -gobierno y cúpula eclesiástica- saben con qué cuentan y frente a quién están. No se ignoran, no ignoran del otro. Más aún: se siguen de modo atento, esforzado, menos calenturiento que en el período de Néstor Kirchner.

 

 

 

 

 

               Tanto la táctica de Cristina Fernández como del episcopado argentino se basa hoy, por ahora, en mantener la cordialidad y reunirse a menudo y cuando haga falta para acordar con el otro, recordar pactos íntimos y mirarse a la cara, en busca de indicios y gestos, paso a paso. Sucede que a ambos les conviene. Y a la nación, también. No hay otra salida sin grandes turbulencias ni inmanejables escenarios sociales y económicos que contengan la posibilidad de perder más que lo que se gana. Los dos saben que ese acuerdo silencioso y a la vez mediatizado por fuentes de prensa -a veces solo propias y hasta escasas- es lo más conveniente en lo operativo, por ahora. En el futuro se verá. Como ha dicho Bergoglio frente a los posmodernos del Departamento de Estado norteamericano:  «La historia no terminó».

 

 

 

 

 

 

                Esto como primera conclusión del sobresalto que, como era de prever, trajo el último documento de los obispos. Una denuncia contra la violencia en toda la sociedad, de la que -dicen los prelados- no están ni se mantienen ajenos. Como casi todo documento de la jerarquía eclesiástica, al menos en el siglo XX, los conceptos conocidos tuvieron un perfil -más remarcado, menos remarcado que en otras ocasiones- ambiguo. Daba y siempre han dado para equívocos. Además, se sumó la ¿propiciada? versión intencionada dada a conocer por los medios de comunicación más conservadores y concentradores de la información y parte del poder. Mala leche, sesgar, cortar y excluir alguna aclaración y resaltar otra para que, como consecuencia, resonara una especie de preocupada queja o denuncia sobre la «violencia» supuestamente generalizada que abarca a la sociedad argentina.

 

 

 

 

 

                   Si hay algo que los altos funcionarios de la iglesia católica no desconocen es el manejo preciso del lenguaje escrito. Manejan muy bien la escritura, sus intenciones, tienen previstos con notable precisión los ecos que generan o pueden provocar, a veces en hechos, otras en estados de ánimo. En tiempos golpistas de militares de derecha esa voz escrita de la clerecía funcionó como aprobación y consentimiento, como reaseguro y hasta como disparo de largada. Desde 1930 en adelante, con el general Uriburu contra el radicalismo de Yrigoyen, nunca la iglesia fue ajena, cuando no protagonista, de los golpes de estado «ordenadores» contra supuestas situaciones colectivas de subversión o insurrección generalizada (que nunca se dieron, aún en la previa a marzo de 1976), desorden social inmanejable o posibilidad total y duradera de acceso de sectores progresistas al poder político del gobierno.

 

 

 

 

 

                 Nunca hubo tal posibilidad; nunca hubo en Argentina una situación objetiva «prerrevolucionaria», menos aún del «proletariado socialista». Nunca, ni en 1975-76. La izquierda nunca tuvo posibilidades reales de hacer tambalear al sistema económico, social o político, salvo en la mentalidad ideológicamente sobredimensionada hasta niveles de fantasía tanto de la izquierda radicalizada o militarista como en la derecha más conservadora y ultramontana. En el caso más preciso, puede solo decirse que existía un voluntarismo fabulador en general de buena leche en la izquierda y la juventud, y de muy mala leche en la derecha integrista o, ¿por qué no arriesgarlo como juicio?, en la derecha más descreída de cualquier principio o meta de trascendencia que no sea acumulación pura de capital. Un materialismo hipócrita, de rico prejuicioso o planificadamente ultraideologizado, cínico y oportunista.

 

 

 

 

                  Además de la escritura deliberada en sus significaciones equívocas -repito: en menor grado, en mayor grado, según las circunstancias y momentos-, otro aspecto que caracterizó siempre a la jerarquía católica ha sido el sentido de la oportunidad en sus dichos y acciones para el logro y cumplimiento de sus objetivos, el dominio del espíritu, el formateado de la subjetividad según valores y pensamiento tanto morales como políticos y culturales, de economía y sociedad. En suma, todo en términos de Poder, o de participación central en el mismo. La iglesia de Bergoglio no ha perdido esa capacidad «intuitiva» o perceptiva del «momento» justo. Sabe cuándo «hacer las cosas». En el ámbito del Vaticano y el mundo, quizás hoy con cierto retraso, es cierto. Pero ahí está Bergoglio que sabe del tema y fatiga acciones, discursos, reflexiones públicas y actitudes individuales o grupales, a veces contra los más rígidos de los suyos propios, para posicionar mejor a la iglesia en el escenario impreciso pero sin duda nuevo y quizás imposible de imaginar del todo que traerá el proceso o la ruptura hacia un nuevo reordenamiento mundial. Hay algo nuevo que está por nacer -¿poscapitalista?- y que requiere de reacomodamiento para seguir en el manejo o la participación importante. Puede ocurrir a corto plazo o largo plazo, seguramente más temprano que tarde, y muchos lo avizoran como notablemente inequitativo, deseado así por los más concentrados factores de poder. Nada escapará, o nada debería escapar, a ese reordenamiento.

 

 

                  Hasta ahora han sido Cristina Fernández y el ciclo kirchnerista, con o sin Néstor Kirchner,  los únicos que han ofrecido garantías de confiabilidad y credibilidad para el manejo de la situación a los poderes continentales o transnacionales más concentrados. La estrategia y las tácticas, acciones e ideas, han sido peronistas, también aquí con más o menos acierto. Pero, aunque no los conforma y desconfían de ella, es Cristina la única que expone con seguridad garantías de previsibilidad y orden.

                No es cierto que la Argentina sea un país «enfermo de violencia». No es así: al contrario, es uno de los países en desarrollo y desarrollados que mejor combinación expone entre equidad, cultura crítica, politización saludable y orden colectivo y social. Un piquete o cien piquetes, un corte de avenida o cien, una limitación discreta a las ganancias de los de mayores ingresos, una o diez huelgas generales no significan inmanejabilidad hoy en la Argentina. Y esto lo saben bien Cristina, Bergoglio, el obispado. La cuestión del narcotráfico, aún cuando el consumo de drogas no autorizadas pueda haberse incrementado, no pone en peligro la paz social ni la integridad territorial ni el sistema de propiedad,  salvo que se quiera así hacer parecer.

 

 

 

            Cierto es que el choreo al menudeo se ha hecho bastante frecuente en los centros urbanos, más aún en los más grandes y concentrados. Pero eso sucede en muchísimas grandes ciudades del mundo: hace ya veinticinco años los operadores de turismo a Europa y a algunas ciudades de Estados Unidos le recomendaban a sus comunes vacacionantes que tuvieran cuidado con el arrebato, que no se alejaran de los centros o territorios más controlados y vigilados por la policía. En América del Sur, más aún. Cualquiera que haya estado hace ya 30 o más años en Río de Janeiro o San Pablo sabe o ha vivido la situación chocante del afano o manotazo. Ese nivel de violencia en Argentina recién hace unos pocos años que da sus primeros síntomas. Países afectados por la cuestión de la violencia y la muerte son hoy México, Colombia y Brasil. A ellos hay que sumar Centro América, con El Salvador, Guatemala, Honduras, por cuestiones que tienen una historia tan clara como trágica.

 

 

 

              Argentina es un país sin violencia, puede afirmarse con certeza. Me refiero a violencia como problema crucial, colectivo y social, como trauma cultural, o de la cultura nacional. Todo lo contrario a lo que se divulga. Claro que en estos casos «al que no cree lo hacen creer». Es decir, al que no ha sido robado, afanado, golpeado o humillado, puede señalárselo para que esas desgracias o atrocidades le sucedan. Es uno de los métodos mafiosos más habituales, incluyendo a cuerpos policiales en dicha corrupción. El viejo método de Capone: un comerciante no quiere o no puede pagar la comisión por seguridad, entonces lo roban, lo asaltan, lo balean, sufre un atentado, lo secuestran. Sucedió y sucede. Es probable que con más democratización social y distribucionismo populista esos sucesos o culturas disminuyan o desaparezcan casi por completo. No hacen falta cuarteles con servicio militar obligatorio. Hacen falta más escuelas y más fábricas. Un taller y una escuela en cada manzana, en cada cuadra. Trabajo, educación, culturalización y sentido de la justicia social distribucionista.

 

 

 

              Lo que sí hay en Argentina es agresividad, no tanto violencia en sentido de vulneración grave y extendida de derechos, garantías, propiedades y seguridad. Repito: nadie está exento del hecho individual, a veces con características territoriales. A cualquiera le puede suceder. Lo que sí hoy es más notable que, por ejemplo, en 1970, es la agresividad. Las causas son múltiples y variadas, o pueden serlo, por supuesto. Hay en el mundo grandes e inimaginables cambios tecnológicos, mediáticos, socio-culturales que tienen incidencia crucial en la subjetividad humana, individual y masiva. Una transformación y reacomodamiento de valores y certidumbres. Un presente en cambio, un pasado no siempre del todo satisfactorio y un futuro cuyas cualidades no pueden definirse, además de un aceleramiento. La violencia, la violencia cruel, sangrienta y generalizada pertenece a otras naciones, otras regiones, otros continentes, quizás con Africa a la cabeza, casi siempre por inequidad social, por desigualdad, falta de libertad, racismo y represión salvaje.

 

 

 

                 Esto no puede ignorarlo la jerarquía católica argentina. En comparación con naciones cercanas, Argentina es casi un país sin violencia. Se la puede provocar, se la puede promover, se la puede incluso auspiciar bajo la apariencia del reclamo justo o el desborde y desencausamiento de las protestas o malestares sociales. Eso es un típico operativo de inteligencia, de cuerpos de inteligencia poderosos que generan hechos, o auspician las condiciones para que se produzcan, a efectos de militarizar a la sociedad, su control y represión. Y ahí así hay violencia, como consecuencia o causa. Esto no puede ignorarlo gente inteligente como la de la prelatura.

                Pienso que las preocupadas aclaraciones posteriores de la iglesia en coincidencia con la rápida reunión con la presidenta Cristina es parte de lo mismo. De ese modo la iglesia se hace necesaria. Imprescindible para gobernar y asegurar la gobernabilidad. Lo positivo de todo fue la reunión entre la representación de ambos sectores: eso es Política. Y está muy bien que así sea. Intercambiar, otorgar, recibir, dialogar, conceder, acordar, aunque se tenga el corazón en la boca más de lo sanamente previsto. Y aún así es saludable: es Política, se semblantea al otro, se miden poderes, de dirimen conflictos e ideas, se transforma el acontecer, se maneja un ordenamiento socialmente posible -y no nefasto- en este momento.

 

(1) http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-246457-2014-05-17.html

 

 

 

(de infobae.com)
(de infobae.com)

 

 

 

 

 

                   Esto, sin desentenderse de que hoy la trama cultural producto de las tecnologías de punta y la llamada en algún momento revolución «tecnotrónica» y la incidencia directa, intensa y permanente de los nuevos medios masivos de comunicación y entretenimiento, han convertido al mundo en un escenario inimaginablemente más complejo -pero no sin inteligibilidad- que la Argentina de años 40 del siglo pasado a los que se refiere el general Perón:

 

 

Perón «Habla sobre la educación»

EstudiantesUNLu.com.ar

Actualizado el 3/9/2007

El presidente Perón habla sobre la educación en Argentina

 

 

 

 

 

 

EROTICA DE LA CULTURA agradece como siempre a YOUTUBE y sus colaboradores su aporte a la cultura:

 

 

 

Los 4 factores del ciclo económico según Juan Domingo Perón

Actualizado el 18/7/2010

Perón explicando básicamente como afectó el Plan Quinquenal a la economía argentina (producción, transformación, distribución, consumo).

Tal como ahora hacen los Kirchner. Y pensar que todavía quedan algunos que piden bajar el gasto público…

(Fragmento de Perón, Sinfonía del Sentimiento de Leonardo Favio)

 

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