Cuando en abril del 2016 tuvo lugar su arribo sospechaba, imaginaba que no era el momento social apropiado. Viajó de la provincia del interior a Buenos Aires ciudad para probar suerte e integrarse al mundo escénico de la gran ciudad. Unos meses antes se había acabado la «década ganada» que me había hecho respirar sensación de libertad y despreocupación. A mi alrededor comenzaba a sentir lo augurios de un achicamiento, una asfixia y persecuta que solo podía describir recogiendo experiencias anteriores del mismo tipo. El diciembre había asumido el que bailaba en el balcón de la Rosada y mientras la gilada de viejos -a esos longevos, en manada, parecía no haberles servido la experiencia de fenómenos semejantes- y la clase media porteña aplaudían ciegas, empezaba a intuir el achicamiento, la bolsa de nylon en la cabeza, la falta de aire, el submarino socio-cultural.
No era el mejor momento para probar suerte en Buenos Aires. El espectáculo iría apagando colores y luces y la actividad cultural pasaría de a poco a valer dos pesos con cincuenta centavos. Muchas veces me pregunté sobre si debía enunciarle mis temores, pero no lo hice, no me animé, me pareció que, de pronto, le pinchaba un globo que la sostenía para probar suerte en la CABA. Duró unos meses la duda, las idas y vueltas del interior a Buenos Aires, pero el proceso era de evidente desmoronamiento. Era difícil, complejo y no fácilmente comunicable hacerle llegar mis temores sobre los efectos de la invasión macrista neocon y neoliberal que había de arrasar, de a poco, todo lo que supusimos que iba a durar más. No había laburo, menos en el mundo del espectáculo, y las estancias se hacía más difíciles, angustiosas, preocupantes. Lo notaba en su rostro y en algunos comentarios que -imagino- le había pasado alguna amiga. De algún modo aparecí ubicado como el aguafiestas, el pincha globos de las ilusiones y deseos largamente planificados. En simultáneo, cobraron dimensión los feminismos argentinos y la atención pareció desviarse de la situación económico-social en desguace hacia la grieta cada vez más profunda, mal manejada por dirigentes mujeres de academia y verticalismo de libros que llegaban de Estados Unidos, en especial los de la teórica de género Judith Butler, que fue corrida en el aeropuerto de Ezeiza.
Así, lo que amenazaba disolverse y tenía fin esquivo al éxito se pudrió del todo. Lo social-económico, lo político, se convirtió en personal. La disolución en amargura que preveía se cumplió. Claro, las clases medias femeninas urbanas activadas en performance escenográficas en la calles de Buenos Aires ni imaginaban que todo iba a empeorar, hasta hoy, en grado inusitado, y creían que esa forma de fiesta «feminista» seguiría. En los cumpleaños de quince la banalidad llegó al punto que las púberes festejaban la despenalización del aborto a los saltos y grititos con los pañuelos verdes en las muñecas.
Simultáneamente, las mayores de 30-40 se vanagloriaban de hablar con «e» o «x» mientras predicaban la vocación de «dar miedo a los varones heterosexuales», hacerles sentir, subrayaban, el miedo que ellas habían sentido frente al machismo golpeador-abusador. Cortas de mirada no imaginaron (¿o lo buscaron?, dudo), con mandatos sutiles provenientes del Norte), y de la nomenclakura estalinista-mujeril (no feminazi) pasaron al desbande y la decepción del increíble Alberto. El Mesías explotó del cielo y por las redes antisociales y todos los medios tradicionales. Parecieron enloquecer los jóvenes, sobre todo los varones, clases medias y sectores populares. Desesperados cayeron en el pozo y aún no sabemos -todos- cómo salir. Las voces feministas de vanguardia de nomenklatura se escuchan bajito o no saben qué decir mientras el monstruo crece, los pañuelos verdes casi no se ven y los hospitales para el aborto no punible quedaron sin material ni personal de atención médico-asistencial. Dicen que quien no tiene cabeza para pensar debe tener espalda para aguantar, pero lo garrotazos se sienten y, esta vez, dan otro tipo de miedo, un miedo semejante al de hace 50 años.
(La foto de tapa -se repite más arriba- fue compuesta en este comienzo de febrero del 2025 por Amilcar Moretti. Buenos Aires).
Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. Edición 1 de febrero del 2025. Buenos Aires. Calle Viamonte y avenida Callao.