LAS CUARENTA
Rolando Laserie-Las Cuarenta
Luis Alfredo García Ibarra
Publicado el 12 oct. 2013
La carrera artística de Rolando Laserie es atípica. Nació en Matas, incógnito pueblo de Santa Clara, el 27 de agosto de 1923 y desde los 9 años aprendió a tocar timbales (pailas), instrumento al que dedicaría los primeros años de su vida profesional, de la que también formaba parte, al menos al principio, el oficio de zapatero. Desarrolló su vocación de cantante en esa equívoca zona que eran las academias de baile, aunque hay una anécdota no confirmada según la cual cuando tenía 20 años sustituyó a Miguelito Cuní en una presentación que hizo en Santa Clara la orquesta de Arcaño y sus Maravillas. Como percusionista, actuaba de forma esporádica con la Banda Municipal de Santa Clara.
En 1946 inicia el periplo común de los músicos de la época: viaja a La Habana, donde comienza como percusionista en la orquesta de los Hermanos Palau. En la capital colaboró eventualmente con diferentes agrupaciones, hasta que ingresó en la Banda Gigante de Benny Moré, como timbalero y se le permitió también formar parte del coro acompañante.
En esa grandiosa época que fueron los años 50, hay una figura que merece capítulo aparte y que aparece relacionada con una parte muy importante de los acontecimientos musicales, ya sea como promotor, compositor, arreglista o director de orquesta. Me refiero a Ernesto Duarte, quizás la persona que más contribuyó a la formación del Benny como director de banda.
Como narra Cristóbal Díaz Ayala en Música cubana, del areyto a la nueva trova, Duarte fue uno de los auspiciadores del cantante Rolando Laserie, quien con voz y estilo inconfundibles, pronto devendría mito.
La irrupción de Laserie como bolerista no estuvo acompañada por los mejores augurios. El sello discográfico Gema (propiedad de los hermanos Álvarez Guedes y de Duarte), decidido a promocionar a jóvenes que tuvieran algo nuevo que decir en el competitivo mundo musical de la época, comenzó su experimento con aquel timbalero ambicioso. Durante las grabaciones, el propio cantante escuchó decir a uno de los ejecutivos de la firma: «Este Álvarez Guedes debe tener mucha plata o está loco, porque mira que grabarle a ese negrito que no sabe ni cantar…». Quizá tuviera mucha plata, porque sin dudas sabía hacerla, pero loco no estaba. El disco se estructuró sobre los arreglos de Duarte, dueño de una sonoridad de jazz band cubana que marcó toda una época, y en él se respetó la novedosa forma de interpretar del casi debutante y que consistía, entre otras cosas, en un coloquialismo popular que ni siquiera intentaba una dicción «correcta». En esa época se presumía que había una forma correcta de hablar el castellano que era, faltaría más, el que empleaban la clase media-alta cubana, y cuyos acentos, pronunciaciones y tonos eran considerados un estándar cultural. Aún los cantantes populares, sobre todo los dedicados a música «romántica», procuraban asumir esa convención. Los resultados no siempre eran los más felices, como cuando algún o alguna intérprete con una forma de decir que parecía de patricio cubano del XIX, soltaba con toda naturalidad un «…dijistes que me querías…», pero el caso es que resultaba insólito sentir el habla popular habanera en un bolero y esa fue la forma en que comenzó a cantar Laserie, felizmente respetada por los empresarios de Gema
En su primera grabación Mentiras tuyas, de Mario Fernández Porta, se aprecia un estilo que nunca abandonó y que era su sello personal.
Otro de sus aportes fue incorporar la forma de decir de la rumba, especialmente del guaguancó, con permanentes incursiones coloquiales, verdaderas escenificaciones de diálogos, y que el filin también aprovecharía.
Todo eso y su excelente y cálida voz, hicieron que desde su primer single, grabado en 1957, Laserie se convirtiera en un ídolo con título propio: «El Guapo» o «El Guapachoso» de la canción, que de ambas formas se le conocía. Estos atributos le ganaron un injustificado ataque por parte de la crítica, que asumía la cursilería reinante como un patrón.
Guillermo Cabrera Infante, que fue su amigo, decía, sin embargo, que era el segundo mejor cantante cubano, después de Benny Moré.
Rolando Laserie era osado en grado sumo. Entre otras cosas, se atrevió a hacer una recreación personalísima de Lágrimas negras, un verdadero clásico. Era un artista inteligente y sabía o intuía que nuestra música debía su grandeza a su insólita capacidad de establecer cánones y romperlos casi inmediatamente, lo cual había creado una verdadera tradición popular, una cultura, que permitía asimilar las novedades, siempre que estuvieran avaladas por la calidad.
Después del triunfo de la revolución marchó a Miami, adonde fue a parar una buena parte de su público. Allí continuó su carrera y su mito. Murió en 1998
Categoría: Música
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«Las Cuarenta», de Rolando Laserie