Anunció que viene este martes 6. Las cuatro últimas sesiones en suites de Buenos Aires Ciudad y lofts de La Plata acordó lo mismo y se ausentó, sin avisar y sin explicaciones. «Bartender», como llaman los norteamericanos a las meseras que, en muchos casos, suelen completar mensualidad con sesiones de desnudo fotográfico. Ella repite que no necesita el dinero. No he tenido noticias sobre su quehacer desde hace tiempo. La última vez que la ví trabajaba de ayudante de cocina en una pizzería. Entre marzo del 2011 y octubre del 2014, en seis u ocho sesiones, no recuerdo bien, fue modelo preferida de EROTICA DE LA CULTURA.
Dice que vendría este martes… Aunque al final se lo regalé, por retención prolongada, tiene uno de mis libros del Nobel portugués José Saramago, nuevo, sin abrir, sin leer. Una pavada: otras modelos se han llevado lápices de labios, collares, calzas sin estrenar, vestuario, dinero adelantado con la ficción de la madre enferma en la Patagonia (lo que les permitía hacer turismo y el amor a mi cuenta), mi copia de «The Last Days» de Gus Van Sant (el final de Kurt Cobain), manuales de fotografía y hasta una simpática almohadilla para alfileres (?). Otra alardeó de tener aguantadero de armas y poder lanzarme encima un grupo lúmpenes horneritos. Después adujo que había sido una broma: me pregunto qué clase lumpen se deschaba hablando de armamento ilegal oculto, y si es una broma, qué clase lumpen se ufana con el humor de faltar a la ley. Todas las armas que han pasado por mis manos han sido registradas siempre en la Policía Bonaerense, he sido buen tirador con pistola con años de práctica como socio del Polígono del Tiro Federal de La Plata. Al ser mi padre durante décadas titular del Tiro Federal de Coronel Rosales, al lado de la Base Naval Militar de Puerto Belgrano, he practicado mucho el tiro a 100 y 150 metros con los antiguos fusiles Mauser de cinco balas. Fue toda una época en que la pasada Estrategia de Defensa Nacional imponía como deber el entrenamiento de los varones en tiro de fusil para defender a la Patria. Pero, además de mi película de Van Sant, nada de todo esto fue muy sentido por mí, a no ser esa actitud ajena que siempre duele cuando uno pierde la confianza en la otra/o. Claro, siempre hay tiempos de disculpas o reparaciones. En esta novedad boba de hoy, oportuna para recordar otros asuntos, hay como un final anunciado. El folletín continúa…
AMILCAR MORETTI
