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El bushismo cultural de la nueva Caperucita Roja. Por AMILCAR MORETTI (adelanto de la nota especial que este domingo 28 publica el diario EL DIA de la Argentina)

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Caperucita Roja como vehículo de otros miedos. Leer nota completa el domingo en la Revista Dominical del diario EL DIA, de la Argentina. www.eldia.com.ar

 

La chica de la capa roja, este domingo a las 22 por canal TNT
La chica de la capa roja, este domingo a las 22 por canal TNT

 

 

 

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EL BUSHISMO CULTURAL DE CAPERUCITA ROJA

 

 

(fragmentos en adelanto de la nota en exclusiva escrita para la edición dominical del diario EL DIA, de la Argentina este domingo 28 de setiembre) www.eldia.com.ar

 

 

 

 

Por
AMILCAR MORETTI

 

 

 

 

                       obsession.Amilcar Moretti. autorretrato. 2014.P2250134El estreno es “La chica de la capa roja”. Es decir, Caperucita Roja pos… no, posmoderna no. Versión Bush, diría. (Sí, ya sé. Obama asumió en enero del 2009 y la película está fechada en el 2011. Pero las cuestiones de la cultura no se miden con esa cronología. Se reflexiona sobre ella más frecuentemente por el “espíritu de los tiempos”, por el “clima cultural”, que fluye y se entremezcla por debajo de la historia explícita y advertida a simple vista). Un dato en apoyo a mi conjetura (una de tantas desde la que se puede abordar la película): está en manos de Catherine Hardwicke, cineasta, a quien se debe (su película “clave”) “Crepúsculo”.

          

                         Si “Crepúsculo” no es “bushismo cultural” ¿el bushismo en la cultura dónde está?, diría un militante identificable de los años 70 (no de los 90). Quiero decir, esa combinación de sexualidad con puritanismo, de sexualidad por ausencia de sexo activo en interfusión afectiva de cuerpos (con el correlato del aumento mundial de la mercantilización del sexo genital, o tráfico internacional de personas para esclavitud o servicios sexuales en servidumbre), es (apenas) una de las características de la sociedad de mercado, como se la llama o llamaba, con deificación de la acumulación de capital especulativo, rentístico y clandestino sin ningún tipo de regulaciones (lo diabólico pasó a ser, es aún, la regulación del capital). Para decirlo en términos culturales de Caperuza Roja, el capital desencadenado pasó de lobo feroz al papel de la nena ingenua que cruza el bosque con ¿absoluta? inocencia e ingenuidad.

                 Pero, claro está, el cuento original de los hermanos Grimm es mucho más que una anécdota sin substancia y que por supuesto más que la película. Es un relato desbordado de sugerencias, sobre el cual cada disciplina de crítica de textos y cada lector tiene posibilidad de echar una nueva e enriquecedora mirada (y la sexual no es la menos destacada e importante). Pero la película es otro asunto: pertenece al género romántico, aunque no del toda boba. (Hay películas románticas muy de bobería). Pero aquí, aunque la realización de Hardwicke es plana, sin espesor plástico revelador de profundidades de significados y sentidos, se advierten algunos detalles de guión que pueden hacerla interesante. Por ejemplo, Valerie (Amanda Seyfried), Caperucita, es una muchacha enamorada de un recién llegado apuesto pero algo decaído, como si tuviese un peso en sus espaldas (¿el “Lobo?”), estado afectivo que deberá verse a qué se debe. ¿No será otro vampiro, digamos, “bueno”, de esos que las adolescentes dicen que les gustan si no las muerden y las hacen inmortales. Los padres le tienen reservado -a Valerie- otro candidato para esposo.

    

                           Y he aquí que aparece el aporte del siempre “loco” de Gary Oldman, que viene a ser una especie de presbítero que no se sabe si imparte máximas morales y de pureza o hachazos, cosas que a menudo pueden ir juntas, tal la condición humana cuando, social, culturalmente, se pone así (recordar veinte años de nazismo y reactualización progresiva). El tema es que el Padre Solomón no solo es un cazador de hombres lobos, sino un tipo que, peor que nada, siembra la sospecha en toda la comunidad, donde comienzan a dudar de todos, entre sí: ¿No serás tú, mi vecino, el lobo?, lo cual contiene una propuesta de riesgo realmente más patologizante que un malo-malo-malo, muy malo, en el bosque de la periferia. En la última dictadura la televisión impartía a cada rato un cartelito para exhortar denunciar al vecino. ¡Qué lindo!

              Y bueno, y esa es la historia, más o menos, de esta Caperucita Roja no muy lucida. Pero hay curiosidades: no tanto el nombrado Gary Oldman, pero sí apariciones de Julie Christie (si se supiera lo que no es revivible: lo que significó Julie Christie como ícono erótico en plenos 6o y 70. ¡Ah, quién diría Crazy Old Horse Moretti!, si dan ganas -dice el tango- de ir a la iglesia e hincarse y ponerse a llorar. Y Virginia Madsen, que es más “nueva” que Christie, y nunca tuvo muchas grandes oportunidades. Pero es buena actriz, y Virginia además es la hermana del supremo Michael Madsen: después de Robert Mitchum, ¿cuántos tuvieron su voz y su altura?  Siempre repito: ¿Quién como él puede hacer la escena del corte de oreja a la navaja de un policía maniatado a una silla mientras ensaya unos pasos de baile como para ir dando tibieza siniestra al ritual, en “Perros de la calle”?

                     El domingo 28 a las 22, por TNT.

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