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el pájaro, la planta, el perro, muertitos (foto por Julia Moretti)

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Benteveo en mis manos. El pájaro, la planta, el perro de terracota

 

           Hay un poema muy bello del inglés William Wordsworth (entre los siglos 18 y 19), uno de los maestros de la poesía occidental: “Esplendor en la hierba”.

            En castellano, dice más o menos así, y así yo lo creo, para no morirme de pena:

 

 

 

   “Aunque nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”.

 

 

 

                Y hay una película de Elia Kazan, de los años 60, con Warren Beatty y Nathalie Wood, dos bellos en ese momento de su esplendor, que se titula así: “Esplendor en la hierba”. Y habla de eso, del paraíso del recuerdo del esplendor del primer amor.

 

               Nunca había visto agonizar y morir a un pájaro: el otro día lo viví por primera vez. Un benteveo hermoso, adulto, estaba herido. Lo recogí, lo cuidé. A la noche se me murió en la palma de la mano. Lo ví tan bello y desolado. Lo enterramos con Cristina, por respeto (¿bobo?). Pero tengo el recuerdo de su belleza viva en otros benteveos que cantan bochincheros en mi parque.

Beso.

Amílcar

 

 

Dos muertitos. Foto de Julia Moretti. City Bell, La Plata, Argentina. Marzo 2012.
Dos muertitos. Foto de Julia Moretti. City Bell, La Plata, Argentina.  (Hay una pequeña historia de fugacidad en esta imagen: un paseo por calles desiertas de City Bell, con los últimos calores del verano, encontró este frente detrás de los barrotes. Una casa linda, al parecer deshabitada. Dadas las buenas condiciones de la estructura y el abandono indicado por algunos detalles, se hicieron escuchar y ver dos seres que aún decían estar vivos, del pasado, de los ayeres de alguien que ya no está, pero ellos aún vivos, a la espera de nuevos dueños y nueva vida, dispuestos a vivirla: un perrito negro de terracota, durito, quietito, pero atento. Y una planta, de tallo largo y copa pequeña, con toques amarillentos, sedienta. Estaban ambos muertitos pero querían vivir: vivir en otros, ser ellos otra vez y que dentro suyo sigan vivos los que no están, los que primero acompañaron. El humano es también esas cosas del pasado. Estos muertitos -simples cosas de la vida- tienen memoria escrita, su propio lenguaje. Hablan. Hay que saber escucharlos y decirles, contarles. Otros también leerán y escucharán, tal vez.  En marzo del 2012. )  

 

 

Compaginación amilcar moretti, Martes 17 diciembre, 2013. Argentina.     

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