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El papa ha muerto. Viva el papa: Bergoglio, el militante político jesuita que aprendió de Cristina y el kirchnerismo

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Dilma Rousseff, Danilo Astori (vice de Uruguay), Bergoglio y Cristina Fernández de Kirchner.
Dilma Rousseff, Danilo Astori (vice de Uruguay), Bergoglio y Cristina Fernández de Kirchner.

 

 

Escribe
AMÍLCAR MORETTI

Agosto 2013, Argentina, entre Buenos Aires y La Plata

 

 

 

                       Bebe Pag. WEB. Nueva.1 mayo Redim, 2013 P2270152Bergoglio como papa es lo que Obama a Estados Unidos. Desde un sector de no católicos, socialistas o de izquierda, insisten en desestimarlo sin más porque “no es socialista”. Algo similar pasó en su momento con Obama y sucede con Cristina Fernández de Kirchner. Al primero, alguna tapa importante sugirió su alqaedismo y otros del peligro comunista encubierto en la “figura dinámica” del presidente de ascendencia afro. Nuestra presidenta, no sin ironía, en algún momento tuvo que “aclarar” que no era marxista ante sectores patronales, lo cual vino a confirmar la ignorancia ultramontana de muchos dueños de capitales. La confusión, la mala leche, los deslizamientos ideológicos hacia lo contrario, las cooptaciones de la derecha sobre la izquierda y tergiversaciones, más las acciones de la cultura de los servicios de Inteligencia parecen ir de la mano de un grado sorprendente de ingenuidad o miopía prejuiciosas y de vulgo. Un vulgo de ricos, otra paradoja del menemo-cavallismo mundial.

 

  

 

                Que Bergoglio intervenga en el banco del Vaticano por viejos y comprobados manejos más que turbios, además de ser ahora ineficaces, inconvenientes e inoportunos, no significa que vaya a acabar –ni lo haya dicho- con la patria o globalidad financiera. Y aunque quisiera, y lo desease, no podría. Cristina Kirchner es peronista en una conveniente e inteligente modelización neodesarrollista y keynesiana, con meta en el crecimiento industrial y del consumo en el mercado interno y una distribución menos desigual de la riqueza que la ensayada desde 1976 o 1955.

 

 

 

                  En el Vaticano o en la iglesia católica, en Argentina y en el resto del planeta, hay permanencias, cambios, tendencias y tensiones internas nuevas y anteriores así como divisiones fácticas. No hay que esperar radicales transformaciones igualitaristas dentro del mundo del capitalismo; todos los factores y grupos poderosos casi seguro habrán de continuar las coincidencias  en metas estratégicas generales. Bergoglio, como Cristina, como Obama, lo sabe. Las diferencias y flexiones deben esperarse y se dan en procedimientos, tiempos, oportunidades. No hay que desestimar la Forma. 

                Las alternativas, aún periféricas, que parece desear absorber Bergoglio como mandatario de la iglesia católica marcarán flexibilidades, distancias, moderaciones, regulaciones, acercamientos, mediaciones, ausencias menos notorias, algunas explicitudes quizás no cruciales pero sí importantes. Ya ha dado indicios, tenues pero atendibles. Los que esperan que Bergoglio sea ahora socialista deberán moverse, para tratar de entender, dentro la ambivalencia del vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Ni uno ni el otro; los dos a la vez, porque así está el vaso. De nuevo: las Formas, mejor, la Forma es importante, inseparable de la Sustancia. El que no percibe matices no entiende de política. Puede ser experto en brutalidad y violencia, pero no en Política y Poder. Bergoglio es un político, de los inteligentes y perceptivos.

 

 

 

Bergoglio 1

 

 

                   Suele decirse que esta no es una época de cambios, como a mediados del siglo pasado, sino un cambio de época. La iglesia en el Vaticano hoy piensa y siente eso: le son necesarias ciertas adecuaciones internas, formas quizás, para compartir, guardar y recuperar  posiciones en el cambio de época. «Mundólogos» discuten si continuará el capitalismo en su etapa «post» o financiera. Están los que dicen que sí, que tras la última crisis del 2008, con fuertes indicios previos, el capitalismo ha entrado en una etapa de reciclamiento. Y están los extremos pesimistas: entienden que el capitalismo como se lo conoció hasta ahora, en sus diversas etapas, será sustituido por otro sistema económico mundial aún no definido pero mucho más injusto en cuanto a distribución de riquezas y derechos equitativos. No debe olvidarse tampoco que, hasta ahora, capitalismo y democracia han tenido mucho que ver entre sí.

 

 

                   En este escenario mundial hay distintas regiones, geografías, modos de ejercicio capitalista, zonas proveedoras de materias primas (alimentos y energía) a la vez otras de una transformación tecnológica, de tercera o cuarta generación, fabulosa pero también de consecuencias inciertas. Para los marxistas ortodoxos o dogmáticos fueron o son la economía real y la lucha de clases las que inciden en la tecnologías como cambio de época. Para los liberales ultras del capitalismo es la tecnología en su actual transformación desatada -la ciencia convertida en tecnología- la que marca las nuevas formas de poder y control que darán lugar a mayores acumulaciones y concentraciones de riqueza. Habrá luchas y pujas. Ya las hay, atroces muchas. Es imprescindible reubicarse para no desaparecer o simplemente para seguir en la cuenta.

 

 

 

                     La iglesia católica, siempre atenta pero hace tiempo demorada y hasta ratardataria, no quedará al margen, como no lo ha hecho desde hace dos mil años. Bergoglio es el encargado de manejar la etapa inaugural en el territorio. La institución se reacomodará para compartir, pactar, acordar, conceder, colaborar y al final sumarse a las fuerzas decisivas de hecho para conservar su fuerte zona de injerencia y poder. Se flexibilizará mediante algunas aceptaciones a su criticado «secularismo» y reordenará metodologías viciosas. El inocultable -y ya no viable- escándalo bancario de «la caridad», corrupción pura y alevosa. Marcará controles en escabrosas y públicas perversiones pedófilas ejercitadas como poder peligrosamente expandido y permitido. La participación en el poder estratégico descentralizado y a la vez hegemónico y en lucha, así como la acumulación de riquezas y su distribución mundial, quedarán en buena medida intocadas. La iglesia a lo sumo gambeteará ante los decisores y está resuelta a no quedar afuera, cosa que nunca en la historia entró en su pensamiento. Luchará fuerte, sí, para ser la cobertura ideológica de lo que quede después del rearmado. No es oportunismo; es su identidad constitucional. 

 

 

 

Bergoglio 2

 

 

 

                 No habrá Revolución, al menos en el sentido dado hasta el siglo XX.  Habrá cambios. Un cambio, y se sentirá. Tal vez -esto no lo sabe nadie- deje de hablarse de capital (por oposición a socialismo) y habrá de nuevo que hablar de riqueza. Es probable que Marx tenga razón en su ley de que el capital se acumula a sí mismo hasta que estalla por su propia debilidad acumulativa. Pero la riqueza acumulada y concentrada tenderá a seguir por ahora. En esto último Marx no predijo con precisión.

 

 

  

                          La riqueza concentrada podría tener entonces otro nombre en el futuro, sin proletariado ni burguesía. Persistirían, claro, los explotadores. Y los explotados. Peor aún: tal vez no haya de ser imprescindible la existencia de expoliados, simplemente tirarán los sobrantes del otro lado del largo, ancho y alto muro. El resto lo hará la tecnología desencadenada. De ser así, las injusticias de prolongarán, iguales o peores. Con evidencias, muchos insisten en que Estados Unidos y «occidente» sabían del genocidio nazi de seis millones de judíos o veinte millones de personas (se manejan nuevas cifras hoy). Y hoy «nadie sabe» del genocidio en África por razones «naturales» (sida y hambrunas, más guerras civiles promovidas y saqueo criminal de recursos minerales y energéticos, con migraciones horrorosas). Ningún gobierno del Grupo de los Ocho de Naciones Unidas lo ignora.

 

                   La centralidad del mundo parecen depender de decisiones de unos Estados Unidos a punto de hacer estallar todo, aún a sí mismos, y una nueva China que es una incógnita como actuante imperial de un capitalismo que parece adelantar futuro en producción y desgracias. América del Sur se conserva, por fortuna, como la reserva mundial de todo lo que pueda necesitar el poder económico mundial -centrado militar y comunicacionalmente en Estados Unidos-.

                   Por ahora, América del Sur no será depredada hasta su agotamiento, ni en alimentos, ni en granos ni carne, ni en metales ni energía, ni en agua ni en naturaleza de considerable equilibrio, pese al salvajismo bárbaro de ciertas explotaciones mineras o los hegemónicos cultivos sojeros. Los sajones, los anglos, los germanos, los escandinavos, los godos españoles son todos pueblos de origen bárbaro, no salvaje como los originarios habitantes de latinoamérica, nosotros, el Otro Occidente, en mezcla con italianos, árabes e hispanos, esta última la herencia más goda, más bárbara de nuestra constitución.

                 El Vaticano de Bergoglio o Bergoglio elegido en el Vaticano saben que la reserva está aquí, y la iglesia tiene profundas raíces en el territorio. No se la llevará gratis Estados Unidos; para eso está también la iglesia que Bergoglio querría armar. No la ideología norteamericana de los evangélicos pentecostales sino el brazo armado y atento a la «biblioteca» (¿lo mediático hoy?) de los jesuitas. No la tendrá fácil tampoco la iglesia. Y tampoco los gobiernos populistas de nuevo cuño que distribuyen en varios países de América latina, como Argentina, Venezuela y Bolivia. Ecuador, también. Habrá alianzas y disputas, graves algunas. Espero que no sea al costo de más sangre derramada, pero la iglesia no le hará asco a lo fáctico. Nunca lo hizo: suyo es el «descubrimiento de América» y el primer genocidio de la historia, al menos unos 60 millones en las primeras cinco o seis décadas desde Colón. 

 

 

Bergoglio 3

Bergoglio 3b

 

 

 

                         Durante el menemato, después de la gran matanza de al menos una generación de los mejores y más activos militantes políticos durante las dictaduras militares de los años 60 hasta principios de  los 80, se persuadió a la ciudadanía -con nuevas y frágiles democracias- que el subcontinente estaba devastado, que «no había ni quedaba nada». Gran mentira mediática que hoy es evidente: América del Sur es la reserva mundial. Habremos de preservarla con gobiernos populistas. O habrán de vigilarla los otros. Podrán hasta repetirse genocidios pero enloquecerán desertificaciones absolutas. O no deberían.

                      Este es el territorio del futuro, sea cual fuese ese futuro y sean para quien sean los beneficios. La iglesia Católica, con desarrollo histórico crucial en Europa, tiene desde hace cinco siglos su último baluarte cultural-ideológico en el sur americano. La reciente visita de Bergoglio a Brasil confirma lo dicho. Solo que ahora la política de reconocimiento se ha hecho evidente. No es en Europa donde está el futuro. África ha sido abandonada y olvidada (el caso de Libia y Kadaffi fue la más turbia de las últimas atrocidades, ante la cual el Vaticano guardó silencio y dejó hacer). Lo mismo en Asia donde están en juego Irak, Afganistán, la zona de Palestina, la región mediterránea y los países africanos musulmanes.

                   Salvo América del Sur todo es territorio amenazado de destrucción por la NATO, cara visible militar de un poder difuso y «global» y «virtual» sin centro, con riquezas y mandatos tan evidentes como difusos son sus lugares de atesoramiento y los nombres de los «patrones». No es la reina Sofía de España la figura donde reside el Poder, aunque integre un círculo de capitales (riquezas) planetarios anónimos. No es tampoco en Bergoglio. Sí, en cambio, cumplirá con su cuota de poder el Vaticano y se remodelará si es imprescindible. Y ya lo es, al menos en la mirada de Bergoglio. No está solo; tiene enemigos y adversarios, entre los suyos también. Por el paredón de los desechados para explotación también Bergoglio puede ser abandonado en el desierto. 

 

 

Bergoglio 4

                      América latina es terreno ideológico del catolicismo, en general más reaccionario que flexible, así como Asia se debate en un furor musulmán con sus razones civilizatorias y reconoce infiltraciones y direcciones que vienen de la época en que se activó el antiguo mahometismo para usurpar la riqueza petrolera y a la vez impulsar un efectivo anticomunismo soviético. Lo mahometano hoy también es un producto deteriorado del capitalismo en su etapa más brutal de consumo y financiarismo. Entre Juan Pablo II por el lado europeo y los terroristas y nacionalistas reaccionarios del integrismo musulmán Estados Unidos construyó un ariete perverso y formidable para derrumbar el paralítico y esclerosado socialismo soviético ruso, que ignoró la revolución tecnológica, con su insoslayable sociedad de consumo seriado, maníaco y paranoico.

                     La perversión de lo religioso -lo religioso algo constitutivo de la humanidad- ha sido el pago de atrocidad recibido por el catolicismo por sus sustento de la moral capitalista. Igual camino se recorrió, aunque acelerado en pocas décadas, con  el mahometismo por su vinculación con el capitalismo, sobre todo el corrupto de despilfarro. Se apeló a la destrucción de esta última sentida monoteísta religiosidad, como instrumentación para continuar la acumulación de capital ante los primeros -y quizás aparentes- éxitos del socialismo desde 1917. 

                   La libertad en los países ex comunistas europeos en realidad logró convertirse en la perversa «utopía» de las vidrieras de consumo. El gran engaño, la gran fantasía, la tremenda frustración. Rusia hoy teme un cercamiento cada vez más cerrado. China, cambia del comunismo a una forma de capitalismo regimentado y autoritario dirigido por ex comunistas. Putin, en Rusia, fue el jefe de la CIA comunista (la ex KGB, la hoy SVR o CBP, con jefe máximo en el mismo Putín). China presta a Estados Unidos, penetra de a poco en África, trata de instalar buenos negocios en América, tensiona y acuerda con Estados Unidos, trata de manejar su cuota de poder con juego propio. De Estados Unidos y China y su ambiguo equilibrio parece depender la centralidad globalizada del planeta. De algún modo la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner intenta lo mismo, a la manera china, es decir, mantener un equilibro entre la centralidad y la periferia planetarias, sin perder de vista la diferencia de volumen de poder y, sobre todo, que el centro en esta región está en Estados Unidos.

 

                     Cristina Fernández de Kirchner, actual conductora y más inteligente cuadro del peronismo siglo XXI (como el socialismo siglo XXI de Chávez, en Venezuela), ha sido precedente claro de la política que Bergoglio intentaría instalar primero al interior del Vaticano para, desde ahí, comenzar a recuperar, revitalizar y asegurar sus territorios más amplios. En este sentido, «Bergoglio es peronista»: como decía el astuto líder, «yo debo darle la bendición a todos, como el papa». Es lo que ha gestualizado en unos días Bergoglio: le mandó una respuesta a la Sra. Pando, representante del sector primitivo más reaccionario de la ultraderecha militar, y a la vez dio instrucciones para escuchar a las abuelas que buscan a sus nietos desaparecidos durante la última dictadura. La «opción por los pobres» y los anuncios de transparencia y distanciamiento de los pederastas y corruptos notorios  son datos visibles de un tejido que han comenzado a hacer Bergoglio y un grupo que reclama y ve claro que la iglesia, como factor de poder ideológico («espiritual»), para conservar su lugar debe flexibilizarse ante muchas demandas sociales y sexuales insatisfechas, con lo cual podría también recuperar terreno, ganaría otros espacios y podría garantizar su base de siempre.

                Bergoglio debe asentarse primero en la cúpula del Vaticano, lo que ha de costarle su tiempo. Es un buen político y tiene formación teórica y doctrinaria bien terrenal. Hábil negociador, pragmático, inteligente, sagaz. Maneja bien los medios de comunicación. De todos los Príncipes (sus obispos) a los que él ha criticado, es el más abierto y rápido, el que ha mostrado sentido de oportunidad y capacidad de negociación sin retroceder ni alejarse de los poderosos, al tiempo de mantener un populismo conservador de dirigente del conurbano bonaerense argentino. No se trata en él del viejo populismo oligárquico. Que maneje técnicas de político bonaerense populista peronista, con amabilidad y comprensión,  no es desmerecimiento para Bergoglio, por su nivel intelectual y amplitud de miras. El populismo distribucionista que su iglesia critica es en América latina una categoría política valiosa, bien latinoamericana. Además, los modos campechanos de Bergoglio no son de oligarca paternalista sino de hombre típico de la inimitable clase media urbana argentina. Son cualidades.

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          Cristina Kirchner, conductora del peronismo siglo XXI, es  precedente claro de la política que Bergoglio intentaría  primero al interior del Vaticano, para desde allí recuperar y revitalizar territorios más amplios. En este sentido, «Bergoglio es peronista». Como decía el astuto líder, «yo debo darle la bendición a todos, como el papa».

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                     La lucha interna es la que primero ha de ganar Bergoglio. Su salida al exterior -exitosa, de 1 a 3 millones de personas movilizó- sin duda es el mensaje para adentro. No han de desbancarlo fácilmente. Es inteligente, tiene astucia y huele con fino olfato tiempos nuevos, aunque no se sepa bien cuáles y cómo serán esos tiempos diferentes. El papa ha muerto. Viva el nuevo papa.

                  ¿Transición? ¿Quién lo sabe, cómo puede asegurarse? Obama es un cambio. Y una continuidad. Sus metas son iguales a otras anteriores pero diferentes. Los procedimientos y tiempos, también, aunque lo bélico sea protagonista. Hay que reubicarse. No todo es falsía. Cualquiera que maneje los conceptos básicos de la filosofía, el arte y la política sabe que las «formas» son la sustancia y la sustancia está dada por la Forma. Los viejos comunistas, que perdieron la lucha, eran contenidistas.   La Forma de Bergoglio define nuevas sustancias: las injusticias perdurarán, se aliviarán o acrecentarán. La iglesia del Vaticano lucha por su gran porción de poder mundial. Bergoglio es el hombre a probar ahora. Ha comenzado con astucia e inteligencia. El éxito -si lo tiene- depende de su Forma, de su estilo, lo que procesará -o podrá procesar-la sustancia de una iglesia prolongada de nuevo en el tiempo que mediará -si continúa en reciclamiento- ante los desechados (no ya los pobres) junto a los poderosos. 

 

AMILCAR MORETTI. Primeros días de agosto 2013. Entre Buenos Aires y La Plata. Argentina.

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