Escribe AMILCAR MORETTI.
Una artista en Europa, frente al célebre cuadro de Courbet “El origen del mundo”, se sentó bajo la pintura, subió su vestido, abrió sus piernas y mostró su sexo desnudo, separando con sus dedos los labios de la vulva y dejar ver la parte más saliente de su cavidad vaginal. La obra de Gustave Courbet, uno de los artistas realistas más saliente del arte del oeste (occidente) durante el siglo 19, fue ya en su momento drástica y silenciosamente sancionada con el ocultamiento y visión para unos pocos ricos, así como presionado Courbet en su momento.
Un video de seis minutos da cuenta de la permanencia de la pintura por los efectos de la derivación actual de la obra de Courbet. La nueva producción puede estar entre el escándalo y la performance. Lo escandaloso siempre ha formado parte de las viejas vanguardias del siglo XX. No debe sorprender. En cambio, el valor expresivo de la performance está en discusión, no solo en cuanto a moral pública (tema aún más debatible) sino en lo referido a sus cualidades expresivas. Por añadidura, desde hace unos cien años se ha puesto en duda la noción misma de Arte, que no es tan antigua tampoco.
El episodio que registra y relata el video sucedió en mayo y da cuenta también de las estúpidas y a veces grotescas situaciones que suele suscitar cualquier expresión vinculada con la sexualidad como genitalidad. O de la genitalidad como objeto y centro explícito del arte (uso la noción de modo instrumental, para dar nombre a algo que aún parece no tenerlo).
En el caso de la artista Deborah De Robertis, de Luxemburgo, su performance se acompañó de Ave María de Schubert, lo que atenúa el matiz atentatorio contra eso tan ambiguo e impreciso llamado “moral pública” o bien acentúa el desafiante costado desacralizador. ¿O sacralizador? Courbet sabía del tema, y no sin razones es que la pintura lleve el título que lleva. El Origen del Mundo. En lo personal -y por favor, no se entienda ningún ánimo ofensivo para los creyentes-, también puedo interpretar que el tema tiene un perfil trascendente de lo terrenal. Un creyente, si se sobrepone en este caso a sus inhibiciones y reparos, puede suponer que la obra de Courbet gana en hondura si se vincula el “origen del mundo” con una feminidad religiosa superlativa. En cualquier caso el dios único se hizo cuerpo en la tierra, para la salvación de todos, a través de un cuerpo de mujer. Desde la matriz creativa de esa mujer elegida, interpreta este laicista respetuoso, llegó al mundo una fe en la salvación humana a medida de todo humano. Esa condición de humanidad es lo que autoriza a proponerse como representación divina por conocer al mismo tiempo el padecimiento humano terrenal. Dicho más claro, el mesías lo es porque conoce el sufrimiento de la condición humana. Y esa cualidad es lo que me permito suponer también en la pintura directa de Courbet.
E cuanto al hecho en sí mismo de la creadora de Luxemburgo, ocurrido en mayo pasado, debe analizarse por otros canales, que no religiosos, sino a lo sumo estético-expresivos religiosos. No afirmo que Courbet o la artista de ahora hayan intencionado con metas concernientes a la religiosidad. Admito también el probable ánimo provocador y desafiante de la creadora actual. Pero no diría que lo suyo es sacrilegio en función del título del cuadro de Courbet, apenas una interpretación mía, sino un acontecimiento de cierto tiente oportunista para adquirir alguna notoriedad.
L’Origine du monde [El Origen del mundo]
(del sitio web del Museo de Orsay, París)
“El primer propietario del “Origen del mundo”, y obviamente su comanditario, fue el diplomático turco-egipcio Khalil-Bey (1831-1879). Figura brillante del Todo-París de los años 1860, reúne una efímera pero deslumbrante colección, dedicada a la celebración del cuerpo femenino, antes de arruinarse con sus deudas de juego. Después, se desconoce con precisión el destino del cuadro. Hasta que entró en el museo de Orsay en 1995, “El Origen del mundo”, que por el entonces formaba parte de la colección del psicoanalista Jacques Lacan, representa la paradoja, de una obra famosa, pero poco vista.
“Courbet siguió reanudando con el desnudo femenino, a veces con una inspiración obviamente libertina. Pero con “El Origen del mundo”, se autoriza un atrevimiento y una franqueza que proporcionan al cuadro su poder de fascinación. La descripción casi anatómica de un sexo femenino no está matizada por ninguna artimaña histórica o literaria. Gracias a la gran virtuosidad de Courbet, al refinamiento de una gama de colores ambarina, “El Origen del mundo” se salva no obstante del estatuto de imagen pornográfica. La franqueza y el atrevimiento de este nuevo lenguaje no excluyen un vínculo con la tradición: de modo que la pincelada amplia y sensual, junto con la utilización del color, recuerda la pintura veneciana y, el mismo Courbet se reclamaba del Ticiano, de Veronese, de Corregio, y de la tradición de una pintura carnal y lírica.
“El Origen del mundo”, ahora presentado sin ninguna ocultación, reencuentra su debida plaza en la historia de la pintura moderna. Pero sin embargo, no deja de plantear, de manera turbadora, la cuestión de la mirada.”
(de http://www.musee-orsay.fr/es/colecciones/obras-comentadas/pintura/commentaire_id/el-origen-del-mundo-2467.html?tx_commentaire_pi1%5BpidLi%5D=509&tx_commentaire_pi1%5Bfrom%5D=841&cHash=8e5f788d96)
1 Comentarios
El cuadro es observado como una obra de arte y, quizá, una obra maestra. Pero lo mismo, al natural, es un escándalo. Qué raro ¿no?