“No basta con gritar todos los días ´La vida por Perón`”, decía Perón. Lo subrayó en momentos críticos y como indicación imprescidible.
No basta con gritar todos los días “La vida por Néstor”.
No alcanza con gritar a cada rato “La vida por Cristina”.
No alcanza con repetir el grito “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”. Creo que no conviene gritar somos “soldados de Cristina”. ¡Ojo con la palabra “soldado”!, porque los muertos vamos a ser nosotros, y buena parte de los otros. Las víctimas vamos a resultar todos, salvo la mayoría de la minoría de siempre.
No alcanza para octubre gritar todos los días “La vida por Cristina”. Hay que hacer, y se puede hacer con la palabra y con la acción. La palabra es lo que distingue e instituyó la condición humana. Somos humanos porque hablamos, porque tenemos lenguaje.
No basta. Ahora se necesitan predicadores, multiplicar predicadores, se necesita persuadir. Escuchar y persuadir. Es uno de los principios esenciales de la Política que indica Perón en “Conducción Política”. Está casi al principio del libro, si mal no recuerdo.
Lo indicó el otro día la Presidenta. Se lo dijo a la juventud y a los que no lo son. A los jóvenes, les sugirió, centralmente, lo siguiente: “Vayan casa por casa, puerta por puerta. Si los atienden o responden mal, no interesa. Vuelvan al día siguiente. Cualquiera puede tener un mal momento”. Y había agregado: “No respondan a los insultos ni a las agresiones”.
Hay que predicar a los que no se dieron cuenta, a los que han estado distraídos, a los que no vieron. Incluso apelar al “egoísmo”: se sabe, “la viscera más sensible es el bolsillo”, también anotaba Perón. Hay que explicarle al Otro, porque “La Patria es el otro”, hay que explicarle que también sus intereses personales e individuales pueden resultar dañados si esto de ahora, esto de los últimos diez años se acaba, si esto de la última década se da vuelta, como quieren muchos de adentro y de afuera. Ver primero cuáles son los intereses del otro, del vecino, y según ello ver si puede, si vale la pena, si conviene, si es oportuno persuadirlo.
No sermonear. Eso hasta la iglesia católica parece ir aprendiéndolo. Los sermones aburren y siempre “sobran”. Se dieron cuenta los evangélicos (todos nacidos en EE.UU.), muchas de cuyas orientaciones tienen vinculaciones con la CIA. Los peronistas, los que apoyan a Cristina Fernández de Kirchner, no debemos dar sermones. Puerta a puerta, hay que escuchar y persuadir.
Un buen predicador persuade. Lo sabe muy bien Bergoglio, con lo suyo. Obsérvenlo. Predica persuadiendo. No responde al insulto. La mentira, si es infame, es otro asunto: tampoco se responde con la agresión, se aclara por vías más comunicativas y comprensibles. Hay que ganarles a los medios (de comunicación de masas). Perón y Evita, cuando no tenían los grandes medios, para ganar las elecciones que inauguraron la primera presidencia de Perón, cuando nadie los conocía y tenían un año de nacimiento, formaron un tren con pocos vagones pero muchos predicadores. Salieron por el país, estación por estación, pueblo por pueblo. Él y Evita también se metieron bien en el barro y emergieron.
Una anécdota conocida que ya conté muchas veces: un peón le cuenta a Perón que quiere votarlo pero que el patrón de la estancia no lo deja, que amenazó con despedirlo. Perón le responde: “Ud. escúchelo (al patrón), dígale que sí. Después, cuando esté en el cuarto oscuro, ya sabe lo que tiene que hacer”.
No hace falta que el vecino diga que sí, muchos no lo harán, por diversos motivos, pero si hay habilidad para la persuasión breve, clara y profunda, el mensaje llega, aunque sea una parte del mensaje. Una palabra, un tono, pueden bastar. La palabra y el modo justo y preciso que den en el centro del otro, según su condición, su estado y oportunidad. Luego, quizás, le quede dando vueltas en la cabeza. Que diga en voz alta lo que quiera o les que le convenga: después en el cuarto oscuro nadie va a ver qué es lo que hace. Puede(n) también votar a Cristina y salir diciendo que Cristina es mala.
No ser agresivo pero tampoco pesado. Son apenas dos meses, más o menos. Si dura más, mejor. Ni pesados ni sermones. Persuadir. Hay que formar en días militantes predicadores encargados de persuadir. No engañar, persuadir. No batallones ni soldados: militantes de la Política. Políticos de militancia hormiga, puerta a puerta, persuadiendo. Nadie sabe cuál puede ser resultado, pero tiremos semillas en todos lados que algo va a crecer, alguna planta -o muchas, nadie sabe- va a germinar.
Es la parte en que, si es de modo masivo, se puede igualar y aún desbordar, a los medios “masivos” de comunicación, que en verdad son casi todos del adversario, muchas veces siniestro.
Y otra, esencial: La Política es el barro. Pero hay que ser capaz de meterse en el barro y emerger limpio.
AMILCAR MORETTI, domingo 23 de agosto 2015.
(Aclaración a propósito del título: ¿Hace falta que aclare que “nosotros” somos todos?