¿QUIÉN ES AMILCAR MORETTI?
“En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”
(Susan Sontag, 1964) (1)
Soy argentino. Nací al sur de la provincia de Buenos Aires, en cercanías del puerto de Ingeniero White. Imagino mi geología existencial como magma de mar, pampa y meseta patagónica. Espacio original de cruce, convergencias y tensiones de mi modo cultural. Fusión rica, confusa, caliente y con agregado enfriamiento de genealogía: mitad italiana, mitad española y criolla. Estudié literatura en universidades públicas, las Nacionales del Sur y de La Plata. Maestro “Normal Nacional” (hoy, “profesor de educación primaria”), como alfabetizador de adultos entré de pibe en el mundo del trabajo. El trabajo es sanador, como el amor y la sexualidad afectiva, y ambos contienen el dolor de enfrentarte a lo Real de la realidad. Poco después, por décadas, siempre, hasta hoy, me gané la vida como escritor de periodismo de autor en prensa de papel y digital. Habré publicado unos siete mil (7.000) textos con firma.
Me dediqué a temas de cultura y sociología de lo cotidiano, con matiz de la Política como disciplina reflexiva. Y ahí me especialicé en Mirada, dicho de otro modo, en escritura y lectura crítica de cine, fotografía, pintura, arte, medios de información. Casi siempre fui fotógrafo, con baja o con alta intensidad: en especial, en fotografía de autor en desnudez femenina en situación de cotidianidad. Durante años fui jefe de departamentos de video, fotografía y redactores. Soy receptivo a casi todas las artes y medios de expresión, y de información y comunicación. Concibo todas estas actividades y mi vida misma como inseparables de la estética, lo Político, la Erótica, la complejidad del Inconsciente y la sociedad. Aclaro, la Política como organización de la sociedad y Eros como fuerza de vida profunda en confrontación con la Muerte, el Odio, la Crueldad. Afianzado en lo histórico y su devenir. Siento y pienso a la Argentina como una Pasión Inconclusa, siempre deseante. Eso me da concentración, ubicación y dolor. No me desprendo.
Mi maestro de pensamiento fue Rubén Bugallo, querido, siempre recordado periodista de mi pueblo y socialista por vocación y elección, siempre reiniciándose a pesar de castigos y humillaciones. Rubén, amigo de otro diferente, Floreal Ferrara – pensador, escritor, cardiólogo, sanitarista y empecinado militante peronista-, quien me recomendó para la redacción del diario El Día de La Plata. Allí escribí por cuatro décadas, casi siempre con firma. Pero, que al final y siempre yo sea peronista es un asunto de mi Río de la Plata y mi subcontinente sur, entre otras cosas, una forma de no ser fácil de arrear.
Jazzero y tanguero, me formaron lecturas de Erich Fromm, Freud, Sartre, Bertrand Russell, la estética de Georg Lukács, Bruno Bettelheim, Susan Sontag, el profesor Jaime Rest y los ensayos de David Viñas, Adolfo Prieto y Noé Jitrik. Bastante después vino la ensayística de Ricardo Piglia, Josefina Ludmer y, menos, Daniel Link. Todo eso en paralelo con las narrativas de Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Henry James, la tragedia según Arthur Miller, el Cortázar rayueliano, el Borges agnóstico y los poemas de Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari, Juan Gelman. Además, un universo subjetivo y público alrededor del cine como cuna intelectual, imaginativa y de sensibilidad desde mis primeros años de vida. Orson Welles, Hitchcock, Murnau, John Ford, Anthony Mann, Chaplin y Buster Keaton, James Whale y Boris Karloff, Christopher Lee, Los Cinco Locos del Buen Humor, Cantinflas, Leonardo Favio, Lautaro Murúa, Otto Preminger, Fred Zinnemann, Blake Edwards, Jerry Lewis, Gene Kelly, Fred Astaire, Marlon Brando, Gary Cooper, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Steve McQueen, Brigitte, Marilyn, Tita Merello, Francisco Petrone, Hugo del Carril, Jorge Salcedo, Blanquita Amaro, Bresson, Chabrol, Godard y el entrañable Truffaut, Antonioni, Visconti, Fellini, Pasolini, Peckinpah, Bergman, Tarkovski, Kiarostami, David Lynch y Cassavettes, sobre todo John Cassavettes.
Ricardo, mi hermano (fallecido) fue guía y modelo inaugural para el vínculo amoroso con el cine y los libros. Mayorico González, el hombre de puños fuertes, cabeza lustrosa y orejas lisas, estuvo en la aventura de los guantes y la bolsa. Papken Zovikian, padrino armenio sobreviviente del genocidio. Mi Viejo, Mi Padre y mi madre. Fundamental soporte fue después Juan Carlos, mi psicoanalista durante años, sin cuya generosa paciencia poco hubiera reconocido en mi modesto, dolorido y orgulloso transcurso vital. Y crucial: casi nada hubiera sido posible sin el contrato amoroso con Cristina, amiga, compañera, amante y esposa sin claudicaciones, madre de mis hijas.
(1) Pág. 27, Susan Sontag, “Contra la interpretación”, Seix Barral, Barcelona, 1984