Una mujer en diagonal, en la cama, descansa. Se amodorra, se envuelve a sí misma y torna a los movimientos ondulantes, se estira, se despereza. Somnolienta, cierra los ojos, duerme y descansa, tibiamente. Un rubor para la mirada de ese cuerpo de mujer. Una mujer que sabe acostarse arremolinada entre las sábanas y mantas. Una mujer transversal. Ocupa todo el espacio con su sopor tibio, palpitante. Se funde cuando se abandona así, serena, confiada. Rebosa mujer en la cama, desborda, se derrama. Se siente completa, o plena, ha amanecido y no ha despertado del todo. La fragancia de su transpiración natural, el sonido cuando expira el aire, el pecho y el vientre que se hinchan, leves, y bajan, suaves.
¿Una mujer tiene orgasmos dormida? Sí, tiene ese potencial, semiconsciente. Sabia la que duerme, se ensueña y goza. Humedecida, mucho. Esas mañanas son transversales, también, te cruzan en diagonal el corazón y el cuerpo, que se agitan.
A.M.
