Una mujer de aquellas. Hace años que no sé nada de ella, salvo que fue madre y es esposa feliz. Sesionamos muchas veces juntos, modelo dúctil, fuera de canon. Dork, extrovertida, contundente, vital, alegre, desinhibida, carnal, torbellino de entusiasmo y sensualidad. Tierna y muy atenta a los suyos. Procedía de la sudamérica caribeña. Enfermera graduada y muy ejercitada en su profesión. De esa clase de enfermeras que es reclamada por los sufrientes porque les insufla ganas de seguir, o al menos de olvidar por un momento el padecimiento común del vivir, del cuerpo enfermo. De origen humilde y belleza voluptuosa, abundante, talla alta, completa. Recuerdo que una vez, en un momento de mi tristeza neurótica, me reprendió indirecta y suave : «¡Ay, Amílcar, si supieras por lo que he pasado yo desde niña!» Era ella de esas personas de entrega: por ejemplo, hoy, en tiempos de la Covid o cualquiera otra infección, si siquiera hubiera sospechado que podía ser agente transmisora, sería la primera en someterse a los análisis correspondientes y distanciarse de sus asistidos, sin dejar de cuidarlos. No hubiera dudado ni un segundo. Yo me decía que ella era como la Patria. En verdad, era también la Matria.
Amílcar Moretti
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