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No hay ser “feliz” por ley, pastilla, camisa, fuentes de juventud o sandez (de zánganos a Tolstoi y el trabajo de salario digno)

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 LA DESTRUCCIÓN CONTINUARÁ HASTA QUE EL 51%, HOY SILENCIOSO, SIN ACCIÓN POLÍTICA -COMO LO FUE SIEMPRE- SE HAGA CARGO DE SU RESPONSABILIDAD. INSISTO, HA SIDO UNA SANDEZ Y ERROR IMPERDONABLES Y TEMO QUE LA DESTRUCCIÓN PROVENDRÁ, IMPLACABLE, DE ESA ACIAGA OPCIÓN DE… CAMBIO.  SI ESA MAYORÍA ES TAN ESTÚPIDA Y DESTRUCTIVA COMO LO HA DEMOSTRADO, POCAS SON  LAS PROBABILIDADES DE SALIR ILESOS DE ESA BARBARIE “APOLÍTICA”.

 

 

El simple ejemplo de mis facturas de gas y agua:

GAS: con gobierno anterior: $0,22 el metro cúbico

          con el gobierno actual del cambio: $2,40 el metro cúbico

GAS:

          Factura anterior  $350

          Factura actual     $845

AGUA:

              Factura anterior: $174

              Factura actual:     $450

 

 

 

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ

Leon Tolstoi (1828-1910)

 

 

En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor. Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle. El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:

—Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.

Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos. Mas una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:

—¡Qué bella es la vida! Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?

Al enterarse en palacio de que, por fin, habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:

—Traed prestamente la camisa de ese hombre.

¡Ofrecedle a cambio lo que pida!

En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante. Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:

—¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!

—Señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no tiene camisa.

http://mpsp.webs.uvigo.es/rev02-2/supl1b-02-2.pdf

 

la camisa del hombre feliz en Moron de la Frontera

1 Comentarios

  1. Carlos Diaz

    Extraordinaria ilustración del drama que vivimos y que padeceremos aún peor.
    Repito lo que alguna vez dije en este espacio y en otros, sobre una vieja verdad, que con el tiempo y la modernidad dejó de serlo: el “pueblo” no es sabio en política, por el contrario, sabe poco y con la “ayuda” de los grandes medios de difusión se equivoca con frecuencia y a veces gravemente y no solo aquí sino en muchos lugares del mundo . Tampoco es cierto que no se suicide. Por lo menos a veces lo intenta, quizá involuntariamente. En realidad y en esta época, hasta habría que revisar el concepto de “pueblo” como sujeto político. Hablando de Argentina, el pueblo -que era pueblo- que se movilizó en 1945, me parece que hoy ya no existe. Puedo dar ejemplos de conductas electorales inexplicables, en las que se vota al propio verdugo. Y además no tropieza dos veces con la misma piedra, puede hacerlo muchas más veces.

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