La máscara por la que optó el 51% de sufragantes -no ciudadanos, no Pueblo-, todos siempre responsables, en las últimas elecciones nacionales de Argentina. Conjeturas sobre probabilidad de futuro, precedentes de experiencias históricas, interpretaciones.
Escribe
AMILCAR MORETTI (1)
Periodista; escritor; crítico de cine, cultura, arte y sociedad (2)
Fotografía de autor en desnudez femenina en cotidianidad
Buenos Aires-La Plata
Es una máscara. En Argentina un 51 por ciento de sufragistas lo hizo por una máscara. Una máscara es algo que oculta y a la vez revela; como siempre, más ocultamiento que revelado (solo indicios, apenas síntoma de lo real). Sufragó por una máscara el 51 por ciento -no ciudadanía, no Pueblo- que optó por ella, la máscara. Una máscara encubre y da indicios. Oculta un rostro indicador de una identidad, pensamiento, intención, propósito cercano a lo esencial, a lo verdadero, a lo que haga o es posible que haga (quien está debajo de la máscara). Pero, a la vez, una máscara revela y aproxima indicadores de lo que el encubierto es, o de sus propósitos. Quien lleva una máscara la elige y opta por ella por un motivo: por eso, dicha máscara señala algo suyo que refleja, y logra o hace que se sientan ilusionados otros muchos que la ven creíble, atractiva.
Pueden presentarse tres opciones conjeturables en Argentina, opciones de la máscara por la que optó 51 % de los sufragistas. Todos ellos responsables, claro. (Esto lo imagino y escribo el 18 de diciembre del 2015) (3)
Enumero y resumo:
1) Que la máscara sea utilizada, manipulada, manejada por un lapso, antes de su reemplazo por aquellos que representan intereses que la máscara integra en grado parcial o menor. Que la dejen hacer por un tiempo como campo de experiencia y ejercitación, para visualizar mejor el territorio social operativo y la reacción que provoca, y sus resonancias. Prueba de laboratorio. El reemplazo optaría por una máscara de apariencia más austera, más severa, menos ostentosa, sin dispendio público o despilfarro evidente en ostentación e irresponsabilidad, desgano e inoportunidad, sin apariencia de obscenidad. La máscara del 51 % responsable es obscena, esto es, en su torpeza y rusticidad muestra lo que está fuera de escena, lo que “no puede mostrarse”, por eso es obs-cena, por impericia o indiferencia brutal. Calígula fue reemplazado no tanto por diferenciarse en esencia de sus antecesores y sucesores, sino por su ostentación obscena. El ejercicio de poder brutal e impiadoso requiere de un grado encubierto y encubridor de su gravedad, un tapujo de la injusticia bestial y anti-humanista de las acciones y pensamientos ejecutados.
2) Que la máscara, con sus acciones públicas ostentosas de torpeza y brutalidad (puedo suponer que allí radica la toma de distancia de Bergoglio), intensifique el grado de indignidad e indignación de la ciudadanía o Pueblo opositor. A ello puede sumarse una fracción del 51% de sufragantes -repito, siempre responsables- que optaron por la imagen de máscara. Es probable, va en camino, parece, que la máscara tense la indignación en estado insoportable, generador de una reacción impulsiva, organizada, legítima y masiva en la calle, en el espacio público. En principio es la trampa habitual para la práctica de una represión violenta y brutal, esta vez parcialmente mediática o visible en los medios de comunicación (no como en el crimen vigente de los 30-40 mil desaparecidos de la última dictadura). Dicha represión y su parcial visualización en los medios de comunicación supondría la posibilidad de sembrar un miedo social generalizado notorio y notable, la sensación y percepción de que si es público es “legal” y, si es “legal”, es inevitable y se ajusta a un orden “de derecho”. O sea, la represión bestial de la protesta social a la que se equipara a un crimen o acción delincuencial. La represión generaría no solo un reordenamiento drástico basado en la injusticia notoria sino una detención o retroceso del proceso de reacción protestataria masiva. Lo comúnmente llamado “silencio y paz de los muertos”. ¿Paz? En esta segunda alternativa no queda excluido -por el contrario, puede ser imprescindible- el reemplazo del portador de la máscara elegida por el 51% responsable de sufragistas. En la historia argentina más o menos reciente puede citarse el caso de la sustitución del general Onganía por su propio entorno en junio de 1970, después del Cordobazo de mayo de 1969 y del secuestro y asesinato del ex dictador Aramburu, quien derrocó al general Perón en 1955.
3) Que la máscara deba renunciar o abandonar sus funciones y haya convocatoria a elecciones antes del término previsto. Los niveles de gravedad de la reacción social de protesta y oposición y de la represión salvaje para contenerla, pueden poner en riesgo la duración del orden social silencioso buscado mediante la represión. Pero todo este proceso puede, al final, dificultar el cumplimiento de los intereses de minoría, buscados desde el principio y declarados en buena medida aunque sorprendentemente no percibidos o -lo que es aún peor y más grave- consentido por el 51 % de sufragistas responsables. Esto último pondría en evidencia un grado lamentable y desgraciado de envilecimiento cívico masivo, algo ya mostrado en 1995, por ejemplo, cuando la reelección del cavallo-menemismo en circunstancias en que eran evidentes las consecuencias y sentido de la redistribución regresiva y saqueo de la riqueza pública. La máscara puede renunciar, abandonar, fugarse o ausentarse por reconocimiento propio de incompetencia y desbordada por las circunstancias generadas por sus propias ejecuciones, o bien presionada por la minoría del poder que encargará la tarea de coacción-”sugerencia” al círculo íntimo, que también huiría de inmediato. Un miembro del poder es solo eso, un miembro más: ejemplos de esa parcialidad que no hace al total equipara a la máscara (del 51 % responsable) a Miguel Angel Roig y Néstor Mario Rapanelli, altos ejecutivos de la multinacional Bunge & Born que, no obstante, tuvieron una fugaz gestión como ministros de economía de Menem en 1989.
(1) Hechos recientes en la Argentina, mi país -Pasión Inconclusa, la siento siempre- me han llevado a volver a publicar esta nota sobre la actualidad política nacional dada a conocer el pasado viernes 18. Creo que las conjeturas a interpretaciones escritas hace diez días tienen vigencia. Solo introduciría modificaciones sustanciales en la opción 3), dado que hoy no estoy tan seguro de que, en caso de ausentarse el electo por el 51% de los sufragantes, se registre una situación tal que derive en una inmediata o mediata nueva convocatoria a elecciones. Sí parece evidente que el electo y su círculo activo y público adolecen de una indolencia, incompetencia e insensibilidad no frecuentes en políticos, al menos los dedicados de por vida a hacer política. El manual primario de acción social de cualquier persona, político o no, ni siquiera incluye la aclaración de que ciertas cosas no deben decirse o hacerse en público. Y esto no se aclara específicamente porque se supone que todos los humanos están informados de que se pueden pensar y ejecutar las atrocidades más grandes e impensables, pero no decirlas o exponer en público las ideas correspondientes, a veces ni siquiera en círculos muy íntimos. Aún Hitler evitaba dar detalles de sus ideas y sus aplicaciones en lo real, y hasta parece haber desconocido esos detalles de horror o de lo impensable, lo cual a su vez le servía, digamos, para no padecer «lapsus». No conocía el detalle siniestro del acontecer en un campo de exterminio, y seguramente no preguntaba por ello. Eva Braum, su compañera, en cambio, sí parecía estar más informada. En el caso argentino, lo que en lo personal me parece más preocupante, inquietante y dolorosamente perturbador y desalentador sobre la condición humana es que sea posible que el común de la mayoría del 51% de sufragantes a favor del electo en los últimos comicios nacionales lo haya hecho de manera inconsciente, aunque pensada, sentida y defendida. Como si consideraran justo, legítimo, ético y moral el padecer del Otro -de todos los Otros- en tanto se mantengan ciertas ventajas o beneficios propios, individuales o de círculo. Puedo entender a una gran corporación empresaria en cuanto a que busque beneficios sin importarle el resto del mundo. Pero no comprendo, ni quiero comprender, ni es moral ni ético «comprender», ni siquiera es mostrable, que alguien, muchos, 12 millones de sujetos se «engañen» de tal modo o, peor, quieran y actúen en favor de la miseria más siniestra para el resto de su, aparente, comunidad. Sé que esas situaciones han ocurrido y ocurren, pero me niego a dar comprensión porque esa comprensión me implica en lo siniestro indeseable. Si resulta cierto que la mayoría del 51% responsable siente y desea tal cosa, cabe pensar que, al menos el humano argentino como lo conocemos, no tiene ninguna posibilidad de perdurabilidad.
(2) 42 años de publicaciones firmadas en el diario EL DIA de la Argentina (de 5.000-6.000 notas)
(3) Aclaro que esta nota fue sometida a corrección ortográfica y sintáctica (una tarea adeudada) el domingo 27 de diciembre, cuando la situación del electo y asumido apenas 17 días atrás parecía difícil o, al menos, compleja. No fue modificado ninguno de sus conceptos.
Viernes 18 de diciembre 2015, San Telmo, Buenos Aires.
3 Comentarios
Con la salvedad de que tengo mente conspirativa, me parece que nos cagaron en esto también, compañero. Si nos alegramos por el hallazgo que no fue y lo consideramos un modesto triunfo en medio de una serie de batallas funestas, se me hace que el no ser cierto no es un disparo contra Chicha (que igual lo habrá recibido así) sino algo de mayor alcance, contra la seriedad y claridad de los procedimientos de las Abuelas, la Conadi y el Banco Nacional de Datos Genéticos. Y habrá muchos «bobos» que se habrá alegrado y que ahora dirán: ¿NO vés? Las viejas de estos guerrilleros dicen cualquier cosa»
Si el hallazgo -fallido- fue una pequeña luz en medio de esta oscuridad de los que no quieren que se encuentre nada (la dueña de Clarín, entre otros, que se robó dos niños que, todavía, no se sabe si son hijos de desaparecidos) ni se siga con los juicios por delitos de lesa humanidad.
Y me parece, solo me parece, que hay varios puntos en este hecho como para pensar que fue una operación siniestra y no un simple error por exceso de entusiasmo.
Sí, yo pienso similar: un operativo de inteligencia, donde el PRO, como dicen algunos informes, es a mi entender secundario. Creo que el objetivo fue múltiple, según se hacen estas cosas. Objetivos varios, en arco: poner en duda el prestigio de las principales organizaciones de derechos humanos, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en primer término. Lastimar profundamente a la Sra. Mariani (hay que tener en cuenta que el «operativo de guerra», con cañón y todo en plena ciudad, fue de fuerzas armadas sobre una casa común donde había creo que cuatro personas, muy mal armada, o escasamente armada. No tenían bazucas o lanzadores de misiles tierra-tierra. No era un «operativo de guerra» con cañón contra 150 mercenarios armados del ISI. También sí, está de por medio, desarmar o conducir mafiosamente, digamos, políticamente, ideológicamente las entidades oficiales de datos genéticos. De modo tal que el resultado de un análisis genético pueda ser puesto siempre en duda o bien sea cantado por un funcionario civil o no, por el que ordene.
Y más que nada, aún con lo grave de lo ya dicho, creo que el objetivo fue la sociedad argentina toda. Dirigido a los que están a favor de una posición, la justa, legal y legítima, y a los que están a favor de la represión brutal de derecha. Yo -si bien cometí el error de apresurarme después que me informaron ligeramente, es decir, no leí yo personalmente la información para analizar en detalle quién la daba y cómo se daba, quién aparecía en las fotos, sus rostros, leer «completamente» las informaciones-, yo, repito, fui engañado. Me lo creí. Además, dada la oportunidad, las fiestas navideñas en medio del desatino producto del 51 % de sufragantes (no ciudadanos, no Pueblo, que son otro asunto), dada la especial circunstancia de lo navideño, con su carga especial entre depresión y esperanza, me lo tragué. De modo tal que, según pensé después, me dije: «Ah, lo lograron también conmigo. Entonces yo también puedo creerme cualquier cosa que aparezca en un medio de difusión, cualquiera sea.» Repito: cualquier medio, digital, escrito, impreso, oral, radial, de imágenes, lo que sea.
Al decir «YO», me refiero a mi condición de periodista y escritor, lector muy minucioso no tanto de lo que dicen las noticias sino de cómo están dichas, y por quién están hechas y presentadas.Vos saber tan bien como yo que, según esté presentada una noticia, el lugar, tamaño, reiteración, forma de contarla, oportunidad, esa noticia adquiere un sentido u otro. En fin, digo que ese «Yo» mío siempre atento fue engañado en un momento de apuro y descuido, en que estaba metido entero en otro trabajo de periodista y fotógrafo.
Lo cierto es que, en una parte grande de la sociedad, el hecho apareció como «un milagro», una «bendición del cielo». Y no, claro, era mentira, falso. Lo grave es que los tipos han demostrado otra vez su poder de hacerle creer cualquier cosa a la sociedad, no ya a la gente común no informada o que tiene una posición política activa opositora (o enemiga). Y estoy seguro que se ha hecho esa demostración pública de poder para, de algún modo, pero claramente, hacerle sentir a todos, hacernos sentir a todos: «Ves, gil, si yo quiero te puedo hacer creer cualquier cosa. No solo puedo secuestrarte, descuartizarse, desaparecerte, asesinarte, hacerte asaltar, robarte, sino que ni eso necesito, si no molestás mucho. Me basta con mi poder de hacerte crer cualquier cosa».
¿Cuál es el efecto de esto? No solo sembrar la depresión, el bajón anímico, la desesperanza. Sino, sobre todo, hacerte dudar de todo. Y eso a un punto tal que, cuando presenten una gran mentira, la creamos como verdaderamente ocurrida. Y cuando ocurra verdaderamente algo grave y «verdadero», nos parezca mentira, o engañoso, o falso, o nada creíble. En consecuencia, quedás ciego, igual que no tener de dónde agarrarte para juzgar con criterio crítico propio lo real que te rodea, mientras en paralelo ocurre -«realmente»- lo que ellos -los otros, los que manejan estos asuntos- quieren que ocurra, mientras todos están, estamos, ciegos.
Esto hace mucho que está estudiado y se estudia científicamente: la inteligencia hoy (el antiguo espionaje) es creado hoy por científicos de todas las disciplinas, porque se trata de manejar las conciencia, anular la reflexión crítica y hacer desaparecer la subjetividad humana. Que quede solo un cerebro, al que se le «pincha» tal centro nervioso y ocurre o siente tal cosa. Un cerebro-bofe, incapaz de reflexionar, de crear una subjetividad, que es lo que distingue al humano. Es grave, gravísimo. Y tuvieron éxito.
Fue, creo, una aplicación o ejecución de laboratorio. Y también pienso que el electo votado por el 51 por ciento de los sufragantes, todos responsables de la tragedia cometida, es simplemente -y trágicamente- un experimento social para ver cómo reacciona una sociedad culturalmente muy desarrollada como la argentina, y muy politizada, para ver como reacciona ante una «dictadura (Decretos de nec. y urg.) en democracia». Una «dictadura democrática». Una «democracia dictatorial». Un oxímoron. Dos términos hasta ahora supuestamente antagónicos. Bueno, Hitler comienza su carrera gubernamental con el 33 por ciento de los votos en 1933. Reagan, solo un mal actor de Hollywood, fue electo dos veces. Bush hijo, una persona con carencias mentales de desarrollo, fue también electo gozosamente. El Chile de Pinochet, y está muy estudiado y conocido, fue un experimento de laboratorio social para ver cómo reaccionaba una sociedad a la aplicación brutal del más bestial y retrógrafo de lo llamado «neoliberalismo». Y tuvieron éxito. No tuvieron el mismo éxito en Argentina, aún asesinando a 30 o 40 mil, porque es -o fue- una sociedad muy politizada y con capacidad de reflexión e información que la torna impredecible. Al Departamento de Estado de USA nunca se le pasó por la cabeza que unos militares dictatoriales que no saben su profesión de guerreros contra otro ejército organizado, esos militares iniciarn una guerra contra Gran Bretaña. Es algo impensable en 1976 y después también. Los tipos estaban azorados. Dijeron los científicos: «¿Quiénes son estos delirantes que sin armas ni experiencia nos enfrentan militarmente a nosotros y Gran Bretaña?» Y eran argentinos, impredecibles como siempre pero a la vez muy imaginativos, creadores. Solo que en este caso «imaginativos» para la tragedia y el drama de los otros que mandaron a morir. Seguramente es una de las razones que le permitió a Alfonsín, con el consentimiento implícito de Estados Unidos, no armar más a los militares argentinos, y sí a los chilenos, que tienen las fuerzas armadas más modernizadas de América latina, más aún que Brasil.
En fin, esto es solo una aproximación. Una aproximación a lo que supongo que es el origen y esencia del hecho y de la cuestión toda en sí. Y una aproximación a lo que pienso y reflexiono desde hace tiempo. Explicarlo, aún confusamente, y creo que me falta mucho para hilvanar todo, me llevaría muchas páginas y tiempo.
Como siempre, compañero y amigo, un abrazo muy especial.
Amilcar
Claro que no es fácil abarcar con un limitado texto semejante tema. Pero igual muchas gracias por tu comentario, valioso como siempre. Retribuyo el abrazo.