La imagen de arriba la compuse entre ayer domingo y hoy lunes 20 de enero del 2025. Permaneció inédita, nunca fue publicada. El trabajo de edición entre miles de imágenes que guardo-y aún no he estrenado- de las sesiones con la modelo me revelan aspectos olvidados, como suele suceder en estos casos de rescate. Como digo siempre, para mí la obra es hoy, cuando la re-recreo, o mejor, tomo el original y hago lo que va saliendo en el momento presente, también pretérito apenas instantes después. Como pescar en mi propia pecera, cuando ellas -las imágenes- menos lo esperan.

Hablo de cotidianeidad cuando realizo una foto de mujer en desnudo. Y eso cotidiano parece seguir sin comprenderse, tras veinte años de insistencia. No me interesa una modelo delante de un telón iluminada con flashes o faroles bajo paraguas. Me interesa, en cambio, la luz natural, el sol que ingresa en los interiores de la casa. En esa línea busco lo natural -la luz del sol- más dentro que fuera de la casa. No desestimo la belleza de la naturaleza en exteriores, solo que me manejo mejor con la luz natural en interiores. (En algún momento fue tanta la incomprensión de este tradicional procedimiento fotográfico -¡como si hubiese sido el primero, como si no lo practicasen muchos a diario!- que me «acusaron» públicamente de evitar la foto en set o estudio como un pretexto propio del amateurista o el oportunismo improvisado del que solo posee una cámara y dispara a diestra y siniestra, sin ton ni son cuando aparece una modelo desnuda (1).
Lo cierto es que elijo siempre la desnudez femenina en ambiente cotidiano en situación diaria, común, rutinaria si se quiere. Los hábitos propios del día a día: levantarse de la cama, arroparse entre las sábanas, fumar, leer, mirar por la ventana, tomar un té o mate en la cocina del lugar donde se vive, maquillarse, lavarse la cabeza, bostezar, escribir, fumar y así todo el hilo de los hechos, actitudes, hábitos, presencias y ausencias de cualquier mujer en la intimidad de su casa, conservando la desnudez ante la certeza de que está sola, de que nadie la mira. En en ese sentido, hay algo acumulativo en este método o puesta en escena, en los que intervienen las cosas, objetos, sonidos y acontecimientos rutinarios.
Por eso suelo decir que mi fotografía le debe a lo barroco. Acumulo, amontono o dejo que se vean objetos que nada tienen que ver con el desnudo pero siempre suelen estar allí, en su lugar. No siempre es de este modo ni ocurre lo mismo, claro. En ocasiones es la limpidez y despojamiento del mobiliario común -o su escasez o ausencia- el que se impone y llama la atención como decorado. Pero hay algo que es permanente: en los detalles está dios (o el «diablo»), suele decirse. Y creo que es así.
AMILCAR MORETTI
(1) Tengo dos estudios, uno algo envejecido pero igual eficaz y otro pequeño y portátil. Ambos constan de trípodes y sostenes de telón, barrales, varios sin fin en blanco, negro y color, más flashes, lámparas, iluminadores. Eso sí, permanecen casi olvidados, sin montar porque mi casa ha quedado casi invadida en su totalidad por libros y papeles. Además, hay equipos comprados años atrás que nunca he sacado de sus cajas de embalaje, y mucho menos usado.