Las petunias pisoteadas
Escribe
AMILCAR MORETTI
Reconozco que cuando Rowina menciona por primera vez “El sabotaje de las petunias”, también conocida por su título original en inglés (“The Case of the Crushed Petunias”, “El caso de las petunias pisoteadas”), no sabía de la obra, siquiera el título. Es la pieza que Rowina ensaya ahora con su directora teatral. Es uno de las muchos textos breves de un acto que Tennessee Williams escribe durante los años 40 del siglo pasado. Tengo muy presente “Un tranvía llamado deseo”, “El zoo de cristal” y “Verano y humo”, que la antigua editorial Losada de Buenos Aires reúne en un solo volumen en 1962 y que obtuve en la antigua librería Pampa Mar de Bahía Blanca más o menos en 1967. Había ganado un premio literario de 20.000 pesos (de ese momento, claro) en libros, lo que significaba al menos unos 40 ejemplares de valor medio, a elección. Para un muchacho como yo, estudiante universitario de literatura, la recuerdo como una especie de fiesta dionisíaca de papel, tinta de impresión, lomos para mi primera biblioteca en formación y el poder leer teatro, algo que hace mucho no hago. Y sentir el olor a libros: ese acto celebratorio y orgásmico de abrir un libro en cualquier hoja y aspirar su fragancia en el centro en que se unen las páginas.
Días pasados se me aparece ese antiquísimo ritual de sensualidad olfativa cuando veo que se llevan de mi casa un libro de bordados de mi madre edición española de 1936 y argentina de 1945, un año clave en el país. Me produce dolor, lo digo, me preguntan para qué lo quiero: espontáneamente mi respuesta esta esta: abro el libro, veo su centro quemado por el tiempo y la humedad allí donde comienza el cosido de las páginas, meto la nariz y aspiro hondo. La fragancia es nítida. Y digo: “¡Para esto! Para esto lo quiero, es un incunable, y tiene ese perfume que no traen las ediciones de ahora y que nunca tendrá lo digital!” por su naturaleza frígida. No conoce los libros, la literatura el que no reconoce el olor de las viejas hojas impresas: “¡Los perfumistas debieran hacer una esencia con esta fragancia!”, digo exaltado y promoverla George Clooney -o Ryan Gosling o el inglés Clive Owen, si se prefieren- mientras se lo ve navegando en su velero y la modelo de otro planeta, en bikini sin sostén, toma sol sobre las maderas lustradas de la cubierta. Clooney levanta la vista del libro abierto que tiene en sus manos, mira calmo el velamen, se posa en el horizonte del mar, breve, y se ve cómo la proa abre camino en las aguas rendidas. Vuelve Clooney, mira a su muchacha esbelta y jovencísima y da vuelta el rostro a cámara: sonríe, apenas, mientras arquea suave las cejas y se sumerge en la lectura de su libro encuadernado al viejo estilo, cosido a mano.
Aroma de libro, perfume de mujer, profumo di donna con Gassman: la suavidad inigualable de una vagina fresca y húmeda, mojada, brillante, profunda, invitadora para el descanso y refugio en los buenos y malos momentos. Tener contacto con un libro es un acto sexual de gran fuerza y energía eróticas. No solo está lo imaginado a partir de letras, frases, fragmentos del texto sino el objeto en sí, biblia, talmud, corán, y las imaginaciones que contienen, grandes colosos musculosos a lo Miguel Angel que cargan en sus espaldas planchas donde unos elefantes sostienen otras planchas que son el mundo cuando era plano y lo que desde allí se ve del universo. Una experiencia sexual de vida completa, entre Cristo asediado en el desierto y la de Tom Hanks cuando habla con Wilson. ¿En ciertos momentos, puede haber algo más importante que Wilson, salvo un buen libro, Moby Dick por decir algo?
Lo de Rowina da para varias historias, ya que hace rato que vino del norte, desde México, creo, para abajo, junto a una amiga teatrista ahora casada y en Bariloche con varios hijos. Desde Centro América hasta el subcontinente, por Colombia y Venezuela, como dos o más años de viaje en lo que cuadrara y las llevase. Ganándose el sustento con representaciones teatrales a la gorra, adaptaciones de Chéjov entre ellas y otras cosas musicales, por decir algo de lo variado del repertorio. Y ahí quedó Chejov, atrás. En Colombia, creo, en una pensión confían en un tipo juguetón y seductor, un muchacho de la calle esbelto y musculoso que las ayuda. Lo acogen y un día les roba los equipos amplificadores con que hacen sus números en escena. Siguen bajando rumbo a la Argentina. Rowina se detiene en una edición del Foro Social Mundial, no sé si en Porto Alegre o Belem en el 2009 en Brasil. Vive en carpa en la selva y una mañana, me cuenta, le empienza a crecer un forúnculo en una pierna hasta que se le hace como un sapo gigante hinchado en el muslo…. como el piojo que engorda con la sangre de Alicia en “El almohadón de plumas” de Quiroga.
Un chamán joven se acerca un día en que Rowina ya no puede levantarse y le dice: “Hoy es buen día para purificarse. Esto comienza a retirarse hoy”. Al rato aparecen en su carpa dos monjas españolas enfermeras, de una tienda cercana y entonces ponen mano a la obra mientras el pus amarillo-verdoso de leucocitos y células muertas brota por litros y ahí entre fiebre y dolores ROWINA se da cuenta … (continúa)
En “El sabotaje de las petunias”, como cuenta Rowina, pueden vislumbrarse ya los cinco temas del autor de “La noche rosa tatuada”, “Babby Doll”, “La gata sobre el tejado de zinc”, “De repente, el último verano”, “Dulce pájaro de la juventud”, “La noche de la iguana”, las cuales leí religiosamente y ví sus respectivas versiones en cine -junto a las tres ya nombradas- en mis años universitarios, aunque aún me parece superior Arthur Miller. Pero nada sabía de “El caso de las petunias pisoteadas” -que aún se representa en festivales como los del The London Theatre Workshop en febrero del año pasado (ver http://atomies.org/2014/02/07/theatre/drayton/four-by-tenn)
Ah, lo olvidaba: los cinco temas de Williams (seudónimo) son Francis Donahue: 1) El conflicto entre la realidad y la ilusión. 2) La destrucción de lo sensible y romántico. 3) El poder destructor del tiempo. 4) la búsqueda de la belleza dentro de un mundo intrínsecamente feo. 5) El conflicto entre el ideal, el “alma” y el cuerpo, la carne.
(Págs. 258 a 262 en “EL MUNDO DRAMÁTICO DE TENNESSEE WILLIAMS”, por Francis Donahue, de 1964. Edición mexicana de Editorial Diana, en 1967.)
(continúa)