OTROS Y OTRAS

RAFFAELLA CARRÁ: “¡EL TELÉFONO DICE QUE NO ESTÁS…! ¡NO ME AMARÁS, MIENTRAS MI CUERPO TE DESEA YA!”

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Escribe
AMILCAR MORETTI          


La figura de sentido de la visita de Raffaella Carrá en el frío de mediados de 1978,  ahora desde la muerte de la cantante italiana, rebrota una dolorosa y dolorida -y a la vez animosa en su silenciosa resistencia- oscuridad y turbidez que no se entrega a la absorción del agujero negro de la historia, de la vida de cada uno, la “época” de cada sujeto (para cada humano hay una “era” que lo define, contiene, que lo reluce, aún en el anonimato), de la historia argentina, en fin, quiero decir.

Cuando Raffaella Carrá irrumpió en Argentina flotaba el Mundial de Fútbol del 78 y, para los enterados y muchos aparentes distraídos, lo siniestro climático emotivo del actuar de la última dictadura cívico-militar-eclesíastica. Es tal el grado de atrocidad de esos años que un mecanismo de defensa torna y aún actúa como un imposible de imaginar la abyección de los humanos dadas ciertas coordenadas y entrecruces. Obvio, la matanza, los 30 mil desaparecidos, lo nunca del todo nombrable, tal la intensidad humana de lo abyecto.

                 Y ahí es donde se resignifica, en la memoria, en el recuerdo, la imagen de Carrá con su cuerpo carnalidad y ligereza, de una levedad vulgar e irresistible. Lo contundente de sus muslos, su torneada cola, su espalda firme, una corporalidad pequeña pero desbordante de una alegría que, sí, lo digo, era sensual, sensorial, vital, reponía VIDA. Su presencia, sin quererlo (¡vaya a saberse!) generaba un alivio a través de Eros, que es alegría, sobre todo.

       Raffaella Carrá, ignoro si lo habrá sabido o siquiera intuído, se plantaba en color rojo corporal no invasivo como una alternativa a la Muerte no deseada, una Muerte con martirio, desesperación y ausencia silenciada. Era la Erótica frente a la Muerte. La Vida, un vitalismo que traccionaba, un deseo profundo y no confesado de Vivir frente a La Catrina, más injusta cuanto más dotado de ingenua inocencia frente al Mal Radical tiene la conformación y propósito superior de aquellos elegidos para las Tinieblas.

Añorando estrenos: 'Kapò' de Gillo Pontecorvo

En un mes que se ha llevado a personas como Horacio González, Juan Forn, Alcira Argumedo parece demasiado el peso de la ida de Raffaella Carrá, cantante, bailarina y conductora de televisión popular en Italia y buena parte del mundo, como la Rusia ex comunista. En esta nostalgia y rebrote de alegres tristezas y añoranzas no hay lugar para privilegios y escalas. Todo forma parte de la cultura, del pasado y de nuestra historia, y todo por igual, en casos precisos, nos marca de modo distinto en el plano de la conciencia pero igual de imborrable al momento pasarse dolientes facturas que no terminan de pagarse.

“(…) la crítica que hizo Jacques Rivette en junio de 1961 en Cahiers du cinéma. Era el número 120 y el artículo se llamaba “De la abyección”. (…) “En su artículo Rivette no cuenta la película sino que se limita a describir un plano en una sola frase. La frase, que se grabó en mi memoria, decía así: “Observen, en “Kapo” (película de Gillo Pontecorvo, 1969), el plano en que (Emmanuelle) Riva se suicida arrojándose sobre los alambres de púa electrificados: el hombre (Gillo Pontecorvo, director) que en ese momento decide hacer un travelling hacia adelante para encuadrar el cadáver en contrapicado, teniendo el cuidado de inscribir exactamente la mano levantada en un ángulo del encuadre final, ese hombre merece el más profundo desprecio”. Así, un simple movimiento de cámara podía ser el movimiento que se debía evitar. Para atreverse a hacerlo -naturalmente- había que ser abyecto”. 
https://www.cinefagos.net/index.php/documentos/442-el-travelling-de-kapo.html

 

 

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