En coincidencia con el lanzamiento en Europa de un cuidado libro que reúne su obra, el joven artista chino REN HANG, de 29 años, se quitó la vida a los 29 años en Berlín a fines de febrero. La publicación es de la prestigiosa editorial TASCHEN, nacida en Colonia en 1980 y caracterizada por el refinamiento de sus ediciones de arte, sus presentaciones lujosas y también de “lujo popular” y por sus precios altos o bajos, según el poder adquisitivo del comprador de libros y sus gustos más o menos costosos en dinero. Taschen es lo más prestigiado en todo el mundo en materia de ediciones de arte y diversas disciplinas creativas.
La obra completa de Ren Hang puede consultarse libremente en su sitio web:
http://www.renhang.org/photography-2016
Escribe
AMILCAR MORETTI
El joven Ren Hang, con una profusa y aún incipiente producción fotográfica, era considerado pornográfico en China y su obra permanecía imposibilitada de exhibir en el gran país asiático. No tiene sentido criticar el autoritarismo de los gobernantes chinos, antes comunistas, ahora capitalistas, dado que en Argentina también habría sucedido otro tanto. Cualquier creador que registrase o haga fotos de desnudo con mostración de genitales, sobre todo penes, preferidos por Hang, tiene hoy igual imposibilidad e igual prohibición para mostrar su obra en público, y menos aún en un museo de arte gubernamental o una galería prestigiosa. El territorio está en situación semejante, en este aspecto, en ambos países. Y es casi innegable que el mismo público de arte tradicional, convencional o el de costumbre sostuviera un explícito y también silenciado rechazo, ya por inhibición ya por rigidez moral.
Es probable que el límite sea el pene. El límite infranqueable es el pene erecto. Quizás, la vulva abierta que deje a la vista la conjuntiva rosada y mojada, brillante de sus labios interiores, genere el mismo límite de prohibición e inhibición, en general. Pero yo mantengo mis dudas en torno al concepto de lo pornográfico medido con el criterio moderno de los últimos 200 o 300 años. Se han escrito muchos elaborados ensayos e investigaciones en torno al tema, y en un sentido el feminismo o cierto feminismo no ha contribuido a despejar preconceptos y prejuicios.
Suele decirse que el asunto es fácil: si es arte no es pornografía, y si es pornografía no es arte. Pero sucede que todos, más o menos, sabemos qué es lo pornográfico, el género más visitado en internet en todo el mundo. Y ocurre también que casi nadie tiene del todo claro, salvo cierto pudor convencional y vulgar, qué cosa no sería pornográfica. Por añadidura, desde hace décadas o un siglo el concepto mismo de arte está muy cuestionado, de modo tal que no hay criterio seguro que permita definir lo pornográfico y menos discernir sus límites y marco ineludible.
En general para definir qué es y qué no pornográfico se hace hincapié en el tema, y no en el cómo. Se centraliza la cuestión en qué se fotografía, filma, escenifica, pinta, y no en cómo se registra lo fotográfico, cinematográfico o se construye lo pictórico y lo teatral. Los genitales muy explícitos en este aspecto siguen siendo el elemento crucial de decisión y prejuicio, rechazo o aceptación.
Yo no rechazo el tema de los genitales como registro en imagen o representación. No creo tampoco que el nivel de excitación de público marque necesariamente la diferencia entre arte y pornografía. Esto es relativo y debatible. El llamado arte también puede producir excitación sexual, aunque no sea su cometido.
Y en cuanto a los genitales, aunque no es de mi dedicación predilecta como creador de fotografía de autor en desnudez, y aunque no registro genitales masculinos, entiendo que es una especialidad compleja, muy difícil. Que hacer pornografía común es fácil, con mayor o menor técnica y conocimiento. Más aún: darle un matiz sofisticado -el llamado porno chic o porno-soft, que no necesariamente muestra genitales o desnudos completos- se resume a un mayor conocimiento técnico y del relato y la puesta en escena.
Si lo pornográfica como género representacional o de registro en imagen es moralmente reprochable no me interesa dado que en general las motivaciones para la crítica y objeción son insustanciales y retardatarias, cuando no primitivas y vulgares. En Estados Unidos, por lo demás, es conocido que el Congreso llegó a encargar la elaboración de una investigación en torno a si la pornografía era nociva o no para la salud, y no hubo conclusiones definitivas. Al contrario, los resultados indicaron que no había nada que indicara que el objeto pornográfico en sí mismo era nocivo, que todo dependía de la cultura, su estadio y del grado de equilibrio emocional y afectivo constitutivo de la identidad y subjetividad de cada individuo. La industria o el negocio de la explotación de la pornografía, tan difundido en Estados Unidos, es otro asunto.
En lo personal, repito, entiendo que el registro del desnudo con genitalidad mostrada es una labor y variante fotográfica compleja, complicada, muy difícil de hacer bien. Es decir, es muy complicado darle a un plano de genitales un valor dramático, expresivo, de interpelación, de tensión, de conflicto, todo eso que lograba hacer muy bien Robert Mapplethorpe y que aún sigue discutiéndose en su caso. Cuando hace unos años se expuso su obra en Buenos Aires se evitaron sus propuestas más directas.
En cuanto, a REN HANG pueden advertirse en sus imágenes de desnudo varias características propias de la fotografía de la última década, sobre todo la de las redes sociales, internet y lo digital, más una asimilación juvenil -juvenil, y a mí a entender aún en cuestión sobre su real valor expresivo-. Como herencia y tradición se nota la predilección tan difundida por retratar a sus personajes frente a cámara, de modo frontal, contra un fondo cercano, en ambientes cotidianos y hogareños, algo que deriva de la cuidada fotografía de estudio del maestro de la fotografía Richard Avedon, en los años 70 del siglo pasado en la imagen de alta moda, cuando se masifica.
Igual para el uso del flash en estudio contra una pared o el suelo (anteS, un telón). La diferencia es que Hang, como otros muchos de su edad, desde Warhol en adelante, está dfada por el ya acostumbrado y previsible uso del flash o la iluminación artificial para “escrachar” o “sobreiluminar medidamente” al personaje o situación. Esto le da a la imagen un tono entre artificial, espontáneo y onírico: en la ciudad de las grandes luces, todos los individuos aparecen sorprendidos desnudos en medio de un foco que los centraliza y paraliza sobre el fondo de una pared o piso.
Las fotos en exteriores, en especial las nocturnas, con fondo negro de imprecisión y natural “sin fondo” o infinitud, destacan el registro iluminado, casi de interrogatorio policial de película negra de los años 40 en Hollywood. El protagonista queda entre sorprendido y paralizado por cierto estupor o curiosidad. Las personas se inmovilizan por efecto de la luz artificial del foco flasheado. No tiene espacio ni atrás ni adelante de la cámara y es como un prisionero de luz.
Es lamentable la muerte joven de REN HANG porque pareciera que fue alguien que podía avanzar hacia alguna variante que introdujera una diferencia o salto hacia adelante dentro de las convenciones “achatadas” de la fotografía actual juvenil -y no tanto, basta ver el trabajo del exitoso Terry Richardson, para quien preveo una vigencia tan esporádica como la de David Hamilton hace unos años- de los países desarrollados, europea y norteamericana.
Con esa observación y precaución, estimo que lo rescatable y original de REN HANG es el humor, como estado de ánimo-ideológico frente a la mostración explícita de la desnudez, sus pruebas físicas y sus contorsiones y las seriadas en dominó. Y, sobre todo el entrecruzamiento de cuerpos en una masa en que se mezclan piernas, brazos, cabezas y las carnalidades individuales se muestran tramadas como una “galleta” de una lana o alambre que se han enredado. O bien quizás la idea de que uno y el otro, desnudos, son una confusión amorosa donde no interesa quién es quién sino que dos, tres, o cuatro o más personas, mujeres y hombres, mujeres y mujeres, varones y varones, se aprecien en el contacto aprestado mezclado, confuso, jocoso, de las contorsiones entramadas. Ya no es el gimnasta o contorsionista solitarios sino la pareja o el trío que eligen “contorsionarse” unos con otros.
Volumen de TASCHEN con la obra de REN HANG
https://www.taschen.com/pages/es/catalogue/sex/all/05318/facts.ren_hang.htm
1 Comentarios
Es cierto, hay una diferencia casi insalvable en la exposición de los genitales de la mujer y del varón. Es bastante común -o por lo menos no provoca escándalo- exhibir la vagina, las tetas o el culo de mujer, pero está como prohibido mostrar el pene y, como bien señalás, ni hablar si está en erección. Aquí rompés ese límite. Pero existe y provoca un lógico interrogante esa diferencia. Un conocido me contó justamente ayer que le gusta ir a Cuba a pasear con la esposa y que de pronto se vieron en una playa muy tranquila cerca de turistas -que descontó eran europeos- desnudos. Me dijo que primero sintieron como un choque, pero que luego y más con el paso de los días, fue un asunto que dejó de perturbarlos y les resultó indiferente. Qué curioso ¿no? Visto al natural llega a ser aceptable, en un diario o revista o cine (¡Y ni que decir en TV!), el pene es un órgano maldito, que debe esconderse. Todos los órganos se pueden mostrar, menos ése. ¿Por qué se podrá mostrar la vagina y no el pene?