La primera que me lo preguntó, hace unos años, en mi hogar, fue Mel. Ya lo he contado, creo recordar. “¿POR QUÉ LO HACÉS?”, disparó de pronto mientras regresaba desnuda del parque hacia el interior de la casa. “¿Por qué lo hacés?”, inquirió, intrigada, sorprendida, girando el cuerpo a medias mientras caminaba sobre unos tacos stiletto que no podía dominar. “¿Qué cosa?”, repregunté, dubitativo, aunque imaginaba a qué se refería. “Fotografiar desnudos”, replicó de inmediato. No dudé, dije lo que sentía y aún pienso: “QUIERO SABER CUÁL ES EL MISTERIO. EXPLORO, ME INTRIGA, QUIERO SABER CUÁL ES EL ENIGMA DE LA MUJER, DE SU CUERPO”. “Ah”, dijo Mel, solamente. Quizás esperaba algo más, tal vez descubrir alguna clandestinidad, o acaso dudaba de su propia belleza y se preguntaba porqué la había elegido y sesionamos varias veces.
Eso, es eso, lo que dice el psicoanalista: “RETRATARLA INFINITAMENTE” en el anhelo vano, la pasión siempre inconclusa, el deseo nunca cerrado. Es lo que hacen los llamados artistas. Los autores, de imágenes, como yo. “Retratar infinitamente” el cuerpo de mujer desnuda (¿100 modelos solamente en los últimos siete años?). Zabalza (ver abajo) lo explica con claridad allá por el 2010: “La mujer es la referencia a partir de la cual el hombre piensa y se piensa, compone la realidad, escribe, trabaja o se pavonea sin anoticiarse del punto de apoyo que sostiene toda su impostura”.
Por eso pienso que está muy bien que las mujeres luchen por sus derechos, y sobre todo el derecho a tener un cuerpo, pero hay algo que, creo, no se advierte. NO ES LA PIJA, COMO SE REPITE. ES LA CONCHA. LA PÌJA ES PIJA SOLO EN RELACIÓN CON LA CONCHA. QUIZÁS, TAMBIÉN, SEA EL MIEDO DE ELLA A LA PIJA LO QUE HACE QUE LA CONCHA SE REMITA A LA CONCHA, UNA RETRACCIÓN A OTRA CONCHA. EN CUALQUIER CASO, ESTÁ EL INMENSURABLE PODER DE LA CONCHA. Para mi sorpresa lo reconoció otra modelo, Miji. Cuando yo reflexioné: “El poder lo tienen ustedes”, ella me dijo: “Sí, claro, demasiado poder tenemos”. Y agregó, fatídicamente: “Por eso los tipos las queman vivas”.
AMILCAR MORETTI
Imagen por AMILCAR MORETTI. Jueves 16 de marzo 2017, ed. La Plata. Argentina.
“Bien, pero ¿dónde termina el cuerpo de ella? Una respuesta tradicional diría: en los hijos. Pero la evidencia clínica y el devenir de la cultura indican que no bastan los hijos para dar cuenta del enigma que encierra la singularidad del cuerpo femenino. El cuerpo de una mujer no termina, no acepta medidas: te duele en todo el cuerpo. Quizá por eso los hombres se afanan por dominarlo, domesticarlo o, mejor, retratarlo infinitamente.”
SERGIO ZABALZA, psicoanalista. “Fragmento del seminario virtual “El porvenir de la diferencia”. Diario Página12, edición impresa del jueves 18 de noviembre del 2010. Buenos Aires.
Imagen por AMILCAR MORETTI. Jueves 16 de marzo 2017. La Plata. Argentina.
Imagen por AMILCAR MORETTI. Jueves 16 de marzo 2017. La Plata. Argentina.
Una aproximación a “El artista y la modelo”, película de Fernando Trueba.
Por Carlos Boyero.
“El artista y la modelo es una película muy púdica aunque durante casi todo el metraje la pantalla esté ocupada por una mujer desnuda, sensual, natural, sin depilar, alguien que desprende vida. Es púdica porque se niega a subrayar los sentimientos (y hay en ella muchos, profundos y complejos) con el agradecido recurso de la música. Habla entre otras cosas, como afirma su altivo y torturado protagonista, de comenzar por fin a entender la vida cuando sabes que ha llegado la hora de partir. Habla del obsesivo y casi siempre fracasado intento de encontrar la belleza artística y saber plasmarla. Habla de la trágica despedida de esas cosas que hacen vivible la vida. Ocurre en un pueblo de los Pirineos franceses en el año 1943. Un pueblo, un ambiente, una luz, unos personajes, unas sensaciones, un aroma, una forma de narrar que es vocacionalmente deudora por parte de Fernando Trueba del espíritu y la estética con la que concibió François Truffaut El niño salvajey Jules et Jim y, cómo no, del Jean Renoir que rodaba en blanco y negro películas tan emocionantes como perdurables”.
“El anciano que la protagoniza es un escéptico sobre la naturaleza humana, capaz esta de repetir ancestral e incansablemente la barbarie que suponen las guerras, y en posesión como única bandera del poder milagroso del arte. Aunque su rostro y su actitud denotan estar familiarizados con la depresión, este escultor gruñón todavía dispone de cosas muy gratas, como que la mujer de hermosura legendaria (a la que coherentemente encarna Claudia Cardinale) que fue su modelo cuando era joven siga compartiendo su cama y su existencia con él cuando el telón está a punto de cerrarse. Los ojos de este hombre siguen fijándose en la naturaleza con una visión privilegiada y enamorada. Sus sentidos no han olvidado el inmenso placer que supone saborear unas gotas de aceite de oliva, beber vino y deleitarse observando el cuerpo de una mujer. Y aún le queda la posibilidad de recibir el regalo definitivo, encontrar la definitiva idea para crear su obra maestra, esculpiendo a una mujer joven y luminosa a pesar de llevar mucho tiempo educada en la supervivencia más dura. Ella le dará muchas cosas con las que el artista ya no se atrevía a soñar. Él le enseñará en una secuencia preciosa a ver el fondo y el proceso del arte más sublime a través del dibujo que hizo Rembrandt de una familia, los trazos que utilizó para retratar los sentimientos y la vida”.
“Hay muchas cosas que me fascinan en esta película a contracorriente, profunda, escrita con mimo por Carrière y por Trueba, realizada con cerebro, corazón y amor, con el ritmo y la pausa que necesita la historia, con capacidad de sugerencia, alegre y trágica. Jean Rochefort impresiona. Por su pinta, por lo que representa, lo que dice, lo que expresa, lo que insinúa y lo que calla. El tiempo no se ha ensañado con Claudia Cardinale, una de las dos o tres mujeres más guapas que ha filmado nunca la cámara y su voz mantiene aquel erotismo ronco. Hay que tener mucha confianza en tu director y un coraje notable para atreverse como hace Aida Folch a mostrar tu desnudez plano tras plano. La apuesta, a todos los niveles, era arriesgada. Yo creo que Fernando Trueba la ha ganado. Le sobran razones para estar muy contento con lo que ha hecho. El resultado estético y ético está a la altura de la ambiciosa propuesta”.