MIS TRABAJOS Y DÍAS

Una, dos, tres vistas para acoplar. Narrativa de piernas, vientre y pies de mujer. Imágenes y texto por Amilcar Moretti

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                                  O sea, “cojer” en argentino. Tener sexo. Eso sí pueden hacer, solo eso, por ahora, en ese momento, al menos si a alguien no se le ocurre que eso tampoco. Allí es donde entran de nuevo las piernas, muslos y hoy, ya, vientre de mujer. En épocas de desconcierto y final parece que no existiese otra opción. En muchas películas sobre momentos crueles y terminales en campos de exterminio o guerras, antes de morir, la despedida o descubrimiento, el sentirse acompañado buscan en la unión amorosa.

Escribe 
AMILCAR MORETTI

                                La narrativa de las piernas femeninas -mi mirada de varón hétero-, se desarrolla desde los pies hasta el inicio de los muslos, o el comienzo del bajo vientre. Es un decir, hay un ida y vuelta, como el oleaje, los océanos. Se sabe que Urano, castrado por su hijo Cronos, se derramó en el mar y fertilizó la espuma de la que nació Venus (después Afrodita, para los romanos). Llegó a la isla de Cítara (actual Chipre) sobre una concha marina. Es el amor, la sensualidad, la fertilidad, el deseo, la belleza, todo de la espuma que el movimiento de las aguas forma en las costas y playas como semen de Urano. La madre, en otras versiones, sería Dione, una Titán. En ese ir y venir de olas que suben y estallan  es que la narración femenina de las piernas puede también desenvolverse del vientre hacia abajo, al pasar por muslos y pantorrillas, hasta los pies. Todo muy machista y patriarcal, según interpretaciones cercanas en el tiempo, o no tanto.

                                       El fémur, mejor el muslo, entre la cadera y la rodilla, se percibe en mujeres y hombres, desde hombres y mujeres con una alta carga de fuerza, energía y sustento del cuerpo. Cierto, la base son los pies, sus plantas, pero junto a la columna vertebral toda la estructura de los muslos componen una sólida potencia de equilibrio, sostén y apoyo. En el amor, los muslos -las piernas toda- son centrales para la unión e intimidad, la ternura y la combinación y encaje, abrazo de la carnalidad de los afectos o bien la afectividad de lo carnal. Indivisible. Voy de nuevo: dado su alto valor fetichista en el cuerpo-mujer no puede subestimarse la centralidad, aún cuando no es consciente, de los pies femeninos (para varones y mujeres) en el intercambio de las relaciones amorosas.

Escultura de Antonio Canova, escultura de 1808. Paolina Borghese, hermana de Napoleón.

                                      Vale contar al respecto un significativo aunque pequeño suceso del 2020 en Italia, en la casa museo del escultor y pintor Antonio Canova, en Possagno (cerca de Venecia), más precisamente en su gypsoteca (lugar para las colecciones de modelos en yeso previos a la obra en mármol). Allí se exhibe el original en yeso de la estatua de Paolina Borghese, hermana de Napoleón. Canova la mitologizó como de Venus en una escultura de 1808. Se trata de uno de los grandes artistas del Neoclasicismo (primera mitad del 1700) junto a maestros como el francés Jacques-Louis David y el español Goya. Paolina descansa de costado en un canapé con un brazo que sostiene su cabeza sobre el respaldo. Cuatro años atrás un rústico y superfluo turista austríaco se sentó a los pies de la escultura para tomarse una fotografía. Con su desafortunado culo provocó la ruptura de los dedos de un pie de la figura. Todo un escándalo y un bochorno para el desubicado visitante que pasó a ser mirado con desconfianza por su vulgaridad estúpida.

                                       Sea como sea el territorio del cuerpo de mujer, mirada en su parte media hacia abajo, parece conducir a un abismo, un no terminar salvo tomándose de sus pies, o al menos de sus dedos. No hablada pero privacidad frecuente en el BDSM-fetichismo más comunes. En sentido contrario -al fin y al cabo casi la misma senda-, hacia arriba el trayecto canaliza en el vientre y el túnel de su sexo, en que las fantasías succionadoras o de desaparición hacia la oscuridad o perdición se hacen presentes.  Ya dije alguna vez que Almodóvar en “Hable con ella” (2002) ensayó un relato de inmersión en la supuesta vagina de la actriz española Leonor Watling, construida como sueño (¿pesadilla?) con decorados que me recuerdan -estoy imaginando- la manera de Fellini de flamear el mar en “Y la nave va” (1983).

 

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI en marzo del 2024. BUENOS AIRES.

                                                  Siempre acecha un abismo. Son testigos los meses y clima sociales sufridos hoy en Argentina. La sensación de estado vacilante, desconcierto, estupor, frustración, rabia, miedo y desánimo. Si son capaces de hacer (votar) “eso”, “esto”, de qué otra cosa peor pueden ser capaces. Gente y pueblo, ambos. No ciudadanía. O degradación ciudadana que licúa sustancias en el solvente del lumpenaje, la ignorancia, la deformación y la ausencia total de formación e información políticas, el rebalse de la deformación político-conciencial de las clases medias y las franjas populares ya fuera del espacio. De los muslos de mujer al horror desopilante, al estupor que reclama y acciona una indiferencia suicida, que no distingue pato de gallinero de cisne negro.

                                                        En el final de “Ojos bien cerrados” (1999) de Kubrick, Nicole Kidman en los trajines de las compras de fin de año le dice a Tom Cruise, su esposo de entonces en la ficción, que ante el desasosiego de ser prisioneros condenados sin causa  por poderes frente a los cuales nada pueden hacer, sí hay algo que pueden hacer. Ante la pregunta de él sobre qué cosa, Kidman, muy seria, con anteojos redondos, le responde seria: “Coger”. O sea, “cojer” en argentino. Tener sexo. Eso sí pueden hacer, solo eso, por hora, en ese momento, al menos si a alguien no se le ocurre que eso tampoco. Allí es donde entran de nuevo las piernas, muslos y ahora, ya, vientre de mujer. En épocas de desconcierto y final pareciera que no existiese otra opción. En muchas películas sobre momentos crueles y terminales en campos de exterminio o guerras, antes de morir, la despedida o descubrimiento, el sentirse acompañado buscan en la unión amorosa. La mujer enlaza con sus piernas-muslos al hombre para el acople, sentirse llena y él protegido, amparado, amamado, que de eso se trata.

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI en marzo del 2024. BUENOS AIRES.

 

 

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