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SAMUEL FULLER: “Ese admirable cine imperfecto”. Este domingo por la señal TCM (nota íntegra en la edición del diario EL DÍA de la Argentina, 13-octubre-2013)

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“Hace uso de elipsis (reloj del caído en la playa), sobreentendidos (color del agua de la orilla), símbolos (caballo desbocado, manicomio) y metáforas (trastorno emocional de Griff). El guión aporta afirmaciones que se enganchan a la memoria: “Podemos matar a todos los cuerdos que queramos, pero matar a locos perjudicaría nuestra imagen”, “Nos dieron medallas no por ayudar a nacer un niño, sino por matar a muchos”. Son escenas memorables el parto en el tanque, el niño judío agonizante, el loco que dispara un fusil ametrallador diciendo: “¡Mirad, soy como vosotros!. ¡Estoy sano!”.” (Miquel, en Palma, Mallorca, España, en FilmAffinity, 2007)

 

 

EL PADRE DE SPIELBERG Y GODARD

 

 

Samuel Fuller, ya anciano pero activo, con su pichicho actor del feroz "Perro blanco", recordada película sobre la destrucción biológica desatada.
Samuel Fuller, ya anciano pero activo, con su pichicho actor del feroz “Perro blanco”, recordada película sobre la destrucción biológica desatada.

 

 

 

Escribe
AMÍLCAR MORETTI

(adelanto de la nota que publicará este domingo 13 de octubre el diario EL DÍA de la Argentina (ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos aires, la más grande Argentina. Ver Revista del Domingo, Espectáculos. www.eldia.com)

 

 

         “Más allá de la gloria” (“The Big Red One”, 1980) – este domingo a las 15,10 porAmilcar Moretti. Autorretrato, 2013. color chico.P2250089 la señal TCM de televisión- tiene (…) la dificultad de haber sido cortada a diestra y siniestra para ser proyectada en los cines comerciales: duraba más de dos horas y media y fue reducida a la extensión de una película común. Los saltos aún se le notan (aunque puede conseguirse copia íntegra en internet) pero el resto es tan abrupto que lo disruptivo hace uno con el tono mismo del estilo de Fuller: seco, conciso, preciso, escueto y repleto de poesía. Claro, eso si se es capaz de conferir lirismo al fogonazo y ruido de un disparo de fusil. Basta recordar como, casi al final, Fuller sintetiza de modo impresionante la “cuestión judía” y la “solución final” hitleriana (sirve para cualquier genocidio) con la secuencia del ingreso de la pequeña patrulla al campo de exterminio abandonado y esos disparos de fusil hacia el interior de un horno crematorio que significan muchísimo más que una ejecución a pena de muerte sin tortura mediante. ¡Y ojo!, que Fuller no propone, solo cuenta qué puede suceder en una circunstancia excepcional de individualidad en sufrimiento, soledad e injusticia.”

 

“Más allá de la gloria” es considerada una obra maestra del cine. Acaso sea una de esas películas que para comprenderlas haya que ser un experto sensible en lenguaje cinematográfico. “Saber mucho” de cine, que aquí significa tener esa capacidad perceptiva –un entrenamiento intelectual de toda una vida como estudioso y “mirador” de cine junto a una formación específica de los sentidos- capaz de tomar distancia frente a un objeto en trance de ser apreciado, y desde allí saber obviar los errores e irregularidades y quedarse únicamente con lo crucial, tal vez apenas aquí unos minutos de cine, eso que hace que el citado objeto de apreciación se reconozca como único y excepcional.”

 

        “Si hicieran falta aportar algunos testimonios de esa maestría y excepcionalidad mencionadas, quizás venga bien mencionar que “Más allá de la gloria”, una película de guerra con Lee Marvin (1924-1987), de 1980, fue nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes. También que suele decirse que películas como “En busca del soldado Ryan” o “La delgada línea roja” no hubieran sido posibles sin esta de Samuel Fuller (1912-1997). Sí, Fuller ese cascarrabias y machista que hizo siempre cine clase B en torno a Hollywood, y que años después recibió homenajes varios de los mejores y más renovadores de Europa, como Godad (“Pierrot el loco”) o Wenders (“El estado de las cosas”, “El amigo americano”). “El cine es como una batalla. El amor. El odio. La acción. La violencia. Y la muerte. En pocas palabras: (el cine) es la emoción”, es su definición (godardiana) de lo que aún hoy se discute no sólo qué es sino también si se muere (si no se ha muerto ya) o no. “

 

 

Samuel Fuller con Lee Marvin, uno de sus actores preferidos, en un detrás de escena de "Más allá del honor" (1980)
Samuel Fuller con Lee Marvin, uno de sus actores preferidos, en un detrás de escena de “Más allá del honor” (1980)

 

 

“ADMIRABLE CINE IMPERFECTO”

 

 “La acumulación de situaciones afectan a una trama en la que nunca te acomodas del todo (los personajes son distantes, las misiones precipitadas…), y erosionan también, al menos desde la perspectiva de cine bélico artesanal, una ejecución técnica que termina siendo cuestionable (siempre con los cortes que padeció bien presentes, claro), basada en una forzada mezcla de realismo y recia imaginería poética que funciona bien en la foto, pero que está montada en el casco del desarrollo dramático de forma casi periodística: fría, distante y con la imperfección típica de la zona de guerra.

 

“Pero esa imperfección otorga a la película que habría de ser decisiva en la filmografía de Fuller su dignísima, vista hoy, particularidad: Fuller, sin plegarse a las servidumbres que una cinta bélica hollywoodiense exigía, rescata una colección propiamente “fulleriana” de personajes delirantes y una realización agresiva de montaje frenético y rugoso, con las anécdotas que alimentan este metraje organizadas en torno a planos que se lanzan desbocados, fallan su objetivo y corrigen la dirección sobre la marcha.

 

“Y es que, en definitiva, esta incontinencia anecdótica confiere al film cierta sensación de relato enérgico, con nervio, y también de recapitulación basada en vivencias o comentarios que nos llegan de primera mano. Y por ahí se explica el carácter emblemático de estos extraños protagonistas, que son más una ensoñación que otra cosa, con un poco probable don de la ubicuidad, dispuestos a aparecer allí donde hubiera un nazi enarbolando una MG-42.” (por Bloomsday, Alicante, España, 2008, FilmAffinity)

 

 

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(“Admirable cine imperfecto”, a este texto corresponde el título que tomé para el post)

              “Escrita y dirigida por Samuel Fuller (“Corredor sin retorno”, 1963), se basa en la experiencia de su participación en la IIGM. Se rodó en 1978, en Israel, Big Bear (San Bernardino National Forest, CA, EEUU) y King John’s Castle (Irlanda). Fue nominada a la Palma de oro de Cannes. El productor fue Gene Corman y el estreno se celebró el 18-VII-1980 (EEUU).

 

           “La acción tiene lugar en 7 escenarios de la IIGM, entre 1942 y 1945. Añade un prólogo situado en Normandía en noviembre de 1918. Narra la historia de “el sargento” (Lee Marvin), un veterano de la IGM, que conduce un grupo de jóvenes soldados.

 

               “La película presenta una narración dividida en episodios, dedicados a los escenarios más calientes del frente americano en África y Europa. La visión de los hechos corresponde al punto de vista americano, el vivido por Fuller. El proyecto se concibió en los primeros años 50, pero dificultades de financiación lo aplazaron hasta finales de los 70. La compañía productora (Lorimar) asignó a la obra un presupuesto propio de un film de serie B. Este hecho y el estilo del realizador, explican que la cinta no busque la perfección y asuma deficiencias varias. La obra incorpora un número inusualmente reducido de actores en relación con films similares.

 

 

           “Con imaginación y habilidad narrativa, se suplen deficiencias presupuestarias. La cámara muestra la fatiga de los soldados, sus angustias, su pánico a las mutilaciones, la crueldad humana y la locura de la guerra. Hace uso de elipsis (reloj del caído en la playa), sobreentendidos (color del agua de la orilla), símbolos (caballo desbocado, manicomio) y metáforas (trastorno emocional de Griff). El guión aporta afirmaciones que se enganchan a la memoria: “Podemos matar a todos los cuerdos que queramos, pero matar a locos perjudicaría nuestra imagen”, “Nos dieron medallas no por ayudar a nacer un niño, sino por matar a muchos”. Son escenas memorables el parto en el tanque, el niño judío agonizante, el loco que dispara un fusil ametrallador diciendo: “¡Mirad, soy como vosotros!. ¡Estoy sano!”.

 

“El film ha influido en obras posteriores como “Salvar al soldado Ryan” (1998), “La delgada linea roja” (1998) y otras.

 

“La música ofrece un acompañamiento sobrio y eficaz, exento de referencias europeas. La fotografía, de Adam Greenberg (“Terminator”, 1984), enriquece el relato con una espléndida estética realista. El guión incorpora un humor negro estremecedor y un cuidado sentido del absurdo. La interpretación de Lee Marvin es una de las más destacadas de su carrera. Stephan Audran tiene una intervención tan breve como grata. La dirección aporta un brioso ritmo narrativo.

 

“Cine de nivel, que sabe hacer de la imperfección virtud.” (Miquel, Palma, Mallorca, España, enero 2007, en FilmAffinity)

 

 

El inmenso John Ford -como Orson Welles, como Hitchcock, como Mournau- junto a Samuel Fuller, quien nunca escapar al encasillamiento de cine Clase B en que lo colocaron.
El inmenso John Ford -como Orson Welles, como Hitchcock, como Mournau- junto a Samuel Fuller, quien nunca escapar al encasillamiento de cine Clase B en que lo colocaron.

 

 

 

“…te llega tan dentro como “Senderos de gloria”, “Apocalypse Now” o “La chaqueta metálica” algo tendrá.”

 

               “Y es que al margen de esas ostensibles imperfecciones (leed con atención otras críticas de la peli; diversos usuarios las detallan espléndidamente), “Uno rojo, división de choque” (“Más allá del honor”, en Argentina) contiene tantísimas cualidades que calificarla como obra maestra del cine bélico no resulta, en absoluto, gratuito. Porque la peli de Fuller no tan sólo puede reducirse a un buen puñado de frases legendarias o a la soberbia interpretación de Lee Marvin. “Uno rojo, división de choque” engancha y emociona porque te hace sentir la sinrazón de la guerra en primera persona, como si uno mismo estuviera empuñando un fusil parapetado detrás de cualquier montículo, detrás de cualquier montón de cascotes. Con las botas mojadas y los dientes apretados. Con ese sudor frío que te corre por las sienes mientras el corazón te palpita como una locomotora. Esperando sortear con fortuna esa delgadísima línea que separa la vida de la muerte.

 

 

           “Pero lo más acojonante es que Fuller consigue todo eso mezclando con gran habilidad secuencias de marcado acento épico o de considerable crudeza con secuencias impregnadas de un sentido del humor (a veces negro, a veces casi surrealista) absolutamente prodigioso. En cualquier caso, me quedo con la lapidaria frase final, esa que dice algo así como “la gloria real de la guerra es sobrevivir”. Una frase que pone la guinda a una película excepcional.

        “Y es que más o menos esas fueron las únicas palabras que conseguí sonsacarle a mi abuelo materno, superviviente de la guerra civil española, cada vez que le insistía para que me contara sus batallitas… reales.” (Taylor, de Terrasa, Polonia, 2009, FilmAffinity)

 

 

Samuel Fuller con el realizador alemán Wim Wenders, el de "Las alas del deseo", que lo admiraba y lo consideraba uno de sus maestros y genios del relato del cine, al igual que el francés Jean-Luc Godard y el norteamericano Steven Spielberg.
Samuel Fuller con el realizador alemán Wim Wenders, el de “Las alas del deseo”, que lo admiraba y lo consideraba uno de sus maestros y genios del relato del cine, al igual que lo idolatraban el francés Jean-Luc Godard y el norteamericano Steven Spielberg.

 

 

 

A Cristo los hombres les han arrancado los ojos, como en Libia, Siria, Afganistán, Irak. Cristo llora sangre porque los poderosos mandan a sus hijos a la guerra, y entonces deja que un vigía se parapete detrá suyo para avisar cuando llegan los nazis. Escena de "Más allá del honor", una de las elipsis y metáforas típicas de Fuller, como mostrar un caballo enloquecido porque como bestia ya no aguanta ni tolera ni comprende más que les pasa a los hombres que se asesinan y torturan entre sí.
A Cristo los hombres les han arrancado los ojos, como en Libia, Siria, Afganistán, Irak, Yemen, hoy. Cristo llora sangre negra porque los poderosos mandan a sus hijos a la guerra. Deja que un vigía se parapete detrás de su cruz  para avisar cuando llegan de nuevo los nazis. Escena de “Más allá del honor”, una de las elipsis y metáforas típicas de Fuller, como esa otra de  mostrar un caballo enloquecido porque como bestia ya no aguanta ni tolera ni comprende más qué les pasa a los hombres que se asesinan, se violan y torturan entre sí.

 

 

 

Samuel Fuller en su paraíso.
Samuel Fuller en su paraíso.

 

 

 

La antológica escena en que el protagonista de "Shock Corridor" es violado por las internas del psiquiátrico. "Corredor sin retorno" es la obra maestra absoluta de Samuel Fuller. Aquella película en que un investigador se hace pasar por loco e ingresar así a un psiquiátrico, sin saber que lo volverán locos con electroshocks, chalecos de fuerza, castigos y violaciones y no podrá salir jamás de su prisión. "La isla siniestra", de Scorsese con Di Caprio puede considerarse un derivado de "Shock Corridor".
La antológica escena en que el protagonista de “Shock Corridor” es violado por las internas del psiquiátrico. “Corredor sin retorno” es la obra maestra absoluta de Samuel Fuller. Aquella película en que un investigador se hace pasar por loco e ingresa así a un psiquiátrico, sin saber que lo volverán loco con electroshocks, chaleco de fuerza, castigos y violaciones y no podrá salir jamás de su prisión. “La isla siniestra”, de Scorsese con DiCaprio es herencia  de “Shock  Corridor”.

 

 

 

Tributo a Samuel Fuller. Los personajes de "Más allá del honor" (1980). El segundo a la derecha, más alto, el inmenso Lee Marvin.
Tributo a Samuel Fuller. Los personajes de “Más allá del honor” (1980). El segundo a la derecha, más alto, el inmenso Lee Marvin.

 

 

 QUIEN SEPA INGLÉS (y francés) QUE TRADUZCA A LOS DEMÁS (WIM WENDERS hace hablar y actuar a SAMUEL FULLER, “El estado de las cosas”, 1982)

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