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tomo un diario al voleo, de abajo de una pila inmensa y algo amarillenta, y encuentro textos que son formidables

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“Además, tengo miedo de que si en algún momento vendo esa buena literatura de diarios por kilos, es por una de estas dos cosas: porque ya no me interesa el valor de la escritura y siempre de un plus de esfuerzo sin paga, o porque ya no me interesa nada, y entre otras cosas,  no importarme yo.”

 

 

Miguel Rep (diario Página12, de Buenos Aires, domingo 22 de setiembre 2013.)
Miguel Rep (diario Página12, de Buenos Aires, domingo 22 de setiembre 2013.)

 

 

 

 “Hola Pá, te mando la historieta de Rep del domingo pasado, seguro ya la viste, pero enseguida pensé en vos…un regalito, besos!!!”

 

(…) 

Gracias.

No, no la había leído.

Gracias por el recuerdo. O por la asociación.

 

Sí, es así. Como dice Rep, cosita más, cosita menos, es así.

En los últimos tiempos tengo cada vez más la certeza de que si «queda» o permanece, un tiempito nomás, aunque sea una palabra, o la ubicación de una palabra en una oración, o al menos una coma o acento y dónde los pone uno, si sucede eso, hay que darse por satisfecho o decirse que uno ha tenido suerte.

 Sin embargo, ¿sabés qué?, cada vez tengo más ganas y fuerzas de seguir, de continuar, de persistir, con los pequeños bajones o pausas previsibles

 Siento como que tengo que recuperar tiempo perdido, recuperarlo con el mayor esfuerzo posible

y siento también que cada vez me queda menos tiempo, o que me queda poco tiempo, y que entonces debo ganarle con fuerza y esfuerzo a eso, aprovecharlo

 sé que se me escapan algunas cosas, que dejo de lado o no les presto la debida atención, y que eso es para lamentar (por ejemplo, siempre percibí que nunca estuve a plena disposición de ustedes, vos y J., o de mamá, aún en momentos claves)


pero vuelvo una y otra vez, todos los días, a sentarme cinco, diez horas o más en el teclado, para escribir, o leer, o mirar o hacer imágenes

es como una pasión  (dicen que los viejos grandes periodistas, los de los años 30 del siglo pasado, eran así, al punto de estar hasta las 3 o 4 de la madrugada en la redacción de un diario, después que el diario estaba en la calle, hablando, charlando, no por dinero o por la paga, sino por el simple goce de estar ahí, bebiendo muchas veces. Solía haber buena cantidad de colegas alcohólicos. Yo conocí varios, tipos a los que les pusieron una placa recordatoria al morirse y luego, a los años, he visto como la sacaban y la tiraban porque nadie se acordaba quién había sido)

 

(otra: ¿sabés que hay un olor característico de las redacciones? Yo lo siento. Así como hay un olor característico de las aulas de escuela y de calabozos de comisaría. Por lo menos antes, no sé ahora. Hace mucho que no entro a un aula de escuela (pública). Y por suerte hace décadas que no me encanutan. He estado horas sentado en un calabozo de 2 por dos, en el piso, esperando a ver qué hacían con uno, y escuchando como pasaban los milicos caminando del otro lado de la puerta de hierro.)

 

yo he entrado y me he quedado a las 5 o 8 de la mañana en la redacción del diario, con todos los escritorios vacíos, cuando a lo sumo está la gente de limpieza, y lo siento como un templo, como una iglesia, como una catedral en la que estás solo vos y el olor y algunas imágenes típicas. he visto cómo los familiares vaciaban los cajones del escritorio de periodistas que se habían muerto y yo ni siquiera los había visto o hablado con ellos, muchos poetas, de los buenos

 

también reflexionamos con Cris que hemos tenido suerte en la vida, que hemos tenido una buena vida, que nos ha ido bien, en un sentido general humano, como personas y pareja y familia, sin irreparables desgracias, aunque siempre haya dolores y olvido. Hemos visto cómo se hacían y deshacían parejas, todo el proceso, a lo largo de décadas

 

últimamente estoy viendo «mucho» cómo se mueren los aún menores que nosotros

 

Bueno, son observaciones de café, de bar

Gracias por acordarte de mí

gracias por pensar en mí

gracias por enviarme esa cosita tan linda

gracias

 

Un beso grande

Papá

 (una pregunta, «a propósito del tema», ¿sabés algo sobre cómo y de qué murió A.? ¿Hígado, cirrosis, no?) 

 

 

(…) 

 


From: …@hotmail.com
To: amilcarmoretti@
Subject: RE: gracias por acordarte (por solo eso, tengo suerte)
Date: Wed, 2 Oct 2013 01:41:04 +0000

 

Pa, recien ví tu respuesta, me estoy por ir a la camita, te escribo. Un abrazo!

 

 

(…) 

 

 

Sí, está bien. Andá a dormir. Que despiertes bien.

Es oportuna tu ilación.

Me restaba la segunda parte: los diarios en sí, el papel impreso, la hoja de tinta (o ex tinta).

¡Viste cómo es el amontonamiento de diarios en casa, desde hace 30 años, o algo menos, o más! Eso sin contar el más pequeño y más ordenado archivo que quemé durante la dictadura, como si eso fuera a salvarme de algo si uno estaba en la lista propicia para muerte y humillación.

Todos me preguntan si puedo consultar esos diarios acumulados. Ya contesto que no, porque no puedo. Ya no. No tengo tiempo de leer lo de hoy. Si solo me quedase con lo que he separado durante años para leer especialmente, y no he leído porque surgieron lecturas nuevas, esa sola acumulación sería notable y llevaría un tiempo inmenso agotar la lectura.


Pero a veces tomo un diario al voleo, de abajo de una pila inmensa y algo amarillenta, y encuentro textos que son formidables y que, me parece, están destinados a desaparecer. Aún si estuviesen digitalizados. Porque estarían, así, guardados en el disco inmenso de una máquina y casi nadie podría dar con ellos, primero descubrirlos.

 

Me dicen: «Vendé todo por kilos». Y yo me digo: ¿vender escritura de primera por kilos? ¿Eso es lo que vale lo que yo escribo? Y más allá de lo material escrito (los papeles, los Words, los post) están las horas de lectura previa y las de escritura y corrección. Y muchas veces el esfuerzo de dar vueltas en la cabeza la idea de un pensamiento que se va completando hasta que está listo para ser escrito en 200 o 300 líneas de un tirón. No puedo venderme por kilos.

 

Además, tengo miedo de que si en algún momento vendo esa buena literatura de diarios por kilos, es por una de estas dos cosas: porque ya no me interesa el valor de la escritura y de un plus de esfuerzo sin paga, o porque ya no me interesa nada, y entre otras cosas,  no importarme yo.

 

Que duermas bien. Que hayas dormido bien.

Papá

 

Three businesspeople reading newspaper. De www.visualphotos.com
Three businesspeople reading newspaper. De www.visualphotos.com

 

1 Comentarios

  1. Carlos Diaz

    Coincido con tu comentario sobre las sensaciones en la redacción de un diario. Recuerdo que una vez terminada la tarea y pasada la medianoche, quedábamos algunos de «guardia» para algo de último momento y esperar los primeros ejemplares impresos para darles un vistazo final y verificar que no hubiese alguna macana grande (en esa época se ´revisaba mucho y corregía, algo que a veces uno piensa que en la actualidad se hace cada vez menos o no se hace). Ese rato de quietud y relajamiento (algunos, como decís, aprovechaban para darle al trago), con el tableteo de las teletipos como ruido de fondo, es uno de mis mejores recuerdos. Eran riquísimas mesas improvisadas de debate o boludeo, en las que se podía hablar de como hacer mejor las milanesas o de un poeta griego que alguno -más culto- conocía y los otros no, pero se enteraban en esos momentos. Recuerdo otra trasnoche en que estalló una discusión religiosa entre los noctámbulos allí reunidos: un fotógrafo judío; el secretario de redacción que tenía un dios personal; un cronista ateo, otro católico formal y típico, de esos que no cumplen ningún precepto católico y un ordenanza Testigo de Jehová. Madre mía, la que se armó y que bueno fue. Perdió el Testigo -un muchacho macanudo- pese a su denodada resistencia pues todos menos yo, extrañamente, parecieron alistarse en el mismo bando para vapulearlo.
    Tus recuerdos, Amílcar, son pertinentes y están muy bien expresados, como siempre. También comparto la dificultad para desprenderse de textos periodísticos guardados y venderlos «por kilo». Caramba, a mi me costaba -y me cuesta- mucho esfuerzo escribir, cuando creía que lo hacía bien. Tengo armarios llenos.

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