¿Y si no fuera más que este estar? Entonces, ¿por qué tanto miedo? Un poco de sol, una caricia, una muchacha desnuda y suave. Poco antes de morir, me dijeron que dijo, con tristeza, «Mirá, Elena, mirá que sol». El rayo se filtraba por la ventana del hospital, y se veía el cielo celeste. Era el sol que había perdido, el sol que ya no vería, y esa lástima le daba una tierna pena. No creo en otros soles; no debe haber otros soles, pero, quizás, quién te dice… No me hables con «e», me gustan las muchachas que no hablan con «e». Las dos fuerzas de la vida, la muerte y el amor. El amor no tiene que ver con la «e». La «a» y la «o» son la alegría de juntarse, son como del peronismo, que cuando lo fuerzan se deforma hacia la muerte pero, en el fondo, tiene la alegría de la a y la o, no importa lo que se deseen. Pero no me hables con «e», eso es de pequeño burguesas blancas de la ciudad, clase media de marote repetititvo, sin lectura, no más de tres líneas.
AMILCAR MORETTI
MIS TRABAJOS Y DÍAS