No es fácil contar la aventura de ella, quien ha prometido quedarse en ERÓTICA DE LA CULTURA por largo tiempo, como estuvo varias veces antes de regresar a Buenos Aires del exterior. Con 26 años (Acl. , marzo del 2015), confiesa haber subsistido comiendo fruta dejada por los hipermercado en las madrugadas en las veredas de San Pablo (Brasil, ciudad dura si la hay. No es fácil explicar cómo darse maña y poner voluntad para cumplir tareas terapéuticas de asistencia a niños discapacitados mentales en los barrios pobres y pesados de las megaurbes brasileñas. Y a la vez cruzar el océano para llegar a Europa. Zen por convicción, alta y blanca y tersa por nacimiento, su cuerpo de escultura mullida contrasta y armoniza con una melena de leona, unos ojos grandes y profundamente blandos y una boca de labios que a veces dibujan cierta concentrado malestar. Cuando se desnuda y se mueve alrededor como en su casa sorprende e impresiona, y suscita mudez su blancura que, por momentos parece resplandecer.
Locuaz, imaginativa, cambiante, ausente a veces, flexible, liberada, relata experiencias no comunes con una naturalidad que llama la atención. Por momentos parece que el exceso es casi un despojamiento de tabúes y temores o una irresponsabilidad que la transporta a otro planeta. Le digo que es una mujer de coraje cuando con una sonrisa leve cuenta al pasar las tantas veces que durmió en un colchón en la calle acompañada y tratando de salvar a un chico de la calle quebrado por el crack y la cachaza. Ella lo desestima. Dice que no, que no se siente particularmente valiente. Hija de la clase media porteña, con una infancia en una lujosa confitería nocturna que supo iluminar las noches de fiestas de Buenos Aires, habituada desde los seis o siete años a ver transas y mercas de todo tipo, parece un milagro que conserve un equilibrio con cierto desprendimiento budista, por así decirlo.
Nada de lo material parece que le atañe demasiado, un día vive en un penthouse y al mes siguiente se la encuentra en las calles españolas. No parece pesarle el dinero, y ahora, en un brote de “mamismo”, de volver a la casa materna y visitar también a su padre, retornó a EROTICA DE LA CULTURA después de cuatro años. Trabaja sin mirar el reloj, me da cuotas para sus honorarios y repite que conmigo aprendió. Yo he aprendido de ella en cuanto a artistas musicales brasileños de los cuales no tenía noticia y que componen la clave de la mejor y más compleja cultura intelectual y popular del país hermano.
Por ahora jura que ha quedarse en Argentina un largo tiempo y que trabajaremos mucho juntos. Pone entusiasmo al decirlo y a la vez le adjudico a sus palabras la categoría de lo soñado, de eso que se esfuma cuando uno despierta una mañana cualquiera. A cada rato miro a ver si está, si no se esfumó como un holograma. Creo que ella quedará en Erótica de la Cultura pero no me extrañaría que un día me llame desde Europa para decirme de algo inverosímil. Con es posible, menos asirla, sujetarla. Hay que disfrutarla mientras está y comprenderla cuando se evapora.
AMILCAR MORETTI