¿Cómo sería si no hubiera sucedido? ¿Cómo, si no hubiera sido? ¿Sería hoy diferente? ¿Muy diferente? Dicen que una sentencia china, advierte: “No lo lamentes. Siempre puede ser peor”. Pruebas de ello las hay, pero no se las tiene en cuenta. Resulta siempre inimaginable aquello a lo que puede acostumbrarse el humano. No hay límites, como no los tienen los verdugos. Es una cualidad de la condición humana dentro de lo finito. “Nada personal”, se disculpan, a veces, en la crueldad. No hablo de individuos, no solo de individuos; hablo de la especie. Resulta impensable, es innombrable la cantidad e intensidad del horror que puede sentir y producir el humano, justamente por su condición, humana. ¿Aprende de ello? En cierto modo, sí. Avanza, retrocede, vuelve a retroceder, da un paso adelante, se cae, empuja al otro, avanza, se detiene, se desmorona, dobla, se quiebra, aparece de nuevo, más acá o más atrás. Lo intenta. Lo hace una y otra vez. Si a eso se lo puede llamar aprendizaje, habría allí un reservorio de confianza.
A.M.