Las chicas detrás de las rejas. Envidriadas. Intocables y a metro y medio de mí por la Peste. Afortunadamente obligado a hacer 50 cuadras desde mi casa hasta el banco para cambiar la tarjeta y poder seguir con el dinero mensual de mi vida, hago el descubrimiento. La ciudad desierta. «Soy leyenda» de Richard Matheson en 1954, en mi vieja edición de Minotauro 1971: «Al fin he descubierto algo. He descubierto que no son una raza invencible. Lejos de eso. Son una raza extremadamente débil, y vulnerable»(1). Ellas, hermosas, recién peinadas y maquilladas, detrás de rejas. Presas, sin que nadie las mire. Inaccesibles, es cierto, pero congeladas por el virus. Nadie las observa salvo yo cuando regreso del banco, institución horrible pero que esta vez me ha tratado sospechosamente bien. Las calles están desiertas, son las 3 de la tarde, hay viento fresco pero un sol hermoso. Rejas, candados, algún caminante a lo lejos mira con desconfianza. Un policía acorazado no me presta atención. Saco fotos. Por ellas, que permanecen distantes pero confinadas, y nadie las mira.
AMILCAR MORETTI
(1) Pág. 114 de «SOY LEYENDA» de Richard Matheson. Ediciones Minotauro. Buenos aires, 1971