La omnidigitalización en aislamiento como sustituto de la ambigüedad y ambivalencia de lo Real-virtualidad advierte sobre primeros síntomas de desvitalización. Antes del SARS-CoV-2, lo digital conectivo -en medio de la rutina diaria alienada-actuaba como señuelo, placebo, realización imaginaria de fantasías siempre insatisfactorias como Real. Ahora, en aislamiento preventivo por la pandemia de la Covid-19, la saturación digital como única alternativa parece generar Desvitalización, tanto orgánico-biológica como psíquica. En la calle hay contagio y muerte, en el enclaustramiento rebrota una ausencia que, sin los paliativos rutinarios de la vida “normal”, enfrenta al vacío interno, largamente preparado. Una circunstancia obligada de prudencia parece querer derivar en un acelerado vaciamiento existencial por goteo. Un desaliento por angustia y tedio ante el vacío hasta hace poco recubierto, taponado, desviado.
Los progresismos políticos no estaban preparados para reemplazos integrales de sentido de vida, el movimiento de mujeres -considerado de punta- quedó desarticulado para responder ante un contraataque que provino de otro -central- enemigo, los marxianos no atinan a reinventar la dialéctica de Marx para desmontar el mecanismo que hizo posible al “enemigo invisible”, el psicoanálisis se subsume en debate interno y su ausencia en consultorio, las sindicalizaciones muestran sus últimas inoperancias ante la obligada ausencia de trabajo, las religiones y religiosidades se desconciertan en el silencio y algún ánimo resignado, los orientalismos occidentales no relajan ni recomponen sentidos nuevos. Sin cuarentena (indefinida) hay muerte, con cuarentena (alargada por fracciones) comienza a crecer una cierta des-gana, la muerte del Deseo. La Vida, en suma. Bio-política, tal vez. O necropolítica. Resta apelar a lo que queda de Pueblo, si lo hay, la reinvención original del populismo con P “a la argentina”.
AMILCAR MORETTI